Ayer estuve jugando con Norritt y con Willorh a Twisted Metal para PlayStation 3, la última iteración de la franquicia de David Jaffe, líder de Eat Sleep Play. Nunca me he considerado un gran fan de la franquicia, pero ayer, durante la hora en la que estuvimos jugando los 3, sólo recuerdo que hubo un momento en el cuál me gustó lo que estaba viendo: la intro.
Twisted Metal para PS3 es una experiencia caótica. La acción es a saco, sin concesiones, y en los escenarios los adversarios aparecerán de cualquier lado disparando todo su armamento contra nosotros y contra el resto de vehículos. Por los niveles, al más puro estilo Shooter, hay desperdigados Power Ups para recargar munición. Y realmente hacen falta, porque para conseguir destrozar un vehículo enemigo no bastará con impactar en ellos con un par de disparos, sino que requerirán toda nuestra potencia de fuego. Ahí quizá radica el punto que menos me ha gustado del juego de Jaffe: los enemigos resisten los ataques que da gusto, convirtiendo la experiencia de juego en una orgía de destrucción que, me consta, tiene sus seguidores, pero no me contéis entre ellos. No entraré en consideraciones técnicas, pero visualmente está desfasado (malo) y el online permite 16 jugadores simultáneos (bueno).
Y no creo que sea un problema del concepto, porque, salvando las distancias, me lo pasaba teta con el primer Destruction Derby…