Dicen que rectificar es de sabios. Yo no me considero en absoluto un erudito, pero he de reconocer que durante mucho tiempo despotriqué de Mirror’s Edge. Los videos y una breve experiencia en la Games Convention de Leipzig me hicieron pensar que el juego de EA era tan sólo un experimento jugable y visual carente de cualquier profundidad. Estaba equivocado: Mirror’s Edge es tan profundo como habilidoso y dedicado sea el jugador que se aventura en él.
Como supongo que ya sabréis, Mirror’s Edge está basado en el Parkour, ese deporte extremo que consiste en recorrer una ciudad realizando acrobacias y manteniendo el flow de movimiento. Era fácil que el control se acabar convirtiendo en un lastre que impidiera que la experiencia de juego fuera algo fluido, pero no ha sido así, y el control de Mirror’s Edge es toda una delicia. Tan sólo se utiliza la palanca analógica y los botones traseros, propiciándose una jugabilidad de lo más intuitiva.
Más facilidades para el jugador. Mirror’s Edge, en cierta manera, podría considerarse como un Tomb Raider, pero un Tomb Raider mucho más asequible de lo que nos tiene acostumbrado Lara Croft. Aquí hay, en la mayoría de casos, un buen número de caminos que nos podrán conducir a nuestro objetivo, y los saltos no hay que apurarlos tantos, amén del hecho de que en los niveles más bajos de dificultad se nos indicará visualmente uno de los posibles caminos a seguir para evitar que nos quedemos bloqueados.
Visualmente Mirror’s Edge es casi impecable. Con la salvedad de los enemigos – que en ocasiones parecen más hombres cono que otra cosa -, el apartado gráfico es inolvidable. El sistema de iluminación y los colores empleados han otorgado una fuerte identidad visual a Mirror’s Edge, convirtiendo cada partida al juego de EA en todo un espectáculo que disfrutará tanto el jugador como el espectador ocasional. Buena parte de culpa de ésto lo tiene el conseguido efecto vértigo, la implementación de las alturas, de los espacios abiertos y la adrenalina que se respira al controlar a Faith.
El principal problema del juego de DICE es su duración, bastante limitada. Ésto se subsana – al menos en parte – con el super adictivo modo de contrareloj, aunque quizá para algunos no sea suficiente y se queden con ganas de más al concluir el modo historia. Al menos les quedará el consuelo de que EA, al menos en principio, tiene previsto convertir a Mirror’s Edge en una trilogía. Ya veremos si las ventas de la primera parte remontan el vuelo.
Mirror’s Edge es de los juegos más originales del año. Es una experiencia que debería, al menos, probarse una vez. En eso se podría comparar a juegos como Portal, Braid o Patapon, títulos que han sabido desmarcarse de las fórmulas establecidas para ofrecer algo nuevo que el jugador experimentado sabrá valorar.