Sayonara Wild Hearts, una pirotécnia musical sin precedentes

Menudo viajecito. No recuerdo la última vez que un juego me mantenía en semejante trance de principio a fin. Para un videojugador apasionado de la música como yo es difícil no caer rendido ante el trabajazo de este estudio sueco. Los ritmos y melodías que suenan en cada nivel me han enganchado sin remedio, la pirotecnia visual acompaña a las mil maravillas y si tuviera que elegir una palabra para definir la experiencia jugable sería… «smooth». Pero eso es en inglés. ¿Suave como la seda? ¿Fluído? Además de vibrante y excitante. No se que clase de droga psicodélica se meten en Suecia, pero esta es mierda de la buena.

Portada del videojuego Sayonara Wild Hearts de Simogo

Bromas aparte. Está claro que detrás de toda esa psicodelia que pasa ante nuestros ojos se esconde una mente lúcida que la dota de significado y profundidad. Nada que da forma a este arcade musical está ahí «porque sí». Todo lo sonoro, lo visual y lo interactivo casa perfectamente. Desde luego no se puede negar que, con juegos como Gorogoa o What Remains of Eddith Finch entre sus protegidos, Annapurna Interactive es una editorial con muy buen ojo. Menuda colección de joyitas se trae.

El tema es que después de finalizar la primera ronda de Sayonara Wild Hearts fue cuando supe, indagando por la web (quién me lo iba a decir) que los de Simogo eran los mismos que crearon Year Walk. Entonces me encajaron ciertas piezas en la cabeza.

Antes de meternos en harina, un pequeño inciso sobre Year Walk. Esta es una pequeña aventura point & click sobre la mitología sueca. Una obra humilde que me llamó la atención hace ya unos 5 años por la profundidad que atesoraba su aparente sencillez. Por un lado, lo recuerdo como un juego realmente intuitivo que sabía aprovechar la simbología humana universal para transmitir sensaciones y emociones a través de varios relatos de la mencionada mitología. Una de esas obras que conecta con naturalidad con tu «psique». Por otro lado, se sentía genuino. ¿Que a qué me refiero con eso? Pues a que sí, bebe de la tradicional fórmula point & click, pero que se sirve de él de manera que pueda transmitir su propio mensaje a su manera. Los de Simogo dejaron su propia impronta con Year Walk y el de Sayonara Wild Hearts es exactamente el mismo caso.

El videojuego Year Walk de Simogo

Corazón virtual

Como el mismo Simon Flesser (creativo del estudio) indica en una entrevista a DualShockers, al principio tenían en mente «algo más oscuro y más misterioso» en el que planteaban fases jugables en las que podías «controlar a la protagonista libremente a pie». Pero a medida que el factor musical fue cobrando más fuerza en las mentes de los desarrolladores suecos, la idea de un juego de estilo arcade empezó a cobrar más y más sentido. Decidieron que querían hacer algo más directo, que estuviera en constante movimiento y que el género del arcade sería la herramienta ideal para contar su historia. Contar una historia con un arcade. Menuda locura, ¿no?

Viendo el resultado se puede decir claramente que esta última obra del estudio sueco es un arcade; sin embargo nos quedaríamos cortos, porque es mucho más que eso. Para empezar es un arcade musical donde los apartados sonoros y puramente mecánicos van completamente de la mano. Una fórmula que sirve cual vehículo para la pequeña historia que Simogo nos quiere contar.

Como toda historia, por supuesto, esta tiene su protagonista: una chica a la que le han roto el corazón y que se ve arrastrada involuntariamente a un viaje al interior de su ser. Un viaje en el que, por ponerlo de alguna manera, se enfrentará a sus propios fantasmas. Una especie de representación «ayahuesca» (si me permitís la expresión… y la comparación) en toda regla. Pero claro, ¿cómo demonios representas eso con un género como el arcade?

Captura del videojuego Sayonara Wild Hearts de Simogo

Muchos videojuegos arcade se separan en diferentes pantallas en las que en un tiempo concreto atraviesas un espacio concreto con el objetivo de conseguir la mayor cantidad de puntos posible. Pues Sayonara Wild Hearts coge esa fórmula y le da su propia forma, usando las pantallas del videojuego como capítulos de una historia. Al mismo tiempo, esos capítulos se separan en diferentes actos y voilà, tenemos el esqueleto.

