Resulta curioso, incluso paradójico, que en la generación de la información instantánea, y en la cual se tiene siempre la sensación de que cualquier noticia o información con más de 15 minutos no interesa, o simplemente parece caduca, muchos sectores empresariales continúen insistiendo en una fórmula que se antoja tan obsoleta como absurda: las ferias.
Conforme han ido cayendo los eventos, y pasando los días en la ultima E3 de Los Ángeles, he ido haciéndome a la funesta idea, de que si algún día AKB tuviera la importancia (y por ende recursos) necesarios para acudir a uno de estos multitudinarios eventos, deberíamos replantearnos su utilidad, y evitar por tanto la consecuente pérdida de dinero y tiempo para cubrir una información que por un lado,
se puede realizar perfectamente desde nuestras cómodas casas, y por otro, quizás carezca de la importancia que pueda justificarlo. Y es que, varios días después me sigo preguntando cual ha sido la función que
han realizado los periodistas que han asistido al evento; si se podría haber desarrollado de otra forma o simplemente, y siendo sensatos, si dicho evento tiene alguna utilidad.
Creo que más allá del espectáculo circense, de luces, presentadores chulescos, jugadores de baloncesto y viejas glorias de la lucha libre, sólo queda un cúmulo de imagen y sonido en pequeñas dosis de 30 segundos, que perfectamente se podría presentar ya no por streaming, sino simplemente mediante un mero video a disposición de todos los usuarios en la www correspondiente. Bajo esta lógica, empiezo a cavilar hasta qué punto es necesario también el elemento del periodista, que da la sensación de quedar relegado a poco más que un excitado comentarista, más cercano a la Fórmula 1 que al mundo de los videojuegos, y que ante su evidente prescindibilidad sólo puede animar
a sus lectores con unos cuantos “megatones” desgarradores cual fan de Justin Bieber. Pero claro, todo esto que expongo
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no tendría ningún sentido si mirásemos estos eventos bajo el prisma del artificial y edulcorado espectáculo que son. Un Show, sin más. Una bonita caja con un lazo gigante para dar más empaque a un producto del que
ya conocíamos su existencia hacía meses.
Y es que, el otro tema sangrante ha sido el de la escasa (por no decir nula) presentación de novedades, siempre que entendamos por novedad algo que no se conocía con anterioridad. Si ya de por sí, realizar un evento multimedia se descubre como algo casi estéril en la generación de Internet, el hacerlo de productos que se habían anunciado
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hacía ya no semanas, sino meses, y de los que básicamente se han mostrado poco más que alguna nueva imagen o metraje extra, se convierte en una incongruencia absoluta. Si antes pintábamos al redactor de videojuegos en el papel del innecesario narrador del evento sin sentido, ahora tenemos que buscarle una posición dentro del espectáculo al presentador de turno de las compañías, un personaje con un papel aún más absurdo, y cuya función es la de hacer la pantomima anunciando una lista de juegos de los que ya conocemos desde la portada hasta el monigote que vendrá en la edición sacaperras, pasando por la mitad de los final bosses. Es, en este instante, cuando uno se da cuenta que todas estas ferias, eventos, exposiciones o como queramos llamarlas, están condenadas por necesidad a desaparecer ante la clara muestra de su deterioro e ineficacia para cumplir su función.
Así pues, creo que a día de hoy, ni el periodismo del videojuego, ni las compañías precisan de estos eventos para transmitir la misma información al usuario final, y que los cauces tecnológicos que permite
Internet, con su inmediatez y difusión son de sobra suficientes para cubrir esas necesidades, con el añadido de rebajar los altos costes que ellas suponen y de alejar de ese degradado circo que los videojuegos no necesitan, ni han necesitado jamás.