Yo, Cristian Viver, excolaborador de Meristation, presencio tranquilo la marea que se cierne sobre mi antiguo medio. 6 ó 7 años de trabajo ininterrumpido, incluyendo noches en vela, años enteros sin vacaciones y obligaciones estudiantiles desatendidas, todo ello compensado con los juegos que analizaba, tener el privilegio de cubrir eventos y el poder presumir – lo justo, para no acaparar la atención que otros creían merecer más que yo – de colaborar en un medio como Meristation.
Una burbuja
La ONG de Pep, como la bautizaron cariñosamente las revistas escritas, las cuales se preguntaban, como alguna que otra novia, cómo era posible que tanta gente ofreciera gratis horas y horas de su tiempo a cambio de casi nada. Entonces no entendía cómo era posible que no nos comprendieran.
En honor a la verdad he de confesar algo que he escondido con premeditación y alevosía a amistades y conocidos: durante los últimos meses de mi relación con Meristation percibía una compensación cercana a los 300 euros, correspondiente a mi cargo de coordinador de sección. No creo que pueda llamarse nómina porque no llegaba al sueldo mínimo. Tampoco creo que compensara los costes de compra de consolas, juegos y demás complementos. Ni tan siquiera pago por horas, porque, sinceramente, perdí la cuenta de las horas dedicadas a ese proyecto en el que creía a pies juntillas. Quizá mis padres, que alguna que otra noche se despertaban de madrugada extrañados por ver a horas intempestivas luz en el pasillo, se acordarán mejor que yo. Tanto sacrificio, tantas horas, para que en un E3 todo se fuera al traste cuando mi sinceridad colisionó con la diplomacia de la línea editorial impuesta, dictada por el redactor jefe Ortiz.
Mucho perdí entonces, y aparte de la promesa de compartir un café con el mandamás Sánchez, poco más me quedó. Sí, acaso, un mail de despedida, el recuerdo de los halagos de algún que otro lector, haber conocido a un grupo de Currantes CCA con los que siempre compartiré menos momentos de los que me gustaría y gracias a los cuales conocí a la que es el centro de mi vida (Vane… (l) ) y un par de amistades de esas que duran toda la vida, más que por su solidez, por los momentos compartidos. Como con Toño, con quién he montado este blog. Con otros tan sólo comparto recuerdos imborrables. Ese Starbucks en Los Angeles siempre en mi memoria, señor Acosta…
Efecto Meristation
Pero sobre todo apareció en mí una adicción, un mono a escribir, aún a riesgo que nadie me leyera. A criticar videojuegos, a recibir críticas, a que me engañaran con halagos hinchados y totalmente inmerecidos, a ser apaleado por comentar lo que no me gusta, a ser tachado de Sonyer, Nintendero y Xboxer simultáneamente, a perder el gusto de jugar a algo que no sea el Pro Evolution, a fijarme hasta en el pixelado de las letras de los menús… Por suerte o por desgracia he descubierto una metadona que me va de fábula: escribir en un blog. Por desgracia, supongo que ahora estoy enganchado a ésto y no podría estar sujeto a nuevos railes más restrictivos. Digamos que he vuelto a tropezar con otra piedra, pero ahora por lo menos duermo por la noche. Ventajas de no tener internet en mi piso.
Resumiendo, Meristation es lo peor que me ha pasado como jugador y lo mejor que me ha pasado como escritor vocacional ¿Me arrepiento de haber estado allí? En absoluto, no soy tan hipócrita como para olvidar lo que sentía esos días en los que realmente me creía alguien por escribir dónde lo hacía.
Si cuento ésto ahora es por la coyuntura Prisacom-Meristation, que, cual metáfora extrapolada a dimensiones gigantinas, me recuerda a mi situación y a la de otros que antes o después que yo intentaron alcanzar el cielo, y cuando llegaron a él se dieron cuenta que éste era demasiado gris. Tanto trabajo, tantos sueños, para que llegue el pez grande y se coma al pequeño. Aquí tienes tú mi revista. Escribe, que te daremos algún que otro juego. Aquí tiene usted mis servidores, señor Pep, pero que sepa que su empresa va a ser mía. Porque es una empresa y es rentable. Sobre todo teniendo en cuenta el coste de la mano de obra.
Igual al señor Sánchez le compensa que le compren su sueño, porque dudo que la retribución que vaya a sacar sea equiparable a un puñado de juegos, viajes para trasnochar escribiendo a oscuras en un hotel que pagaba la empresa de juegos de turno o una renta de 300 euros al mes. Pero yo, romántico incorregible, prefiero pensar que no abandonará el barco de Chanquete. Quizá cuando Prisacom intente doblegarle y hacerle renunciar a Meristation y él no de su brazo a torcer por todo el oro del mundo, me de cuenta entonces que esos 6 ó 7 años significaron realmente algo más que el sustentar con mis sueños la empresa de otro. Entonces quizá todo habrá merecido la pena.