Reconozco que durante la Gamescom 2015, cuando me quitaban el tercer kit de desarrollo de Oculus Rift tras haber podido probar durante 7 minutos lo nuevo de Insomniac Games, Edge of Nowhere, miré a esa joven alemana con cara de “¿Ya? ¿No puedo jugar más?” y su posterior lamentación con la cabeza gacha, pero hay matices que no debemos pasar por alto.
Porque al fin y al cabo no todo es perfecto, y entre esos defectos no está solamente la resolución del dispositivo o lo incómodo que puede llegar a ser con el paso de las horas, sino su precio. Estaba anoche leyendo en PC Gamer que Oculus Rift llegará al mercado por, al menos 300 dólares según Nate Mitchell. Teniendo en cuenta el peculiar cambio euro-dólar que se gasta la industria hoy día, podemos hablar sin problemas de unas 300 y algo monedas de las nuestras.
El primer cuarto de 2016 será cuando finalmente muchos puedan cumplir su sueño y dejar de salir a la calle durante unas semanas, pero me gustaría que en los comentarios abriésemos un pequeño debate, si es que lo hay, sobre lo difícil que en mi opinión es que este dispositivo llegue a consolidarse en Norteamérica y Europa como algo generalizado. ¿Acaso hay alguien dispuesto a dejarse una cantidad de dinero así para sacarle el máximo partido a la presente generación?
Metafóricamente hablando podríamos decir que se trata de la compra de un producto que nos permitirá vislumbrar el próximo gran salto en la industria del ocio electrónico, la próxima y verdadera “nueva generación”. Hablé con esto junto a Cristian hace un par de meses, y creo que la idea no iba muy desencaminada; en su memoria, todo lo que ha habido tras el salto a las 3D han sido evoluciones. Creo que lleva razón. Esto es una nueva forma de jugar, un enfoque distinto que nos hará replantearnos muchas cosas a la hora de pronunciar la palabra “videojuego”.
Sin embargo, he aquí la cuestión: ¿A costa de qué? ¿A costa de cuánto? Permitidme etiquetar de conejillos de indias a todos los que vayan a comprarse el modelo definitivo de Oculus Rift en su lanzamiento, porque esto, si no cuesta menos de 200 euros, no puede implantarse en todos los hogares de forma masiva.