Llevaba semanas queriendo hablar de Wander, esa aplicación para Oculus Quest que te permite navegar por los mapas de Google Maps – en su versión Street View – en 3D y con el añadido de la inmersión de la Realidad Virtual. Debido a una experiencia personal, me he visto empujado a finalmente hacerlo.
Una experiencia mística
Probar Wander sin más interés que la curiosidad por visitar lugares en los que no has estado nunca ya es fascinante. Poder personarte en algunos de los puntos más míticos del planeta y desplazarte por ellos ya es algo suficientemente mágico. Pero poder plantarte – virtualmente, al menos – en localizaciones con las que has conectado sentimentalmente en algún punto de tu vida convierte la experiencia Wander en algo místico. Voy a poner un par de ejemplos.
El año pasado realicé mi segundo viaje a Japón – el primero lo comenté en este otro post – , en esta ocasión con mi madre y uno de mis hermanos. El motivo fue el hacer un gran viaje con mi madre, que estaba enferma. Recientemente ha fallecido, y hoy he vuelto a recorrer virtualmente las calles de Gion, calles por las que pasamos tantas veces por tener el hotel en el distrito de las Geishas de Kioto. El impacto emocional ha sido mayor del que esperaba. Realmente da la sensación que te encuentras en las calles de Japón, y eso que son fotografías 3D inertes, sin movimiento. Pero la magia de la Realidad Virtual consigue que tu cerebro rellene los huecos.
Antes de fallecer mi madre pasó unas semanas en el hospital. Quizá para animarse a ella misma o quizá para animar a los que estábamos con ella, uno de sus temas preferidos de conversa, durante el cada vez más escaso tiempo en el que estaba consciente, era planificar sus próximos viajes. En los meses previos a su ingreso, además de ir a Japón, estuvo en la India, en Marrakech, en Nueva York… El de la India, quizá por haber deseado visitar ese país durante tanto tiempo, quizá sea el que recordaba con más cariño.
Viajar sin barreras
Y por eso me animé a llevarle las Oculus Quest al hospital. Las gafas sin cables de Oculus le permitieron viajar una última vez a la India, ver el Taj Mahal, admirar el río Ganges, en una experiencia que ella ilustró con sus explicaciones de turista fascinada, embrujada por el país asiático: la basura que rodea al monumento funerario, la razón por la que el olor a especies te acompaña en los paseos en barco por el Ganges…
Mi madre no aguantó mucho con las Oculus Quest puestas, apenas un par de minutos. No tenía mucha energía y el usar las gafas acostada no es precisamente cómodo. Pero me encantó verla asombrada cuando, inesperadamente, volvió a visitar la India, esta vez desde la cama del hospital en el que se pasó sus últimos días, algo únicamente posible gracias a la magia de la Realidad Virtual.