Érase una vez un mundo donde la potencia sin control no servía de nada, donde mirabas a un lado y a otro y veías la palabra exclusivo tatuada a fuego, donde todo era para los jugadores y por los jugadores, previo pago de su importe por supuesto. Un mundo ideal , sin mácula, sin tacha. Un mundo tranquilo, sosegado, que de pronto podría ser molestado por un vil usurpador.
Alguien que pretendía, de manera desleal, dar una alternativa a ese remanso de paz. Alguien que proponía algo que incluso pudiera ser mejor que lo visto hasta entonces ¡Sacrilegio! Inmediatamente la maquinaria patria se puso en marcha, la defensa de la nación tenía que ser una, grande y «libre». Dictando cátedra, desechando al de enfrente no por ser mejor, sino por ser diferente. «Es que da igual como sean, pero no somos nosotros», escribían, gritaban, vociferaban algunos.
Era tal el miedo, que todos coincidían, había que decir que no, fuera lo que fuera, pero que no, que lo nuestro es lo mejor, lo miren por donde lo miren. Y si había que agarrarse a un SSD ardiendo pues se agarraba, firmemente, como un mantra repetido mil veces, con la esperanza de que se cumpliera el dicho de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
Mas no era todo Roma en este territorio. Todavía existía una pequeña aldea gala (RIP Uderzo), en la que sus orgullosos guerreros, vestidos con verdes ropajes, intentaban mostrar al resto del imperio sus costumbres y tradiciones. Y hete aquí que llegó el día en que esa voz, apenas susurro al principio, se fue convirtiendo en grito, transmitiendo un mensaje, un contenido que fue calando, en miedo y asombro a partes iguales, entre el resto de ese mundo.
Y el mundo tuvo que escuchar a la aldea, a regañadientes, dando cinco de cal y una de arena. Porque la realidad era evidente, la lógica aplastante, y las conversaciones derivaban de un todo es mentira a un a lo mejor en algo tienen razón.
Por último una conversación, unas palabras se oyeron , intercambiadas entre miembros de ambas facciones. El azul le decía al verde: «Los juegos, los juegos, los juegos, los juegos… y el SSD» , El verde le respondío: «¡Que no te enteras, Flops!»