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Para lo que hemos quedado

Sí chicos, hace no mucho tiempo, en un país llamado España, existía un deporte que se llamaba boxeo y que se retransmitía en horario de máxima audiencia. Los campeones eran venerados, sus deslices se contaban en las revistas del corazón y el país entero vibraba con las victorias de Pepe Legrá, Urtain o Pedrito Carrasco.

Pero más allá de nuestras fronteras, donde se criaban los auténtico rompe-rocas, hubo una vez un joven con una zurda capaz de derrumbar edificios. Una acusación de violación, la cárcel, el perder contra su rival más directo una vez, el arrancarle un trozo de oreja a la segunda, los golpes en la cabeza y el abuso de sustancias de todo tipo (no, amigos, esos músculos no se consiguen comiendo jamón serrano) hace que los antiguos ídolos se hayan convertido en un mal chiste de ellos mismos. Mike, para lo que has quedado…

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