Recuerdo como si fuera ayer – o casi – cuando conecté la PSX por vez primera. Lo hice por todo lo alto, en la reluciente y mastodóntica tele de tubo que tenían mis padres en la sala de estar. Era territorio vetado para mis cacharros, yo ya tenía una honrosa tele de 14″ en mi habitación en la que quemaba mi SNES y Megadrive, pero PSX no merecía un estreno menor.
El espectáculo del T-Rex del disco de demos que te venía con la consola y, sobre todo, la magia de Ridge Racer, un juego que parecía una recreativa en casa, me dejó la mandíbula desencajada durante semanas. Yo nunca he sido de juegos de carreras, pero la que lió Namco con la conversión aún retumba en mi cabeza.
Muchas alegrías pero pocas revoluciones
Previamente recuerdo otro momento de flipar mucho y bien. Fue cuando estrené la Super Nintendo con Street Fighter 2 y Super Mario World. Difícilmente tanta calidad volverá a juntarse en un mismo pack. Fue una auténtica sobrada a muchísimos niveles, y recuerdo con veneración las primeras partidas, cómo devoraba cada detalle, cada canción, cada animación, cada FX.
Pero tras PSX, me da la sensación de que la evolución ha sido mucho más tranquila. Sí, muchos highlights memorables, como las primeras partidas online con Xbox, la ciudad viva de GTA III, las 3D de Mario 64 o Zelda OOT, el primer Halo y su mundo abierto… pero ningún nuevo vuelco al corazón, ninguna experiencia religiosa. Desde ese cada vez más lejano 1995 nunca he vuelto a sentir algo similar con una consola. Con PS2/PS3/PS4 la guerra armamentística de la Industria del Videojuego tan solo parece haberse hecho más cara, pero también menos arriesgada. Y en ocasiones lo agradezco, porque experimentos como Wii o Nintendo Switch a mi personalmente me parecen algo alejado de mi ideal de consola de sobremesa.
Un largo camino
La Realidad Virtual, como sueño, siempre ha estado ahí. Hace muchísimos años que en los recreativos como en el New Park de las Ramblas de Barcelona había un par de puestos en los que probar un par de pinitos en la tecnología. Si mal no recuerdo, uno era de boxeo y el otro una suerte de FPS. No recuerdo nada destacable de ellos más que su atrevimiento por intentar sentar las primeras bases de una tecnología que pareció abandonarse durante muchos años. Hasta que Oculus, con su Kickstarter, levantó la veda.
Muchas se subieron al carro, entre ellas la propia Sony. Y fruto de esa iniciativa ha nacido PS VR, unas gafas a las que se les tacha de palidecer en cuanto a potencia – que no en precio o en diseño – con sus competidoras más TOP, la propia Oculus y HTC Vive. Para mi, y por ir empezando con las reflexiones, para mi eso es decir como que Neo Geo salta más alto era mejor que MegaDrive.
La VR es otra historia
La Realidad Virtual tiene otras reglas. Para empezar, hay que tener en cuenta que esto empieza un paso antes del juego en si. La VR va de meterte dentro de la pantalla, de engañar a tu cerebro, de que te creas que lo que tienes delante se puede tocar. Y la PS VR lo hace de sobras. A mi cerebro ya le vacilaba el primer dev kit del Oculus, que estaba a años luz de lo que las gafas de Sony son capaces.
Tras la inmersión tienen que venir los juegos, las mecánicas, pero en VR, claramente, la inmersión es lo primero. Y eso está ahí. Ahora, sobre los juegos en si, sobre las mecánicas, poco a destacar, de momento. Lo que hay está principalmente centrado en presentar la capacidad de inmersión de la tecnología, que es bastante. Y sinceramente, a mi de momento me parece bastante más atractivo colocarme las gafas y babear con los detalles, con la inmersión y creerme que puedo tocar los objetos virtuales, que estoy en otro mundo, que plantearme el participar en algo frenético. Las reglas del diseño de videojuegos en VR tienen que ser otras, no se puede reaprovechar nada, porque sería un lastre.
Inmersión antes que mecánicas
Los juegos gordos vendrán, seguramente precedidos por títulos que beberán de los Walking Simulator, dándoles un protagonismo que en otros sistemas tienen bastante más complicado. Yo personalmente tengo esperanzas en Robinson y en el más marchoso Farpoint, un FPS que pude probar en la Barcelona Games World y que me demostró que, bajando un poco las revoluciones, los shooters no tienen por qué ser necesariamente sinónimo de náuseas y mareos en VR.
Por cierto, si te animas con las PS VR hay varias grandes experiencias en las que no tendrás que invertir ni un euro, pudiéndotelas descargar gratuitamente desde la Store: Allumette, un maravilloso corto de animación, y The Playroom VR, una colección de minijuegos gratuitos que te harán ver que la realidad virtual es otra historia.
PS VR debe mejorar, tanto a nivel software como en venideros Hardware, pero no querer disfrutar de ahora, en su estado, y rechazarla por sus limitaciones es como pasar de Super Nintendo en su momento porque Street Fighter 2 no llegaba al nivel de los arcades. Este es un paso de gigante para la Industria, porque PlayStation y Sony lo tienen todo para convertir la Realidad Virtual en algo mainstream. Y cuando eso pase, la cosa va a avanzar a pasos agigantados. Pocas veces he disfrutado ser más Early Adopter. Esto es el espectáculo más grande del mundo.