Seguramente tenga una opinión poco popular cuando pienso que el lanzamiento de una barbaridad de juego como es Rise of the Tomb Raider en exclusiva para Xbox One durante un año es un golpe de efecto por parte de Microsoft. Este movimiento iba a implicar resultados inesperados, y en cierto sentido lo ha hecho.
Cuando leemos que Rise of the Tomb Raider, que está dejando con un sabor de boca estupendo entre aquellos que ya lo han podido probar, se ha quedado lejos del Top-3 de ventas en el Reino Unido, quizá lo fácil es pensar que hay algo que ha fallado. Sí, hay algo que ha fallado, pero creo que es precipitado hablar de fracaso.
En primer lugar, los datos: menos de un tercio de unidades vendidas en correspondencia a las acumuladas por Tom Raider (2013) en el mismo periodo de tiempo. Dicho de otra forma: Tomb Raider (2013) vendió en su inicio el triple que el por ahora exclusivo para la máquina de sobremesa de Microsoft.
Pero claro, hay que leer la letra pequeña. Por aquel entonces se vendieron 186.000 unidades con más de 200 millones de usuarios con el hardware necesario para ejecutarlo; mientras que ahora se trata de poco más de 15 millones de personas las que tienen la máquina que mueve el regreso de Lara.
¿A dónde quiero llegar? Antes dije que en cierto sentido sí hablamos de un fracaso comercial, pero esto no es nuevo ahora; Square Enix ya dijo en su momento que el reboot no había vendido nada bien teniendo en cuenta lo que tenían en mente. De este modo, ahora, viendo la luz solamente en una plataforma, era imposible que esos titulares no fueran a producirse.
Me gustaría saber qué ha fallado, pero desde luego podemos descartar que todo se deba a la calidad del juego. Con eso a mí me basta, pero es una pena que no haya conseguido calar entre el público actual.