Este mundo en el que vivimos se configura desde la previsión de un horizonte tecnológico que parece aplastar cualquier otro porvenir que no sea con promesas de distopías algorítmicas, modificaciones genéticas o una realidad del desasosiego donde la ciencia ficción haya hecho todo su trabajo de capitalismo brutal y corporativo.
¿Realmente esto es así? Autores fantásticos como Michel Nieva (Buenos Aires, 1988) en obras como Ciencia Ficción Capitalista (2024) piensan que los intentos de la ciencia ficción por repensar nuestro presente han tenido que ver más con el triunfo de la economía a cualquier precio que con la verdadera mejora revolucionaria de los medios de vida. ¿Podemos revisionar una alternativa de estos futuros cyberpunk que no sea desde el fracaso, desde la construcción de una sociedad peor que la nuestra?
Así, Cyberpunk 2077 emerge no solo como una obra de entretenimiento, sino como un manifiesto estético y político. Este juego, desarrollado por CD Projekt Red, rescata y resignifica la narrativa cyberpunk, transformándola en un espacio de crítica y posibilidad. Lejos de perpetuar un fatalismo tecnológico, el juego utiliza la estética del género como herramienta revolucionaria para imaginar futuros alternativos, desafiando las estructuras de poder y proponiendo nuevas epistemologías del ser y del habitar.
Night City, la metápolis [1] en el centro de Cyberpunk 2077, es más que un escenario: es un organismo cíborg, un palimpsesto [2] donde lo humano y lo maquínico convergen, colisionan y coexisten. Las calles de la ciudad son un entramado de tecnología y deseo, un espacio donde el cuerpo individual se expande hacia lo colectivo a través de las interfaces tecnológicas. La ciudad será nuestro centro de teoría, pues si la ciudad es enferma per se, todo lo demás también lo es.
Esta representación es una crítica abierta a las estructuras capitalistas que pretenden encerrar al sujeto en una individualidad productiva y alienante. Night City, con su caos y su hiperconectividad, propone una ontología [3] distinta: los córtex y los implantes no son solo herramientas de explotación, sino también de emancipación. El código binario y las redes se convierten en medios para construir comunidades fluidas, para resistir a la imposición de un “yo” inmutable y normativo, una nueva imaginación que parte desde la sensibilidad individual para llegar a un campo de lo colectivo urbano, de habitar el espacio de las ciudades como algo nuestro y no ajeno, no desde la turisficación masiva o la migración, sino desde la apertura total para todos. Pues la ciudad es capaz así de manifestar todos sus bienes.
La ciudad es un cuerpo y debemos reapropiarnos del cuerpo. Uno de los elementos centrales del juego es la personalización extrema del cuerpo. El avatar del jugador, V, no solo se define por su apariencia o habilidades, sino también por su relación con la tecnología. Esta modularidad corporal está basada en las ideas de Donna Haraway (Denver,Colorado, 1944) sobre el cíborg como figura posthumana que desafía las categorías binarias de género, raza y especie. En Cyberpunk 2077, el cuerpo deja de ser una entidad fija y se transforma en un lienzo para la expresión, la resistencia y la experimentación.
Esto es el planteamiento queer por excelencia: la posibilidad de alterar géneros, fisionomías y capacidades plantea preguntas fundamentales sobre qué significa ser humano. La biología deja de ser destino; el sujeto se construye y reconstruye, reafirmando su capacidad para resistir y reimaginar las normas sociales y biopolíticas que buscan regularlo. Y todo ello se puede dar desde la ciudad otorgadora de bienes que cambia su cuerpo para adaptarse al medio, para alimentar a los cuerpos que habitan en ella en un gran proceso de simbiosis. Tampoco hay que pecar de ingenuidad, pues del mismo modo que esta posibilidad de futuro puede ser generosa, también puede representar un futuro nocivo en el que las desigualdades sociales del ahora se acentuén, como prueba Michel Nieva.
El género cyberpunk, por otro lado, siempre ha estado marcado por una relación paradójica con el sistema: critica al capitalismo tardío mientras se nutre de sus estéticas y narrativas. Cyberpunk 2077 lleva esta tensión al límite, al retratar una sociedad dominada por megacorporaciones y vigilancia totalitaria, pero también llena de actores que resisten desde dentro. Los edgerunners, hackers y rebeldes que pueblan Night City no buscan destruir el sistema desde fuera; lo hackean, lo subvierten y lo utilizan para abrir grietas en su estructura. En este sentido, el juego invita al jugador a participar en actos de microrresistencia: cuestionar las narrativas dominantes, encontrar formas de solidaridad en un entorno hostil, y descubrir la agencia en medio de la opresión. Estos gestos pueden parecer pequeños, pero en su acumulación residen las semillas de un cambio radical que también puede ser la llave de nuestro presente despolitizado.
Cyberpunk 2077 nos recuerda que la tecnología no es intrínsecamente opresiva; su significado depende de cómo se use y quién tenga el poder para hacerlo. Al apropiarse de la estética cyberpunk como un espacio de experimentación política, el videojuego nos invita a imaginar futuros donde la tecnología no sea una herramienta de control, sino de liberación. En el contexto actual, donde la tecnología se percibe a menudo como una amenaza existencial, la estética cyberpunk ofrece un contrarrelato: un lugar desde el cual imaginar lo imposible.
Cyberpunk 2077 no es solo un reflejo de nuestras ansiedades contemporáneas; es un llamado a la acción, una invitación a hackear el presente para reescribir el futuro. Si la distopía es el sueño del poder, la utopía es la resistencia de quienes se atreven a soñar más allá de sus límites. El futuro no está escrito en piedra, sino en código: un código que podemos reprogramar para imaginar medios más justos, solidarios y sostenibles. Ojalá sea así: este es mi propósito para los años que vendrán.
Almudena Anés (Linkedin) es una narradora española especializada en arte, videojuegos e identidad. Trabaja desde la escritura para indagar la fragmentación y el simulacro.
[1] Metápolis nombra aquellos fenómenos urbanos que, sobrepasando la escala metropolitana, se desligan de cualquier soporte territorial para basarse en redes de interconexión compuestas por transportes visibles y medios de comunicación invisibles. Bajo la denominación de metápolis, adquieren atributos urbanos todos aquellos espacios que, perteneciendo a la ciudad o no, cumplen la condición de tributar sus recursos, fuerzas de trabajo y hábitat a la metrópolis garantizando su funcionamiento cotidiano. Enlace para volver al texto.(fuente)
[2] Palimpsesto es un manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. Enlace para volver al texto. (fuente)
[3] Ontología es la rama de la filosofía que se dedica a reflexionar sobre los modos esenciales de existencia de las cosas. Por ejemplo, le es esencial a un triángulo para su existencia el estar conformado por tres ángulos. Enlace para volver al texto. (fuente)