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Hyrule, una invitación a la conquista

Zelda: Breath of The Wild (Nintendo, 2017) lleva un mes entre nosotros y sigue tan vivo como el primer día. Tras el aluvión de críticas positivas, ha sido encumbrado como un juego memorable, y muchos se preguntan si es mejor que Zelda: Ocarina of Time (Nintendo, 1998) llevándolo a la liza de los mejores juegos de la historia.

El Hyrule de Zelda Breath of the Wild, un mundo a conquistar

Una franquicia legendaria

Este es un discurso manido y que se da con casi cada Zelda, un discurso que se repetirá en el tiempo, siendo precisamente este el que pondrá al juego en su lugar. Aunque no nos cabe ninguna duda de que tiene un hueco en el panteón del videojuego.

Todos hemos podido leer, aquí o allá, la magnífica ejecución que realiza el juego con el mundo abierto. Resumiendo, en Zelda: BOTW se rompen las barreras, no hay caminos prefijados y si ves algo a lo lejos, ten por seguro que puedes llegar. Pero es en la escalada y las montañas donde se encumbra este mundo abierto. Cualquier cima puede ser coronada, sólo depende de nuestra resistencia o del camino que elijamos, a menos escarpado más posibilidad de encontrar un lugar en el que reposar para continuar el ascenso. La obstinación del jugador es clave, tanto como la manera en la que Nintendo nos insinúa que vayamos un poco más arriba; si persistes, lo conseguirás.

Hyrule, una invitación a la conquista

Explorar el mundo de Hyrule es un placer en sí mismo sin necesidad de nada más, se siente un mundo orgánico en el que la mano del hombre, de los diseñadores más concretamente, no hubiera intervenido. Es de sobra conocido el caso de No Man’s Sky (Hello Games, 2016) el cual crea su universo de forma procedimiental, dando como resultado algo inabarcable. Aunque es imposible de recorrer al final se le acaban viendo las costuras y la mezcla de elementos tan dispar dan lugar a orografías inverosímiles y que acaban chocando frontalmente con el jugador. Y no solo orografias, su vegetación y fauna también sufre de estos males.

Por contrapartida, en Zelda: BOTW todo está mimado y la casualidad es fruto del diseño, pero un diseño que desconocemos, un diseño que parece el destino y no un complejo algoritmo. Si el título de Hello Games acaba por hacer sentir que nuestra labor de pionero no es más que un teatro, a cambio, el juego diseñado por Aonuma y su equipo nos hace sentir como verdaderos exploradores, consiguiendo que nos sorprendamos con cada montaña o valle.

Un orgasmo jugable

Llegar a la cima, tropezar y caer entre dos montañas, caminar tras una cascada, adentrarnos en un bosquela magia aguarda en cada uno de estos sitios y son notas de piano reconocibles las que empujan un poco más allá esa sensación de aventura única para el jugador. Podría el piano ser la voz de un mudo Link, un Link que exclamase: «¡por fin!». Por fin he coronado esta cima, la cual te regala un atardecer y un descenso en paravela con el viento acariciando tu rostro y despertando el deseo de una nueva escalada.

Trepar una nueva montaña mientras buscas la zona óptima para alcanzarla, que la lluvia entorpezca tu ascenso, pero aun así sigas adelante, y entonces… la lluvia se disipa, un arco iris se ve a lo lejos, el piano, de nuevo el piano, y tú, el protagonista de una aventura única dispuesto para el siguiente paso. Un pequeño momento, una sensación inigualable.

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