Icono del sitio Akihabara Blues

Nunca digas a este WoW no jugaré

Menuda pregunta, parezco un exaltado yanki o un senador odioso, pero es algo que me he empezado a plantear desde hace unos días, exactamente desde la salida de la ultima expansión de World of Warcraft, Cataclysm.



Hace un año dejé de jugar, consideraba que un videojuego no puede condicionar una vida, llegaba a jugar de lunes a viernes unas cinco o seis horas, siempre buscando el enemigo que me diera el hacha a dos manos que necesitaba o subiendo las mil y una profesiones de mi guerrero. Mi novia no entendía como podía jugar a eso, y peor no entendía como podíamos juntarnos todos los días veinticinco personas para pelear contra monstruos de niveles exagerados. Y menos aún aguantaba que cuando no jugábamos habláramos entre nosotros de tal o cual tema, nada de la vida real, todo sobre el puñetero WoW.

Pero tuve mi momento de lucidez, cancelé la suscripción y me considere ex jugador, llegando incluso a tomarle una manía ciega al juego (que considero un autentico cáncer para el resto de MMO). Mis amigos seguían y yo los consideraba bichos raros, sí, siempre lo mismo, no entendía que aliciente encontraban. Mazmorras nuevas, enemigos nuevos… todo me daba igual, tenia un mundo nuevo de juegos abierto a mis puertas y había recuperado mi vida como jugador.

Pero llego la temida expansión, Cataclysm, apenas le hice caso hasta que la semana pasado entre en casa de unos amigos y allí estaban, jugando… me sentí como el drogadicto que lleva años sin tomar nada y se lo ofrecen en la mano, me negaba, hojeé el juego y joder… qué de cambios, que de zonas nuevas, ya había perdido la pelea…

Y así me fui directo a la tienda, pedí una diccionario coleccionista, pague un mes y me prometí a mi mismo jugar un pelín…… Y el primer día ya le había metido 7 horas……Blizzard me había vuelto a ganar.

Salir de la versión móvil