A quien Dios se la diere San Pedro se la bendiga. La censura, la estúpida, incomprensible y anacrónica censura. Esa que hace que en algunos países la sangre sea de color verde y las arterias carótidas estén más secas que el desierto de Almería. GTA IV llegó a Australia con un filtro antimanchas que prevenía los compradores de tener posibles secuelas psicológicas si la sangre salpicaba las calles virtuales de Liberty City y que impedía intuir las generosas curvas de las trabajadoras de los night clubs en su máximo esplendor.
Este pasado día 17 los australianos se llevaron una sorpresa mayor que la de ver a un koala comiéndose un muerciélago: el milagro The Lost And Damned limpiaba de censura los discos de GTA IV y si cualquiera que adquirirera la experiencia descargable, alehop, un truco digno de David Copperfield volvía a traer la experiencia completa, con sangre borboteante de las heridas de balas inflingidas por Niko Bellic.
Pero todas las monedas tienen dos caras y mientras que TLAD limpiaba de opacos filtros moralistas los gloriosos deuvedés de Grand Theft Auto IV, los amigos alemanes e ingleses recibían un injusto e inesperado regalo: la aparición de esa capa de pintura que evita que los no tan niños contemplemos sangre virtual. Parece ser que el filtro-antifiltro-censura de TLAD se ha aplicado en tierras teutonas, británicas y también españolas de forma accidental por ser, al igual que Australia, territorio PAL. ¿Accidente mal intencionado o no? Sea como fuere, el mundo sería más sencillo si limpiásemos de sangre la realidad y dejáramos los videojuegos al margen de caprichosas políticas que en favor de la moralidad no hacen más que obligar a agudizar el ingenio para obtener el ocio tal y como fue concebido.
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