Remothered: Broken Porcelain es la secuela del notable Remothered: Tormented Fathers. Tras hospedarnos en el hotel Ashmann Inn, queda claro que el servicio tiene mejorar para lograr que volvamos a él. Os contamos el porqué.
El hotel de los horrores
La puesta en escena del juego es prometedora: lo primero que hay que saber es que la historia parte de los hechos acontecidos en Tormented Fathers, aunque es posible disfrutar de ella de manera independiente. Nos encontramos en un hotel en el que, como podéis imaginar, las cosas no van del todo bien. Nos sentimos observados, la ambientación es sobrecogedora y tanto los detalles del escenario como los efectos de sonido rallan a un nivel suficiente como para comenzar a generar una atmósfera que cualquier amante del terror disfrutaría.
En términos jugables, el título de sitúa a medio camino entre un survival horror tradicional y el tan de moda walking horror con el sigilo a modo de piedra angular. No dista demasiado de su antecesor, aunque hay que decir que aquel era un conjunto mucho más equilibrado. Aquí prima el fabricar objetos de distracción para evadir a nuestros enemigos y ganar un valioso tiempo para explorar sin la presión de que alguien —o algo— nos pise los talones.
El gran problema de Remothered: Broken Porcelain reside en dos elementos críticos: la problemática mecánica de sigilo — protagonista absoluta del juego— y algunos bugs que imposibilitan avanzar correctamente. Por un lado, tenemos a unos enemigos que más que miedo, dan risa debido a los problemas de su inteligencia artificial. A veces deambulan en nuestra búsqueda y otras, cuando ya hemos sido detectados, se lanzan hacia nosotros de manera incansable, hasta el punto en el que no siempre funciona correctamente eso de escondernos y esperar a que se vayan. El resultado es una experiencia aleatoria, en la que no tenemos del todo claro si hemos hecho las cosas bien o no, ya que la recompensa no siempre es justa.
Por otro tenemos los citados bugs. Por poneros un ejemplo, en nuestra partida llegamos a un punto en el que teníamos claro nuestro siguiente paso: abrir una caja fuerte para obtener una llave que nos permitiera seguir explorando. Hallar la combinación de la cerradura requería encontrar un número de teléfono, escondernos de nuestro perseguidor y realizar una llamada con la intención de que un técnico nos facilitara el código. El problema vino una vez nos hicimos con él, ya que el punto de interacción con el panel de la caja fuerte no funcionaba; nunca pudimos teclear los números, así que nos tocó borrar la partida y comenzar de nuevo.
No sabemos si a vosotros os ha sucedido algo así, ya que a nosotros sí que nos funcionó la segunda vez que fuimos al mismo punto. El problema es que este tipo de bugs lastran enormemente la jugabilidad, y como no podemos saber a ciencia cierta cuando van a aparecer… pues tenemos un problema, y es grave. Con el sigilo se puede lidiar si nos armamos de paciencia, pero ante este tipo de glitches no tenemos mucho que hacer.
El beneficio de la duda
Sería fácil sentenciar estas líneas resumiendo todo lo expuesto colocando un número —bajo— al final de las mismas. Sin embargo, quien las escribe disfrutó mucho de primer capítulo de la saga, esa especie de sucesor espiritual de Clock Tower que conquistó a muchos amantes del terror con una historia intensa, una atmósfera sobrecogedora y una propuesta jugable que no desmerecía en absoluto a los pesos pesados del género. Por eso, y solo por eso, he decidido dar una oportunidad a Stormind Games. Una oportunidad para coger todos y cada uno de los pedazos de porcelana y unirlos con el pegamento más fuerte de todos: el trabajo. Porque me cuesta dar por sentado que el título se va a quedar en estas condiciones como si nada hubiera pasado.
Actualmente, Remothered: Broken Porcelain está lastrado por diversos problemas; cualquiera que se ponga a sus mandos los va a sufrir. Asimismo, hay que decir que el juego tiene buenos mimbres y cuenta con atractivos suficientes para ofrecer una secuela a la altura de lo esperado. Tocará tener paciencia y comprobar si el estudio italiano es capaz de solventar los inconvenientes que arruinan una experiencia prometedora, pero que todavía no es más que una promesa por cumplir.