Hay juegos que los pruebas durante horas y sabes que ya puedes vomitar un análisis, tu análisis, tus conclusiones. Otros directamente prefieres no analizar, para qué, no creo que nadie disfrute un linchamiento. Otros juegos ni necesitan una review, resulta redundante.
En cambio hay títulos a los que no me enfrento a ellos por la sencilla razón de que no me siento preparado. A PES 6 lo llevo jugando muchos años. Básicamente desde que salió para PS2. Antes que él habían desfilado por mi PS2 todos los juegos de la saga de Konami y los había disfrutado como un enano. Por aquel entonces la cantinela de «es que sacan un juego nuevo cada año» era una bendición, no un alegato ante tácticas sacacuartos. PES 6 fue el último gran PES, para mi. Lo llevo disfrutando mucho, muchísimo, y solo ahora, que parece que ha llegado el relevo, me siento preparado – lo justo, no nos pasemos – para darle ese homenaje en forma de review que se merece, aunque pocas veces una reseña sería menos necesaria.
Es fácil llenarse la boca con palabras como «Arte», «Genialidad» u «Obra Maestra». Pero todos estos términos palidecen ante los cientos de horas que los jugadores invierten en sus títulos favoritos. A mi me pasaba eso con los grandes PES. Hubo un amago el año pasado, las sensaciones fueron buenas, pero este año la cosa ya va en serio. Puedo afirmar que PES 2016 tiene mucho de los grandes PES. Sí, seguramente será el peor de los grandes PES, pero se desmarca de la infamia que vivió la generación de PS3 y Xbox 360, la cual no llegó a conocer a un Pro Evolution con cara y ojos. Siempre bajo mi punto de vista, claro.
Quiero remarcar que este texto son mis puras impresiones con el juego, no un análisis. Le he echado horas a la Master League, pero sigo en segunda división con el Nàstic de Tarragona y no he comenzado aún con el baile de fichajes. Al modo My Club tenía pensado solo acercarme lo justo, pero lo que son las cosas, tras darme de bruces con el nefasto modo lotería con el que se fichan a los jugadores, tras incontables anónimos, me ha tocado un tal Cristiano Ronaldo. Y CR7 sumado al Neymar que te viene de serie en la Edición 20 Aniversario – acercándose bastante al concepto de Pay to Win, más Lahm, que me tocó del TOTY, también como extra digital, pues la cosa ya empieza a tener cara y ojos y los partidos se disfrutan más.
Pero no quiero hablar de periferias, porque PES nunca ha ido de eso, o al menos a mi no me lo ha parecido. En (casi) todo lo que rodea a la jugabilidad en si, FIFA es absolutamente incontestable. Estas impresiones están centradas únicamente en las sensaciones que el simulador me ha transmitido. A fin de cuentas esas sensaciones son las que me han mantenido enganchado durante años a PES 6 sin hacerme echar de menos ni licencias ni gráficos HD ni similares.
PES 2016 transmite unas sensaciones buenísimas. Comentaba Adam Bhatti que el hecho de que se hayan multiplicado las animaciones y la forma en la que se han entrelazado tiene mucha culpa de que la sensación de control sea superior a lo visto en anteriores entregas, y muy superior si no tenemos en cuenta a PES 2015, el que fue la primera señal de recuperación de la franquicia aunque con regusto de coitus interruptus.
No solo se ha recuperado un sistema de control único, sino que, además, se ha desmarcado de FIFA 16, que sigue apostando por la fórmula a la que lleva apostando cada año desde que consiguió el trono de mejor juego de fútbol disponible. En PES 2016 los pases al hueco, los desmarques, las paredes, los regates y, por encima de todo, el Player ID. Ahí sí que EA Sports no consigue llegar con sus millones y su fantástica producción, a casi todos los niveles – lo de tener actualizadas las plantillas en la build Gamescom y en la demo y que PES 2016 siga esperando al parche es para hacérselo mirar. En PES 2016 jugadores como Messi, Neymar, Cristiano, Thiago o Touré Yaya transmiten que se han creado basándose en sus homónimos reales. En los FIFA nunca he tenido esa sensación, más allá de ese maravilloso gusto por el detalle – los tatoos de Messi me han dejado boquiabierto.
No todo son aplausos, al menos por mi parte. Cada vez que arrancas el juego hay un ritual de validaciones y conexiones online que dura mucho más de lo que me gustaría. Aparte, parece ser que los partidos online no van todo lo finos que deberían; y luego, claro, está la tranquilidad con la que Konami se toma el asunto de las licencias. Para mi, en cualquier caso, lo peor siguen siendo los automatismos que la CPU provoca y que convierten en surrealistas situaciones como jugadores que no consienten en responder a los controles para ir a por una pelota dividida o una efectividad brutal de la CPU en los partidos clave, cuando te enfrentas al ordenador. Pero hay que tener perspectiva. Estas limitaciones, al menos las relativas a la jugabilidad, han estado siempre ahí incluso en los más grandes PES.
PES 2016 es el responsable de que me esté planteando jubilar definitivamente a mi PS2 y al disco de PES 6 que, imagino, estará soldado al lector por no haberlo sacado en años. Recupera muchísimas de las sensaciones que me enamoraron de los PES clásicos, y aunque el margen de mejora es evidente, Konami ha recuperado la esencia que algunos, yo el primero, creíamos ya perdida. Y aunque PES 2016 sea solo el peor de los mejores PES, una cosa está clara: PES ha vuelto, aunque le haya tocado hacerlo en la época aparentemente menos propicia para ello.