Tras un E3 que justo acaba de terminar no podemos si no rendirnos ante la cantidad de juegos que se nos han presentado, ya que al fin y al cabo es lo que queremos los jugadores, ¿no? Pero hay uno en especial, un juego que ha hecho temblar los cimientos del mismísimo Convention Center de Los Ángeles.
Un juego al que ni le ha importado el Project Scorpio de Microsoft, ni la ristra de juegos, sin fecha, de Sony. Un juego que ha agitado las Redes Sociales muy por encima de cualquier otro juego presentado en la feria, un juego que ha tenido colas de ocho horas para jugar a demos de cinco minutos. Y ese juego no podría ser otro que el último Zelda.
The Legend of Zelda: Breath of the Wild, que así se llama el nuevo juego de la exitosa franquicia de Nintendo, ha barrido en el E3, pero la cuestión aquí es por qué ha ocurrido esto; qué hace tan especial y único a cada Zelda. Hay sagas que con una trilogía ya muestran síntomas de agotamiento, pero Zelda se muestra incansable tras treinta años siendo uno de los reyes del mundo del videojuego. Pasan los años y pasan los juegos, pero Zelda se mantiene siempre Zelda, a la par que fresco e innovador. Cada juego comparte con su predecesor, y su sucesor (aunque aún no lo sepa), un vínculo, un enlace permanente. Comparten historia, personajes, su amor por el arte, diversión, mecánicas… Y cuando llega un nuevo juego de la saga sabes que vas a jugar a un Zelda, la esencia está ahí y, aun así, todo lo que se respira parece nuevo.
Los pequeños cambios son una constante para que esta fórmula funcione, pero para seguir viva durante tantos años la saga también ha pasado por cambios sustanciales, siendo el principal el salto a las tres dimensiones con Ocarina of Time. Hasta ahora… pues Zelda pretende llevar su magia al que se ha convertido en el género por excelencia de la presente generación, el del Mundo Abierto. Zelda ha sabido reinventarse con el trascurso de los años, pero nunca nos ofreció una libertad tan abrumadora como se nos promete para Breath of the Wild. Y, sin embargo, lo nuevo huele a viejo. El propio Eiji Aonuma, productor del juego, ha reconocido que su inspiración para este mundo abierto era volver a los originales, a los juegos de la NES, en los que el jugador podía moverse libremente por el mapa, dentro de las limitaciones de la época. Zelda vuelve a casa sólo para ir más lejos. Una conexión permanente dentro de su propio mundo y a través del desarrollo de sus videojuegos.
En ese desarrollo pareciese que Zelda viviese en un ciclo sin fin que no deja de mejorarse, y de conquistarnos. El ciclo se repite, la historia vuelve para ser contada una y otra vez sin ser siempre la misma. Pero la mayor conexión con cada juego, a nivel individual y dentro de la saga, es el propio Link, el héroe mudo personificado en nosotros. Somos los héroes de la historia. En cada juego, cuando el mal resurge, la leyenda nos cuenta que un héroe surgirá de su sillón de jugón para agarrar el mando y derrotar al villano. Y ahí estamos nosotros, dispuestos a enlazar nuestras vidas con la del maravilloso mundo que despliega ante nosotros cada nuevo Zelda. El propio Shigeru Miyamoto reconoció que el nombre del protagonista, Link, fue escogido pensando en ese vínculo con el jugador, nosotros somos el héroe. Tal vez sea por eso que cada vez que se anuncia un nuevo juego nos sentimos ligados a él, conectamos con la saga porque sentimos que sus aventuras son las nuestras. Tal vez no empuñemos la espada con nuestras propias manos, pero prestamos nuestra voz a Link y con valor derrotaremos una vez más al mal. Juntos, somos el Héroe. Estamos enlazados para esta aventura y todas las que estén por venir.