Si me esfuerzo un poco puedo recuperar alguna de las sensaciones que tenía cuando era un chaval y tenía Megadrive en casa. Joder, hasta creo recordar el olor del mando, al que religiosamente devolvía a su bolsa de plástico tras cada partida, o del interior de las cajas de los juegos. Chuparos esa, juegos digitales.
La traicionera nostalgia
También recuerdo el respeto reverencial que me embargaba al enchufar la consola con Sonic, escuchar ese ya mítico «Seeeeeeegaaaaaaa» y jugar al que fue, para mi, uno de los mejores plataformas que he jugado nunca. Sus secuelas a mi personalmente no me dijeron nada, y poco tengo que decir de su progresivo desgaste en la búsqueda de una reinvención que Nintendo con Super Mario se empeña en hacer parecer sencilla.
Por ello, el ver el gameplay en Green Hill (me niego a traducirlo) de Sonic Forces me ha hecho soñar despierto. Ganas de ver en qué queda el juego final, aunque esto signifique reconocer que Sonic no tiene más vida allá de la icónica imagen recorriendo Colina Verde. Joder, al final lo he traducido…