Watch Dogs 2 se centra en las mecánicas, como ya hizo el primero. Pero a diferencia de su predecesor, uno de los protagonistas más infames de los últimos E3, llega sin las pretensiones del predecesor, con una estética fresca, muy gamberro y en un punto medio en personalidad entre Saints Row y GTA. Y eso es un win.
De menos a más
Y eso que las cosas no empiezan especialmente bien, IMO. La primera hora de juego me ha parecido algo confusa, porque consiste básicamente en una misión de sigilo en la que todo está muy controlado. Y es que donde realmente brilla Watch Dogs 2 es cuando se nos suelta la mano y se nos permite freestylear, ya sea en el mundo abierto o en alguna de las misiones principales o secundarias.
Luego se torna, en la práctica, tan cafre como quieras. El hackeo, que es la base del juego, no tarda en desvelar sus posibilidades en el mundo abierto, que acaba convirtiéndose en una jaula de ratones con los que experimentar. Así, desbloquear los diferentes «poderes de hacker» constituye la principal motivación para jugar a Watch Dogs 2. Y es que estas habilidades posibilitan que cada misión se pueda plantear de muchas formas diferentes – y no, no es una forma de hablar. Sigilo, fuerza bruta, hackeo, enviar a la policía o a las bandas rivales a hacer el trabajo sucio… el catálogo de posibilidades es tan amplio como variado.
Viajar por el mundo virtual sin rumbo fijo, un mandamiento para los jugadores de los sandbox, es una opción para desconectar del no parar de misiones principales, secundarias y online que Watch Dogs 2 nos propone, aunque se nota que el juego no está planteado para vagar libremente sino para liarse la manta en la cabeza con cualquiera de los retos preprogramados. Ojo, y no me parece mal. Aquí siempre hay algo que hacer, y cuando no, explorar el mapa para desbloquear dinero, ropa o puntos de experiencia hacker es una opción nada desdeñable para liberar algo de estrés. A nivel artístico, el juego de UbiSoft es brutal. Es tremenda la forma en la que el estudio saca partido de una ciudad ya de por si tan carismática como es San Francisco, interpretándola bajo un enfoque con un toque noventero en el que todo y todos parecen reclamar su cuota de atención, con un uso de la paleta de colores que pide a gritos que admires cada detalle, que te deleites con cada plano.
Una producción muy vistosa
Y es que gráficamente está muy cuidado. Solo hay que ver al protagonista, que aunque al principio tenga un aire genérico que le pasa factura a nivel de carisma, no tardará en convertirse en un agradecido maniquí en el que colgarle la tremenda colección de trapitos virtuales a las que tendremos acceso. Lo reconozco, tengo una debilidad especial por todo lo relacionado con alterar el aspecto de tu alter ego. Así, además del gran acabado de los personajes, la variedad de prendas disponibles convierte el rellenar el armario en una maravillosa – y cara – misión ¿terciaria? tan voluntaria como gratificante.
Hablando de misiones, en casi todo sandbox estas muchas veces están pensadas para obligarnos a recorrer los escenarios para presumir de localizaciones. Watch Dogs 2 no es una excepción, y explota a la perfección el estar localizado en San Francisco para hacer babear al jugador con estampas conseguidísimas. Quizá no impresiona el acabado técnico, pero el resultado, como cuadro, es espectacular.
Un sandbox de nivel
Watch Dogs 2 se puede tomar de varias maneras, pero cuando realmente brilla es en la experimentación. No es ni de lejos una experiencia de mundo abierto tan redonda y brillante GTA V, IMO, pero tampoco lo pretende, porque sus armas son otras. Si te gusta hacer el gamberro en los sandbox, el juego de Ubi difícilmente te va a decepcionar. Descubrir cómo de malo puedes ser es una tarea que te puede durar muchas horas, bastantes como para amortizar la inversión. Yo llevaré unas 10 y sigo encantado con el paquete.
Ya me ha quedado claro que es mejor que la primera parte pero de calle. La pregunta es: ¿Merece la pena el primero?
A mí el primero me lo dejó un colega… y me aburrí.