Nuclear Throne ha sonado muchísimo durante estas semanas en Twitter. La gente de Anait, con Pep a la cabeza cual Poe de El Despertar de la Fuerza liquidando X-Wings como si no fuera un mañana, lo ha puesto por las nubes, picándome mucho la curiosidad.
Tanto, que entre compras impulsivas en Steam en las recientemente finalizadas rebajas navideñas ha caído el juego de Vlambeer a precio completo, 12 eurazos, una entrada de la mítica Mae West Granada con consumición. Vamos, que el hype me había hecho suyo. Después de probarlo durante un buen rato, sólo puedo decir una cosa: no regrets. Nuclear Throne destila una jugabilidad Vlambeeriana por los cuatro costados. Los padres de Luftrausers, ese maravilloso tributo a un pasado mejor, han esparcido su AMOR – así, en mayúsculas – por el arcade también en este título, con un resultado espectacular.
Un primer vistazo a la propuesta de Nuclear Throne nos deja claro que nos enfrentamos a un roguelike de disparos salvajes con gráficos pixelados de esos que avisan que juegues con un ojo mirando al reloj porque el invento te coge de los huevos y no te suelta, con perdón. Controlamos a un personaje que podremos elegir entre un roster que se irá expandiendo a medida que consigamos avanzar en la aventura, deberemos superar pantallas liquidando a todo bicho viviente, y haremos bien si prestamos mucha atención tanto al nivel de vida como a la munición restante: cualquiera de los dos, si baja lo suficiente, nos puede meter en un lío.
Cada personaje tendrá sus propias habilidades, por lo que dependiendo de nuestro estilo de juego deberemos escoger uno a otro, algo que se asimila al cabo de unas cuantas partidas. El hermano roguelike de Luftrausers debe mucho, muchísimo, a su pariente, incluyendo lo influyente que es tanto el escoger el personaje a controlar como las evoluciones de dicho personaje en forma de modificadores que se irán activando a medida que vayamos subiendo de nivel. Cada vez que perdamos la escasa energía volveremos a empezar la partida, por lo que toca ir con pies de plomo.
Esa es la parte analítica. La parte de feelings rememora las sesiones interminables a juegos en ordenadores con pantallas de fósforo verde. Acción sin complejos, una dificultad estudiadísima, a lo Dark Souls, que no deprime sino que motiva y un nivel adicción que solo puede definirse de una forma: PURA DROGAÍNA.
Estoy lejos de haberlo superado, pero empiezo – creo – a asimilar las mecánicas que impone: pon tu culo a salvo antes de tirarte de cabeza a reventar al personal. Llevo apenas 6 horas de juego, por lo que espero darle unas cuantas más, aunque solo sea para matar ese gusanillo que uno lleva todo el día encima y no ve la hora de matarlo llegando a casa y pegándose una buena sesión delante del ordenador.
Si no tienes PC, no problemo: que sepas que Nuclear Throne también está disponible para PS4 y Vita.