“Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren”, afirmó Jean Paul Sartre. Y no hay frase que pueda resumir mejor lo que Pies Descalzos quiere gritar al mundo. En la actualidad, podemos contar con un amplísimo catálogo de materiales de consulta en relación a las guerras mundiales.
A día de hoy, se siguen atando cabos sueltos, sobre todo con lo relacionado con el nazismo ya que cuando se sabía que Alemania perdía la guerra, los esbirros del Reich intentaron destruir todo rastro de los actos contra la humanidad perpetrados por el régimen. Entre todo este volumen de obras e investigaciones, no contamos, sin embargo, con tantas que hablen de ello en el mundo del cómic y, desde luego, en España no se ven tantas producciones en papel que nos pongan en la retina la barbarie con mayúsculas como lo hace Hadashi no Gen, el título original de la obra que ahora nos llega con el nombre de Pies Descalzos. Con cada página que dejamos atrás, acabamos sobrecogidos con cada situación que viven los protagonistas pero también invita a la reflexión a un público cuya inmensa mayoría seguramente conoce sólo lo básico sobre la catástrofe ocurrida en Hiroshima y Nagasaki un mes de agosto de hace setenta años.
En contra de lo que se podría pensar de un autor que vivió una experiencia tan traumática, el artista Keiji Nakazawa no empezó su trayectoria en el mundo del manga hablando de Hiroshima, de sus experiencias vividas durante la guerra y su condición de testigo con la bomba que segó la vida de 166.000 personas. Fue con su mudanza a Tokio cuando se empezó a dedicar al dibujo a tiempo completo con la realización de historias cortas como Shonen Gao, Shonen King y Bokura, que aparecerían en una serie de antologías de manga. Tuvo que llegar 1966, tras la muerte de su madre, para que el artista se decidiera a revivir en su interior las brutalidades de las que había sido testigo con la intención de mostrarlas al mundo y legarnos una historia única.
Hadashi no Gen vio la luz en Japón en diez tomos de 200 páginas cada uno entre los años 1973 y 1987 a través de la revista Shonen Jump y la editorial Shueisha. En España, la obra de Nakazawa se publicó mediante la editorial Mangaline, aunque fue Otakuland la que posteriormente se encargaría de finalizar la edición. No obstante, la de Mangaline ha sido denostada por la pobreza de su calidad y de su traducción, por lo que este mismo año la editorial DeBolsillo cogió las riendas de un cómic que no había generado apenas ruido en el mundillo editorial español en su momento, le hizo un lavado de cara y pidió al público que le diera la oportunidad que sin duda merece. Otro de los puntos fuertes de la iniciativa de la editorial ha sido publicar la edición con el prólogo escrito en 1990 por Art Spiegelman, el célebre autor de Maus, una obra biográfica del padre de Spiegelman que recomendamos encarecidamente a todos aquellos que estén interesados en el Tercer Reich y de cómo se vivieron aquellos años en los que los perros vivían mejor que los judíos.
Una de las cosas más llamativas cuando abres Pies Descalzos por la primera página es que el estilo de dibujo es muy sencillo y poco detallista. Ni siquiera cuando Nakazawa nos dibuja personas con la cara derretida o que tienen que recoger la piel que se les va despegando del cuerpo nos brinda escenas desagradables o explícitas. Y es aquí cuando te das cuenta de que no necesitas ver nada más para estar completamente horrorizado. Al utilizar un trazo de este estilo, es probable que el autor lo que quisiera era que el lector se centrase en el contenido más que en la forma, pensando en las ilustraciones como complemento de la historia que se cuenta sin que destaque como elemento principal. Esto ya lo podíamos ver en Maus, donde Art Spiegelman tampoco empleaba un trazo excesivamente elaborado para relatar su historia, ni las escenas que podían haber sido ciertamente macabras tienen lugar –pudiendo perfectamente haber echado mano de este recurso para atraer la atención del lector-, y es algo que seguramente la mayoría agradezcamos.
