Recientemente he tenido la oportunidad de completar el último Tomb Raider en su versión de PS4, último que no nuevo por su exclusividad temporal en la plataforma de Xbox. Este continua la senda iniciada con su predecesor, ese reinicio de la saga que bebía de quién un día se inspiró en sus andadas: Uncharted.
Un nuevo camino
Si bien es cierto que dicho reinicio le sentó genial a mi arqueóloga favorita, yo mismo lo disfruté muchísimo, el juego no termina de despegar en ventas a pesar de las buenas críticas en general. Continúa donde lo dejó el anterior, con una Lara algo confusa que se busca a sí misma y el camino a seguir.
Creí que iba a disfrutar muchísimo más de esta secuela, pero al haber jugado en tan corto espacio de tiempo a Uncharted 4 y a este Rise of the Tomb Raider, se me hacen más evidentes más sus faltas que sus virtudes. El intento de un juego con ritmo vertiginoso donde no hay un solo segundo de respiro y las plataformas más estables pueden fallarnos en cualquier momento, al más puro estilo Naughty Dog, no terminan de cuajar. Druckmann y compañía saben marcar un ritmo y esos tiempos de pausa se convierten en momentos para poder disfrutar con el mundo creado o para conocer más a los personajes, ya sea mediante conversaciones o escuchando a Nathan divagar. Crystal Dynamics no ha conseguido ese efecto.
Una jugabilidad incoherente
Además de los momentos de plataformeo guiado, tienes momentos de exploración en los que craftear para conseguir nuevo equipo o mejorar el ya existente. No prestas atención al entorno y es una lástima, porque es tan bonito, o casi, como el del impecable Uncharted 4. Por el contrario, acabas usando el tan manido instinto de héroe (Assassin’s Creed, la saga de Arkham…) para encontrar los objetos necesarios. Si propones un ritmo desenfrenado, dámelo, pero no me cortes tras una secuencia de huida para acabar en un valle recogiendo gallinas para ganar experiencia y así subir de nivel y aprender nuevas habilidades. Ya basta de tintes roleros en todos los juegos; Lara es Lara, con sus habilidades. Se podría entender teniendo en cuenta que esta Lara es algo novata, pero no la del juego de 2013, ya se ha curtido en alguna que otra batallita, no debería necesitar aprender lo mismo otra vez.
Por otra parte, tenemos los puzles repartidos, y casi siempre de forma secundaria, por las distintas zonas que conforman el mapa. Dichos puzles se agradecen, pero te dejan un sabor agridulce al ser tan sencillos; algo que, por otra parte, también adolece Uncharted. Pero el título de Naughty ya no pretende ser un Tomb Raider, pero este sí que intenta emprender el camino de la franquicia de Sony.
Una dura competencia
Rise of the Tomb Raider no me parece un mal juego, pero al compararlo con su competidor directo, y del que bebe más de lo que quizá le gustaría reconocer, sale perdiendo, resultándome prácticamente inferior a todos los niveles. Lara siempre estará en mi corazón y la considero mejor aventurera que Nathan, pero Uncharted le gana el duelo a Rise of the Tomb Raider. Golpea más rápido y lo hace directo al mentón, no puedes despegarte del mando hasta haberlo completado. Eso sí, Lara será menos Lara, pero siempre será mi Lara.