Si obviamos tanto el prólogo como el epílogo, contamos con cinco actos principales. Pero en lugar de «darle al pause» entre actos y narrar las diferentes partes del viaje de una manera tradicional, los suecos apuestan por una narrativa más intuitiva. De hecho, se podría decir que el único recurso narrativo tradicional es la carismática voz en off de Queen Latifah (sí, Queen Latifah) que escuchamos al principio y al final del juego. El transcurso del relato, en cambio, se narra mediante las canciones y, sobre todo, el apartado visual que las acompaña.

En la mencionada entrevista, Flesser señala que Sayonara Wild Hearts se sirve de la simbología del tarot con conceptos como el destino o el futuro subyacentes en todo el imaginario que da forma al mundo del juego y que ayudan a darle un motivo, una definición a la odisea de la protagonista. Cada carta tiene su significado y estas perfilan los diferentes «actos» que construyen el relato. «El diablo» que tienta a la protagonista para adentrarse en la oscuridad, «los amantes» como reflejo de su relación idealizada y causa de su desazón… o «el loco», la identidad del espíritu libre que acoge en su ser la misma protagonista.

Al mismo tiempo, al igual que una pantalla es un capítulo de la historia, ese capítulo también es una pieza musical. Es más, los diferentes niveles se listan cual canciones en un álbum conceptual, reforzando el planteamiento de separar el relato en pequeñas partes que en su conjunto la dotan de un orden y un significado. El resultado: un despliegue audiovisual que se siente vivo. Una experiencia tan visceral como sólida que pocas veces he podido disfrutar en un videojuego.

Captura del videojuego Sayonara Wild Hearts de Simogo

Ritmo salvaje

Cada acto tiene su temática y sus situaciones concretas, lo que se traduce en potencial para otorgar variedad y frescura a la estética y las mecánicas jugables de la obra. Pero, ¿lo aprovechan? Ejem… SÍ.

En Sayonara Wild Hearts corremos, volamos, conducimos motos y coches y montamos ciervos y dragones a través de agujeros de gusano, en carreteras oníricas, bosques o callejuelas urbanas. Los escenarios y las situaciones con las que tropezamos son diferentes, pero se sienten de un mismo mundo. Los ritmos y las melodías son numerosas y a la vez armonizan en torno a una misma identidad sonora. Asimismo, gozamos de una variedad increíble de mecánicas jugables que, más que un surtido de minijuegos, se sienten como maneras diferentes de explorar un mismo universo.

No hay un nivel que no brinde una nueva manera de experimentar el factor arcade de esta maravilla indie. Su brevedad, minuciosa construcción y las diferentes maneras de vivir su acción arcade lo convierten en uno de los títulos más rejugables que he tenido el placer de disfrutar a los mandos.

El juego te invita a estudiar cada milímetro de cada escenario y recorrerlos reiteradas veces hasta que te quedes satisfecho y nunca, jamás se hace pesado en absoluto. Esta fluidez y frescura no serían posibles de no ser por lo bien hilados que están todos los apartados que forman el juego en su totalidad: desde los diseños artísticos y conceptuales de los niveles, pasando por las mecánicas y los elementos omnipresentes como los corazones que suman puntos a nuestro marcador, hasta, por supuesto, la música. Para que os hagáis una idea, el pop electrónico nunca supo emocionarme… hasta hoy. En serio, no puedo enfatizar lo suficiente lo mucho que valen estas canciones. Escucharlas fuera del juego ya es la mar de disfrutable y dentro de él alcanza un nivel superior. Una lista de auténticos temazos compuestos por Daniel Olsén (entre otros) que recomiendo encarecidamente.

Sayonara, héroe

En resumidas cuentas, coger un género tan tradicional como es el arcade (que es prácticamente pura mecánica) y usarlo para transmitir semejantes sensaciones es de traca. Con Sayonara Wild Hearts he tenido una sensación constante de liberación y de pleno disfrute, y no he soltado el mando hasta superar la última pantalla. No hay muchos juegos que consigan eso.

Captura del videojuego Sayonara Wild Hearts de Simogo

La manera en la que se mezclan la música y toda la representación visual resulta en una pirotecnia tan hipnótica como emocionante. Es lo más cercano a esa sensación que sentimos los más melómanos al sumergirnos en el ritmo y la emoción de una melodía que he experimentado jamás en un videojuego. Esa sensación de éxtasis, de sentirte volando con una enorme sonrisa en la cara. Pues exactamente eso. Para los mal pensados, no, no hablo de drogas. Aunque hay una pantalla en el bosque con unas setas que… bueno, mejor descubrirlo por vuestra cuenta. En la web tenemos otro comentario al juego, por si no le habéis echado un ojo. Pero en definitiva: si no lo habéis jugado aún, ya estáis tardando.

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