El pasado viernes 22 nos íbamos a la cama con la triste noticia (fuente: Gamasutra) de que Gameloft Valencia cerraba sus puertas, sumándose así a la lista de sedes alrededor del mundo que han cerrado sus puertas sin comunicado oficial por parte de las oficinas centrales del estudio galo.
Que Gameloft no está pasando por su mejor momento no es ningún secreto, hace algunos meses nos enterábamos de que está pasando por un proceso de compra de acciones nada amistoso por parte del gigante francés Vivendi SA, conglomerado de empresas al que pertenece Activision Blizzard, entre otras.
Después de haber adquirido el 30,1% de las acciones de la desarrolladora, se podía prever una nueva reestructuración dentro de la empresa e incluso que alguna de sus muchas sedes podría verse afectada por una reducción de plantilla. Pero lo que no se esperaba era el despido de la veintena de empleados y cierre fulminante de la oficina de Valencia, la cual estaba en proceso de selección de becarios y había estado contratando hace pocos meses.
Afortunadamente he podido hablar con algunos de los trabajadores de la sede de Valencia, que prefieren mantener el anonimato debido a lo delicado de su situación de cara a la resolución de su despido y de su futuro más inmediato dentro de Gameloft. Cuando les pregunté por las posibles razones que pueden haber llevado a las oficinas centrales a cerrar su sede, se mostraron confusos. Todos están de acuerdo que el ambiente en la oficina estaba enrarecido desde hacía un tiempo debido a ciertos cambios de personal que habían hecho que el trabajo se retrasara y el equipo se desmotivara frente a nuevos proyectos.
Trabajar en una multinacional de ese tipo no es fácil; los proyectos los asignan “los de arriba”, la organización es muy rígida, todo se decide y aprueba desde París y el progreso del proyecto lo va marcado por la cantidad de cambios que les mandan hacer desde la sede central, con lo que es frecuente que los tiempos de espera se alarguen y los proyectos se eternicen.
Si a esto se le suma una «gestión cuestionable» y «la frustración unánime por parte de todo el equipo», se puede entender que los ánimos estuvieran un poco bajos. Aún así, la empresa seguía buscando gente para continuar el desarrollo del proyecto que llevaban entre manos, llegando a fichar hasta a tres nuevos empleados en las últimas semanas.
Ante la idea de que reubiquen a la plantilla en otras sedes de España o del extranjero, reina la incertidumbre; tienen esperanzas de que así sea, pero no hay nada seguro. Últimamente ha sido muy visible la búsqueda de personal por parte de la sede madrileña de Gameloft, no descartan que pueda haber un hueco para ellos allí, pero no quieren apostar nada.
En lo que sí que parece que concuerdan todos es en su frustración de cara al hermetismo que destilan las grandes empresas desarrolladoras de videojuegos en cuanto a sus gestiones internas y acciones repentinas de las sedes centrales, cuyas tomas de decisiones llevan a plantearme la deshumanización de una industria que le gusta demasiado jugar la carta de ser diferente al resto y sin embargo no lo demuestra.
Desde aquí quiero mandarles todo mi apoyo en sus nuevas aventuras profesionales y muchos ánimos para afrontar lo que les viene ahora.