La larga espera que tomó Dead Island 2 no sólo nos dejó un juego sólido y disfrutón, sino que desde Deep Silver han conseguido expandir aún más la experiencia de matar zombies en Los Ángeles, o cómo les gusta llamarlos a ellos, Los Diablos.
Una cosa que me gusta de los DLCs es cómo te empalman en el juego base la nueva historia que te quieren contar. Si, por ejemplo, en Fallout 3 veías una nave estrellada, aquí te invitan con una carta misteriosa en una mesilla que aparece en la base en la que estés.
Una vez la recoges, la propia invitación te transporta a otro lugar. Una mansión en un precipicio nos da la bienvenida, colgando como Daniel Handler (más conocido por su pseudónimo, Lemony Snicket) describió para los Baudelaire en una de sus catastróficas desdichas. No se sabe como hemos llegado, pero si vamos viendo que ha habido una especie de fiesta de billonarios, esas fiestas dónde los derechos humanos están en entredicho. Comenzando por obras caras y paredes minimalistas, pasando por las duchas dónde todos los invitados se desechaban de sus posesiones y se disponían a calzarse el cuero.
La cosa se vuelve más incómoda cuando conocemos a Vincent, una cabeza que rebosa un líquido blanco y que nos comenta lo que ya muchos tendrán en la punta de la lengua: son una secta. Nos habla de Konstantin, su líder, de los ascendidos, de que somos la elegida (escogí a Amy para mi partida así que cambia) y, a pesar de no querer tragarme sus palabras… es una cabeza parlante, quiero saber más.
A partir de ahí Haus nos lleva en un viaje a través de una mansión que se retuerce, cambia (menos de lo que me gustaría), que está construida para capricho de un porcentaje pequeño de la población, de monstruos que aunque tengan al final razón o no, no merecen la salvación que buscan.
Recorrer este lugar, y pensar en todas las vidas perdidas, chantajeadas, humilladas entre suelo y techo da una ira que, para hilar, recibe nuestro personaje gracias a los emisores de ira, que te recargan para usar una cosa que si no habéis jugador es spoiler. Muy útil y espero verlo a lo largo del juego (dando un paseo más tarde creo que no he encontrado más).
También podremos conseguir una de las armas más útiles del juego, la ballesta. Si bien tiene poca munición (la podremos fabricar sin problemas) y recarga lento, hace bastantes damages a los zombis. Además, ahora hay cerebros mutados que crean raíces que nos bloquean puertas. ¡AJÁ! ¡PUZLES!
Como siempre no quiero contar más, porque es un DLC cortito – siempre viene bien – y no haría más que estropear las sorpresas que esta mansión de degenerados tienen para nosotros.
Ahora toca el siguiente SoLa. ¡Nos vemos en el festival! [70]