Shadows of the Damned, es un título que a priori, puede crear una expectativa positiva, a tenor del ilustre elenco de genios que integran el equipo de desarrollo. Entre ellos se encuentran nada más y nada menos que Shinji Mikami, padre de la –para el que suscribe- mejor saga de juegos jamás creada: Resident Evil, a Suda 51, la extravagante y bizarra mente creativa tras No More Heroes (del que no puedo decir que tenga mi beneplácito) y Akira Yamaoka, posiblemente el mejor compositor de videojuegos. Así pues, ante semejante plantel de prodigiosas mentes, uno no puede esperar más que uno de esos juegos que acaben convirtiéndose en un caballo ganador.
Pero desgraciadamente SotD es uno de esos casos que constata que la genialidad es un efímero compañero del artista y que un nombre (o tres) no asegura nunca la calidad de un producto. El problema es que SotD peca de un aglutinado de defectos que salpican prácticamente cada uno sus apartados desde el jugable hasta el gráfico, pasando por el concepto y la realización técnica.
Comenzando por su primera baza, el de la historia, ya nos encontramos con el primer indicio de que SotD emana en exceso de viejas ideas y conceptos y nos trae a la mente a -a mi entender sobrevalorado- Brütal Legend. Se nos embucha en el traje de un macarra y tatuado cazador de demonios, con la arrastrada idea de viajar a un ultramundo de demonios y demás seres pro malignos, con el siempre eterno fin de rescatar a nuestra damisela, capturada, cómo no, por el rey de los malignos. Rock, Metal, cuero, custom bikes con calaveras parlantes, chulería a más no poder y algún que otro insulto acorde a semejante estereotipo. Nada nuevo bajo el Infierno.
Continuando con el primer aspecto que entra al jugador nada más ponerlo, el apartado gráfico no tiene muchas pretensiones, funcionando bajo un ya achacoso Unreal Engine 3 al que la generación de la HD empieza a pasarle factura y que simplemente cumple con la función de ejecutar un entorno que sólo se sostiene por su original (que no genial) ambientación. Sin embargo, si hay algo que sorprende en el apartado técnico de este título es el reducido tamaño de su mapeado y sus estanciasy un sobreintencionado concepto retro que nos sumergen continuamente en un déjà vu con mixturas de The House of the Dead, Resident Evil 4, Nightmare Creatures, Silent Hill y los 32 bits, que no hacen más que dejar ese sabor agrio para la mayoría, pero dulce para aquellos de excéntrico paladar. Eso sí, SotD entiende sus limitaciones y casi deja entrever sin demasiado disimulo que no pretende ser nada más que una autocomplaciente extravagancia de sus creadores.
En su apartado jugable tampoco oculta ser un calco de viejas ideas, como la acción en tercera persona fusilada de Resident Evil 4 y 5 y una versión light del desmembramiento táctico de Dead Space a la hora de eliminar a los demonios, acompañado por la necesidad de crear luz para hacerlos vulnerables (o directamente hacer que desaparezcan) a nuestros disparos (¿Alan Wake?). La forma de avanzar se ha simplificado a ir recogiendo ciertos objetos que nos permitirán abrir las correspondientes puertas con las que avanzar, pero que en esta ocasión y debido al mencionado tamaño de los escenarios, nos obliga a realizar dicha tarea de forma continua y a mi gusto excesivamente repetitiva. Otro añadido es el de las zonas de oscuridad, una especie de puertas dimensionales que nos obligarán a recorrer en el menor tiempo posible, al ser mortal una larga exposición en la misma, y que os recordará a los paseos de Isaac Clark por el exterior del Ishimura en Dead Space. No puedo terminar con el aspecto jugable sin mencionar que el sistema de apuntar de SotD no es automático como cabría esperar, sino que nos obliga continuamente a buscar el objetivo mientras esté en movimiento, algo que hace un flaco favor a a la jugabilidad, al verse entorpecido por un sistema de cámaras no muy bien ajustado (también en parte por lo reducido de las estancias).
En cheap viagra el aspecto sonoro, pese a ser muy bueno y acompañar a la perfección la ambientación y temática desenfada del título, no está a la altura de lo que cabría esperar de un genio como Yamaoka, aunque
podemos perdonárselo si aceptamos que una BSO como la de Silent Hill no tiene cabida en un juego
con un planteamiento
claramente humorístico pese incorporar elementos gore y una ambientación sombría.
Pese a todo lo enumerado, SotD no es un mal juego, por la simple razón de que no intenta algo que no es. Si entendemos sus limitaciones y pretensiones quizás consigamos superar el hype (y en esta ocasión lastre) que supone su nómina de creadores, y pasar un rato divertido con él. Ahora bien, no esperéis encontrar nada más allá de ese Frankestein que asume ser, sin complejo alguno.