(Nota: dadle a Leer entero o pinchad en la imagen, que podréis ver en primicia nuestro nuevo formato de conclusiones, gentileza de Roswell)
¿Qué verán las desarrolladoras de videojuegos en la Segunda Guerra Mundial para saturar el mercado con títulos ambientados en ella? Medal of Honor: Airbone es un ejemplo más de acción en primera persona que sigue las bases plantadas en anteriores entregas y que como toque original añade en su propuesta el lanzamiento en paracaídas antes de cada misión.
Este toque diferencial marca el estilo realista que intenta dar EA a la guerra: en una batalla no salimos automáticamente en un punto determinado, somos introducidos. Así cada misión parte de una avión de transporte repleto de paracas que se lanzan a la refriega. Controlamos el momento del salto así como el descenso, para caer, con cierta habilidad y una dosis de suerte, cerca de un punto que tengamos controlado. Así podemos empezar la batalla con soldados de nuestra parte y empezar a pegar tiros a los nazis o bien comenzar la misión en un punto alejado de fuerzas aliadas y tendremos que apañarnos solos. A partir de ahí debemos buscar el mejor camino guiándonos por el minimapa para llegar a alguno de los puntos marcados como objetivo.
Esta sensación de «libertad» no es tanta como puede parecer en principio, puesto que vayamos por un camino u otro, al llegar a ciertos puntos nos encontraremos siempre con las mismas situaciones de combate: enemigos parapetados tras una ametralladora, camino bloqueado por unas trincheras, francotiradores en cierto tejado… por lo que la «libertad» se diluye bastante rápido favoreciendo la tan manida linealidad encubierta.
Gráficamente es un juego que sin dejar KO, se muestra solvente a nivel gráfico y sobre todo, sonoro, y la presentación de las misiones y la recreación de los escenarios de guerra está a la altura de lo que podemos esperar. Eso sí, usuarios de CRT, preparad los binoculares para leer la pantalla.
Pero Medal of Honor: Airbone presenta algunos problemas que lo dejan un peldaño por debajo de sus rivales directos. La inteligencia artificial posee un nivel muy bajo y en muchos momentos es demasiado fácil recorrer un escenario para atizarle con la culata a un enemigo y los miembros de nuestra escuadra tienen comportamientos erróneos en algunos casos. Es además un juego muy corto, a pesar de que el sistema para grabar partidas es poco funcional y tendremos que repetir las misiones desde el principio, y el multijugador es bastante convencional y no va a añadir demasiadas horas extra a la experiencia para un solo jugador.
Para su desgracia, le ha tocado pelear contra el más fuerte de la clase, un Call of Duty 4, de igual temática pero más completo, que ha dejado vacíos los servidores de Gears of War, lo que es un logro inesperado, por lo que como conclusión tenemos un juego del que podemos decir, está bien pero no sorprende y no, suputa madre, que juegazo.