The Last Remnant llegó a España precedido por el revuelo suscitado por la nota conseguida en Famitsu: 38/40. Esta valoración, no demasiado corriente, es menos habitual de ver aún si tenemos en cuenta que se trata de un juego exclusivo de Xbox 360. Y si ya añadimos el hecho de que se trata de un RPG desarrollado únicamente para la consola de Microsoft, el cocktail resultante es todo un acontecimiento que, por lo que parece, no ha calado en la prensa occidental. Me ha costado, pero al final he encontrado, gracias a horas de juego, ese status de super juego que Famitsu deja entreveer en su valoración. Así, The Last Remnant se me ha antojado como un grandísimo RPG nada alejado de las excelencias de los Final Fantasy más virtuosos. Pero sobre todo nivel jugable, pues está perfectamente estructurado y consigue algo que la obra de Sakaguchi no pudo ofrecer: Una jugabilidad muy adictiva coronada por una curva de dificultad totalmente gradual. Lástima de esas texturas parpadeantes y de los continuos y cansinos tiempos de carga…
A diferencia de mi tocayo, estoy disfrutando enormemente The Last Remnant como hacía mucho que no disfrutaba con un RPG, y es el primero que realmente me ha enganchado en esta current-gen. Y es que el juego de Square-Enix no revoluciona en ningún apartado – aunque la profundidad de sus combates podría considerarse como un intento de añadir complejidad y posibilidades a los manidos enfrentamientos por turnos – pero consigue atrapar a los que somos unos enamorados de eso de ir recopilando objetos, comerciar con ellos, acabar con cuantos enemigos mejor para aumentar la experiencia, etc. Vamos, que The Last Remnant, opino, me parece la mejor opción para los que tengan mono de un action RPG de corte clásico para Xbox 360 y no acabaron de engancharse a Blue Dragon o a Last Oddyssey.
Eso sí, ya os digo que no enamorará a todos por igual. Los que sean como Roswell y prefieran arrancarse un dedo de la mano que ver un flickering no disfrutarán con The Last Remnant, porque muchísimas de las texturas, repito, petardean cosa mala. Además parece que la gente de Square-Enix ha querido vender caro cada logro y conseguir desbloquear cualquiera de ellos os costará unas cuantas – bastantes – horas de juego.
Un más que respetable score sonoro, un apartado artístico a la altura – aunque parece reaprovechar diseños de los Final Fantasy, y, sobre todo, una jugabilidad que encierra una adicción prodigiosa son los ingredientes que, según mi opinión, acaban por convertir a The Last Remnant en el mejor RPG japonés que he jugado en la current-gen.