Eran las navidades de hace muchos años. Llegó a casa una flamante Gamecube en un pack inolvidable, Mario Kart Double Dash y Zelda Collector’s Edition con todos los Zelda de sobremesa hasta la fecha a excepción de A Link to the Past.
Hacía tiempo que quería pasarme a Nintendo tras ver los juegazos de N64 y esta fue la mejor forma posible de hacerlo. Por si no fuera poco, al día siguiente llegó otro juego, un juego totalmente opuesto a los que llegaron el día anterior, Disney’s Magical Mirror Starring Mickey Mouse. Me dispuse a probarlo y vaya decepción. Se trataba de una aventura gráfica, género que nunca había tocado. Y claro, ya en ese momento lo valoré negativamente. Además, el juego tenía una pinta de infantiloide que no veas. ¿Qué hice? Lo abandoné. Formó parte de mi estantería de juegos durante toda la generación GC para luego ser guardado junto con los otros juegos de la consola en un mueble. Así quedó durante mucho tiempo hasta hace un año.
En nuestro grupo estábamos ya cansados de jugar siempre a los mismos juegos cuando nos veíamos, así que nos propusimos jugar a juegos single player todos juntos. Empezamos con Deadly Premonition, juegazo con el que nos desternillábamos cada dos por tres con las peripecias del agente York Morgan. Tras pasarnos el juego sentíamos un vacío en nuestro interior y tuvimos que buscar otro juego que lo sustituyera. Y un buen día mientras estaba haciendo limpieza a fondo me dio por mirar los juegos de GC. Y ahí lo encontré. Se me encendió la bombilla y lo traje a casa de mi colega. Todos se llevaron las manos en la cabeza, se imaginaban lo que iba a pasar. De todas formas, encendimos la consola y empezamos a jugar.
La sensación al principio fue algo rara. Ya no había tanta aversión por jugar a una aventura gráfica, en especial tras jugar a juegos de la talla de Monkey Island, así que no nos costó tanto ponernos a los mandos. De todos modos, lejos quedaban aquellos tiempos en los que cualquier juego de Disney significaba calidad, como aquel Magical Quest o Mickey Mania de Super Nintendo.
Magical Mirror empieza con una secuencia introductoria en la que nos ponen en contexto. Un buen día Mickey está durmiendo plácidamente en su habitación cuando de repente su ¿alma? se levanta ya que un fantasma – el malo del juego – sale de su espejo y le hace señas para que entre. Una vez ahí, se encuentra en una habitación que será parte de la casa en la que la acción transcurrirá. Desde ese momento, el fantasma le hará todo tipo de bromas. ¿Por qué Mickey no da marcha atrás y vuelve a su casa? Porque no puede, el fantasma romperá el espejo por el que tiene que volver y la misión de Mickey será recuperar todos los fragmentos del espejo que, sorprendentemente, viajan al espacio exterior para luego volver a un rincón de la casa.
¿Cómo lo hará? El juego tiene mecánicas de aventura gráfica y point & click. En su travesía podrá conseguir estrellas que servirán para activar trucos. Estos trucos pueden ser activados en determinados eventos. En cuanto la pantalla se vuelva negativa, nos preguntarán si queremos activar el truco. En caso positivo, Mickey hará gala de su habilidad (o torpeza) para conseguir superar algún obstáculo o descubrir un fragmento de espejo, por ejemplo. La idea está bien, da algo más de dinamismo al juego.
El problema principal es que es extremadamente fácil y lento de jugar. Más que jugar, parece que estemos viendo una película con escasos toques de interactividad. Y a veces es peor que eso. Algunas secuencias son extremadamente repetitivas. Cada vez que recogemos uno de los fragmentos de espejo desperdigados por la casa tenemos que tragarnos una secuencia de un minuto viendo dicho fragmento viajando a toda velocidad por el espacio para luego llegar a la habitación de al lado. Y eso unas doce veces.
Además, Mickey tarda unos dos segundos en reaccionar por cada acción que se le manda hacer y a veces en cuanto llega al destino le da por quedarse quieto y tenemos que darle otra vez al objeto en cuestión con el que queremos interactuar, ya sea una puerta o una estrella. Para acabar este juego tendremos que armarnos de mucha paciencia. Nosotros conseguimos acabarlo porque al fin y al cabo estábamos todos juntos y mientras jugábamos íbamos hablando de nuestras cosas, pero jugar a esto estando solo es un verdadero suplicio y todo un reto que desafiará vuestra paciencia.
También nos encontramos algún que otro minijuego que está bien, pero tampoco mata. Suponen un soplo de aire fresco frente la lentitud del juego y acaba siendo lo mejor del disco. Bajar una montaña esquiando, un concierto de rock con jugabilidad a lo DDR (en lo de pulsar botones) o una lucha con hadoukens y shoryukens como guiño a Street Fighter (el juego fue desarrollado por Capcom) son algunos de ellos.
Cómo olvidar el multiplayer del juego. En este juego hay la opción de conectar un segundo mando. Pero no os ilusionéis, no se trata de controlar a otro personaje ni nada parecido. Siguiendo la filosofía del juego nos encontramos con el llamado modo niños, vamos, es el mismo juego pero con un puntero extra controlado por un segundo jugador. Sirve para que un padre juegue con su hijo y le guíe. Para otro tipo de público sirve para, básicamente, tocar los huevos, ya que el puntero extra tiene la facultad de coger el puntero principal y arrastrarlo donde quiera.
Vale, el juego gráficamente no está mal para su época, pero peca de simplista. Un punto positivo es que va a 60 fps, pero con la potencia de Gamecube la mayoría de juegos iban así. El público objetivo son niños de 3 a 6 años, no buscan gráficos PC masterrace, pero texturas un poco más detalladas hubieran sido de agradecer, al igual que un Mickey mejor hecho, ya que a veces en vez de ser una mascota inteligente parece justo lo contrario. En el apartado sonoro brilla un poco más. Tiene músicas estilo Disney que pegan totalmente con la temática del juego y son agradables de oír, lo mismo pasa con los efectos de sonido, los típicos sonidos de caída, salto, golpe y más.
En cuanto a la duración, se hace demasiado largo para lo que es. Unas cuatro tardes enteras, en su gran parte provocadas por lo que comentaba anteriormente, secuencias de vídeo eternas y el largo tiempo de reacción de nuestro protagonista a nuestras órdenes. Y todo esto a pesar de que el jugador sea una persona adulta que sepa cómo controlar al personaje. El ejemplo perfecto de que más largo no significa mejor.
En definitiva, si se valora Magical Mirror como un juego para niños pequeños (3-6 años) no está mal. Gráficamente se ve bien y tiene situaciones divertidas para que los más pequeños se lo pasen en grande con Mickey Mouse. Pero en cuanto se crece un poco más se descubren todos los fallos que acarrea. Decir que valoro el conjunto teniendo en cuenta el público al que va dirigido. No obstante, si tenéis niños no dejéis que empiecen con este juego. Yo empecé con Sonic 1 y aquí estoy, escribiendo sobre videojuegos y disfrutándolos como el que más.