Limbo es una fábula en blanco y negro. Bella, corta, sensitiva. No necesita de un tutorial, ni siquiera de una simple frase de introducción para transportarnos a un mundo onírico y repleto de peligros. Una sombra que se despierta en medio de un oscuro bosque y que debe buscar su destino con nuestra ayuda. Simple, sencillo, minimalista. No necesita nada más para cautivar. Sin complejidades en un esquema de control que no es necesario siquiera explicar.
Solos ante el peligro, la ausencia de un tutorial que parezca provenir de un dios todopoderoso como es costumbre hoy día sirve para acrecentar la sensación de haber llegado al mundo perdidos, desorientados y desamparados. De ahí el primer logro oculto del juego. El Limbo es un lugar atroz, cruel, enfermizo. Que nadie se deje engañar por una primera, falsa, impresión de serenidad. Hay decenas de formas de perder la vida, o el alma, en sus confines. Atravesado por la pata de una gigantesca araña, aplastado, triturado, despedazado, golpeado, electrocutado, ahogado, desmembrado.
Si por algo destaca Limbo es por su concepción visual, por su precioso diseño artístico, por la magia que desprende en sus gráficos. No hay espacio para el color, sólo para un efectista blanco y negro. El protagonista, una sombra de ojos blancos, es, sin embargo, más expresivo que cuantos machos hormonados e hipervitaminados encontramos en los títulos bélicos. Sus animaciones están cuidadas al detalle, así como las decenas de formas en que se puede desintegrar durante su aventura.
Para acompañar la espectacular ambientación la parte sonora tiene su importancia. Apenas hay música, sólo el silencio del viento acariciando las hojas, el crujir del suelo ante los pasos de un insecto gigante, el amenazador ruido de unas cuchillas que se desplazan para arrebatarnos el último hálito de esperanza.
Limbo es una mezcla de puzles y plataformas, con más importancia a los primeros que a las segundas. Pero que nadie se asuste, el nivel de dificultad nunca llega a ser escandalosamente escandaloso y el sistema de grabado automático siempre guarda memoria ante un inminente peligro. De esta forma no es complicado terminarse el juego en unas tres o cuatro horas la primera vez. Sin embargo, a pesar de su absoluta linealidad, uno se queda con las ganas de volver a intentar uno de los logros que nos incita a terminar el juego de una sentada con cinco muertes o menos.
Y permitidme la libertad de no contaros nada más. Prefiero que lo hagáis vosotros mismos. No se me ocurre ninguna excusa para no lanzarme a por él y disfrutarlo si vuestra economía os lo permite.