Hollow Tree Games nos presenta Shape of the World, un viaje de lo más particular en el que la vida florece a nuestro paso y la naturaleza cambia de forma en función del camino que tomemos. Un viaje difícil de explicar con palabras.
Sin hacer uso de ninguna presentación o puesta en escena que nos explique qué somos o por qué estamos en lo que parece un extenso prado, aparecemos sin precio aviso en un lugar en el que el tiempo parece estar detenido. Un lugar que, por alguna razón, se muestra carente de color; carente de vida. Ni el césped es verde, ni el cielo presenta un tono azulado. Lo único resaltable que vemos en la distancia se muestra como una especie de pirámide o triángulo. Está ahí, más cerca de lo que la perspectiva nos hace creer.
A estas alturas, si hay algo que resulta evidente es que dicho triángulo —o cómo lo queramos llamar— es una puerta pero, ¿qué nos espera tras ella? Tampoco es que tengamos otras opciones a nuestro alrededor… Sin más dilación, nos dirigimos hacia ella con la intención de encontrar una respuesta o, más bien, una salida. No sabría definir si lo que encontramos tras pasar bajo su estructura fue realmente una salida, lo que sí puedo asegurar es que tras ella aguardaba el mejor superpoder de todos: el de crear vida.
De repente, el prado se convirtió en un pequeño bosque. Algo había cambiado, y es que con nuestro caminar, las plantas florecían a nuestro alrededor y las montañas dibujaban nuevas formas en el horizonte. No estaba claro si era algo que podíamos controlar, pero dar varios pasos y presenciar el crecimiento de los árboles resultaba tan extraño como gratificante. Además, el entorno en el que nos encontrábamos parecía haber adquirido un poco más de colorido… aunque teníamos la sensación de que aún faltaba algo por hacer.
Una vez nos acostumbramos a ver que todo lo que nos rodea modifica su aspecto y forma conforme nos movemos, no pudimos evitar la tentación de correr, saltar, volver atrás y jugar con las posibilidades de esta nueva característica. No es fácil de explicar, pero uno siente cierta alegría cuando comprueba que todo lo que le rodea le acompaña y cobra vida al son de sus movimientos. Tal vez, la intención de Hollow Tree Games no sea otra que la de hacernos sentir una especie de ente de la creación; un dios.
El único objetivo claro y conciso que encontramos durante nuestro viaje en Shape of the World no es otro que alcanzar un nuevo portal y, cómo no, cruzarlo con la intención de descubrir qué nos espera tras él. Estos portales pueden avistarse desde la distancia, en forma de una especie de triángulo que se dibuja en el horizonte y que, una vez nos acercamos a sus inmediaciones, se materializa en tiempo real hasta formar una pequeña puerta. En algunas ocasiones, una misma zona puede albergar varios portales y no todos son necesarios para avanzar, aunque solo uno de ellos hace las veces de pasaje entre un entorno y otro.
Probablemente, el título que tenemos entre manos tenga todas las papeletas para ser calificado como eso que a veces llamamos «simulador de paseos». Sin embargo, Shape of the World no solo nos propone caminar; también nos permite crear, destruir y hacer uso del entorno para desplazarnos de diferentes maneras, dando lugar a una experiencia mucho más interactiva de lo que uno puede intuir cuando es testigo de los primeros compases del juego. Además, y aunque forma parte de su mecánica principal, también tenemos a nuestra disposición una serie de coleccionables que nos obligan a explorar los límites de cada emplazamiento.
A lo largo y ancho de nuestro viaje, vamos encontrando grupos de unos objetos brillantes que conforman la colección de cada una de las semillas que podemos reunir. Con ellas en nuestro haber, tenemos la posibilidad de lanzarlas al suelo y ver como un nuevo árbol crece en cuestión de segundos. Aunque el mero hecho de sembrar vida ya es más que suficiente como reclamo creativo, la realidad es que, curiosamente, el siguiente paso después de haber creado no es otro que destruir; si pulsamos el botón de acción mientras apuntamos a un árbol, éste desaparece mientras somos propulsados a gran velocidad. Esto resulta muy divertido una vez aprendemos a encadenar «destrucciones», llegando al punto de sentir que somos capaces de volar.
Cuando vamos acercándonos al final de nuestro viaje, quizás llega el momento de reflexionar y preguntarnos qué hemos hecho. Hemos emprendido una travesía, hemos llegado al final del camino y, durante el mismo, hemos destruido toda la vida que hemos creado. ¿Por qué? Cada jugador es libre de interpretar el mensaje y poner ambas cosas en una balanza. ¿Ha merecido la pena contar con el poder de la creación si luego pretendía borrar del mapa todo rastro de vida? Curiosamente, lo único que no podemos alterar es el reino animal y, personalmente, creo que la decisión no podía ser más acertada.
Shape of the World es una propuesta bastante interesante. Un viaje de lo más excéntrico en el que el jugador es el encargado de hacer que la vida florezca, aunque la manera de facilitar dicho viaje no sea otra que destruirla. Con un apartado visual de lo más llamativo y un inteligente uso de la música, el título de Hollow Tree Games se antoja sumamente recomendable para todos aquellos que busquen algo diferente. [75]
Lo tengo en Switch, es una maravilla moverse a través de ese mundo abstracto y surrealista festival de sonidos y colores. Uno de esos videojuegos que aparece cada mucho tiempo y que nos hace olvidarnos de las típicas mecánicas y enseña que hay mas cosas que la competicion y los final boses.