Después de casi un largo lustro, por fin nos llegó el nuevo y esperadísimo título de Hideo Kojima. Un juego con una premisa extraña, rutinario como pocos y con un argumento algo rebuscado para el jugador medio, que encima tiene que superar una criba hasta que el juego es realmente divertido.
Un juego de sensaciones
Pero cuando por fin se supera ese obstáculo, llega la compensación. No sólo me refiero al verdadero arranque de su interesante historia (con un reparto espectacular), también a las sensaciones que transmite Death Stranding mientras “sólo” transportamos carga de un punto a otro. Me refiero a soledad vagando en un mundo en ruinas, la inquietud ante un camino que no sabemos donde nos llevará o la introspección entre jugador y personaje al analizar lo hechos de la historia mientras intentamos escalar picos en medio de una ventisca. También a la colaboración entre otros jugadores, aparentemente invisibles, reconstruyendo el país que añoran.
Cómo no, debo añadir al conjunto la mención de su increíble banda sonora, el genial apartado gráfico y artístico, o su larga duración. Es cierto que es un juego que tiene ciertos fallos (como dije en su análisis), pero en general supera estos inconvenientes. Qué duda cabía, claro que Death Stranding es un claro candidato al GOTY 2019 en Akihabara Blues.