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Aventuras y desventuras de un periodista de esto de los marcianitos 4: Friki

Relato de ficción inspirado en algo parecido a la realidad

Poca gente, quitando a los chavales adolescentes que todavía no saben lo que cuesta comprarse un piso, respeta a los periodistas del sector. Tus compañeros te miran como un bicho raro, un freak intrusista que se encarga de rellenar secciones muchas veces marginadas de la prensa generalista. L@s relaciones públicas – o púbicas, porque hay cada una que le cuesta menos bajarse la falda que enviarte el juego que llevas 4 días pidiéndole – te ven como un mal necesario, pero un mal al fin y al cabo.

Intentan que caigas en la dinámica de regalos, favores, relación semiprofesional semipersonal en la cual se cree un vínculo imaginario – imaginado por ti, ellos saben bien lo que están haciendo – gracial al cual te sepa mal puntuar negativamente sus juegos. Pobrecitos, que se van a quedar sin curro. Él/ella nunca lo haría. Y una mierda que no. Y las tias de la discoteca… Esa mirada entre perdonavidas e incomprensión: ¿Me has visto cara de prostituta? Pues la verdad, no lo sé, porque no tengo visión X en los ojos y no puedo atravesar la capa de maquillaje con la que te has embadurnado. En vez de soltarles ésto me apunto mentalmente que quizá la próxima vez sería mejor que no fuera de ligue con la camiseta de Final Fantasy.

A l@s relaciones públicas les cuesta nada y menos irle con la cantinela al director de tu revista y cantarles la caña por haber acogido en su seno a un fanboy que pone a parir* sus juegos (*poner a parir=poner menos de un 9). Da igual que en el pasado hayan comparado tu pluma con la de Cervantes, por haberle puesto un 9 y pico a la enésima iteración de una serie que, de tan quemada, ya hasta su portada parece casi igual que el resto de títulos de la saga. Vamos, que el manual te lo sabes de memoria porque es el mismo desde la primera entrega.

Sí, la misma Industria no nos respeta. El mundillo para el que trabajamos incansablemente y que defendemos a ultranza en todas las conversas en las que salen asesinos en serie que se inspiran en GTA o pequeños delincuentes apaleaniños que son adictos a Canis Canem Edit, nos preferiría muertos y enterrados a estar por ahí criticando a sus juegos. Nos desprecian de una manera tan explícita que sólo les falta denunciarnos al tribunal de la Haya. Ni el mismísimo Will Wright nos quiere. Y es que en los Sims, si queremos que nuestro personaje tenga una carrera de periodista, lo primero que hará será criticar videojuegos en una revista. El peldaño más bajo es escribir sobre videojuegos. O sea, es como decirle a un chef que empiece su carrera profesional repartiendo pizzas en una bici. No es que considere que mi trabajo requiera una especialización equivalente a un ingeniero de la NASA, pero de ahí a considerar que somos los últimos monos… Aunque, realmente, si me pagaran en cacahuetes por lo menos no tendría que rebuscar en el fondo de la nevera cada vez que mi estómago decide hacerle caso al reloj y tener hambre cada 8 horas.

Eso de los cacahuetes me ha vuelto a recordar a los relaciones públicas. Cuando quieren hacer hincapie en lo bien que va vuestra relación – es decir, que hace un tiempecito que no han llamado a tu Director o que todavía te mantienen en su lista de prensa -, pues te envían, sin motivo aparente, una chuchería. Una edición especial de tal juego, unos pósters chulos o incluso una invitación para asistir a una presentación en la que lo único que tienes que hacer es beber, comer y divertirte. Vamos, como todas las demás presentaciones con la diferencia de que cuando vuelves a casa no tienes que escribir las 5 lineas de rigor.

Regalos frikis ara un friki como yo. Sí, lo tengo totalmente asumido. Soy un friki. Si me paso un fin de semana entero encerrado en casa jugando a algo no considero que haya malgastado el finde. Las tias de videojuegos como el DOA Xtreme me ponen cachondo. Tengo las estanterías llenas de muñecos, a los cuales, eso sí, les pesa más el polvo que han acumulado que las armas de plástico que portan con la indiferencia de lo inanimado. Pero vamos, no pasa nada. No considero que ser friki sea un insulto. Prefiero ser friki a ser hipócrita, por ejemplo. O gafapasta, que es lo mismo que ser hipócrita pero con requerimientos mínimos: dinero, ideas políticas prefabricadas y una edad no demasiado alejada de los 30.

En fin, que cada vez me cuesta entender menos porqué sigo sin novia, mis amigos son los de siempre y mi curro cada vez me quema más. La misma mierda de siempre. Aunque, tras tantos años, creo que ya me he acostumbrado al olor. O por lo menos estoy en ello.

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