En cuanto a la narración, se podría decir que es bastante lenta ya que la tensión real del conflicto y sus consecuencias no aparecen hasta la mitad del tomo o quizá incluso un poco más adelante. Para algunos lectores el ritmo narrativo será perfecto y para los más impacientes puede que se alargue demasiado. Esto ocurre debido a que Nakazawa preparó muy bien la introducción del relato y no sólo mostró directamente la acción principal que atañe a toda la historia sino que también quiso describir el lugar, Hiroshima, así como las gentes que vivían allí y la perversión y el nacimiento de sentimientos negativos en el ser humano como consecuencia del miedo. Por ello, a través de Pies Descalzos conocemos también una sociedad que ha sufrido muchísimo por intentar ser leal a su país y que, aunque sepan que la guerra está perdida, la mayoría no duda en seguir creyendo las falacias que les llegan de parte de sus superiores y continúan muriendo, con orgullo, para honrar la patria gobernada por su dios-emperador.
Por otro lado, el relato se centra más en los diferentes acontecimientos que en los propios personajes. Aunque podemos sentirnos identificados con algunos, creo que Nakazawa lo que quería era precisamente todo lo contrario, que no existiera esa catarsis, debido a que no está narrando la realidad de la familia protagonista; está contando lo que le ocurrió a miles de familias ese día por lo que la identificación con los personajes puede llegar a ser absurda cuando se intenta relatar una realidad colectiva. Los personajes simplemente son los guías que nos dan la mano a través de la historia, lo que no deja de sorprender al ser un relato tan personal para el artista ya que todos los que surgen en la narración fueron personas de su entorno más cercano, e incluso habiendo utilizado a sus propios padres cono hilo conductor de la trama.
Hadashi no Gen es una obra muy especial, de fácil lectura gracias a que los capítulos tienen una duración idónea para llevárnoslo en el metro y a cualquier sitio por si podemos arañar unos minutillos para leer.
Ahora bien, que sea de fácil lectura no implica que también sea igual de sencilla de digerir y es más que probable que cualquier lector deba volver a leer la obra para alcanzar a comprender todos los mensajes y puntos relevantes que se pueden extraer. Calificarla de obra maestra es una afirmación demasiado precipitada todavía ya que es un relato que hoy por hoy, sin haber podido catar todavía la segunda parte –de las tres que conforman esta reedición- que saldrá este mismo mes, no sabemos cómo puede terminar ni si Nakazawa resuelve la trama de manera magistral o nos deja a medias. Lo que está claro es que el autor es un narrador excepcional además de no haberse centrado únicamente en lo que “a todo el mundo le importa” y que abarca de la caída de la bomba en adelante, sino tomando equitativamente el antes, el durante y el después. Sin haber pasado por las tres etapas, la probabilidad de que el lector se hubiese perdido o se hubiese formado una idea errónea habría sido mucho más alta, mientras que con la descripción de parte de la sociedad de la época, el carácter y pensamiento general de las personas y su forma de vida, hemos podido alcanzar a comprender un poco mejor lo que pasó en una guerra terrible que solo interesaba a los mismos de siempre y que dejó en una cruda miseria económica y humana, también, a los mismos de siempre.
Tan duro como necesario para concienciar de los horrores de la guerra.
Gracias Marina por compartir esto!
Interesante artículo, que nunca faltan cenutrios que se piensan que la guerra en la realidad es como en un videojuego. Tal cual, es acojonante.
¿Recordáis aquella escena de ‘Lo que el viento se llevó’ en la que, tras declararse la guerra, los «pollitos» del Sur se lo tomaban casi como algo romántico?
En esa época es comprensible, además de sentimientos varios. Bien. ¿Pero ahora? flipo. Y es algo que vengo comprobando desde siempre, imaginad en estos tiempos de agilipollamiento y de «pikis». Tela.
Bien, Marina.