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Crónica tras 24 horas de Final Fantasy XIII

Final Fantasy XIII

Ésto no es un análisis del juego completo, porque no me lo he pasado. Aún. Espero hacerlo, un día de éstos, o de aquellos, tras probar otros juegos y meter a éste otras 24 horas. Mínimo. Porque a Final Fantasy XIII no se le puede tachar de ser precisamente un juego corto. Incluso, según como te pongas, durante el primer día natural de juego, que es de lo que puedo hablar, porque del resto no he visto nada, hasta puedes acabar pensando que Final Fantasy XIII tiene poco de juego.

Al menos de lo que hasta ahora entendíamos por juego. Algunos me han dicho que ahora es cuando empieza lo bueno. A ellos les respondería que lo que he visto hasta ahora está muy bien, y si a alguien no le gustan esas 24 horas previas a «lo bueno», demasiado peaje me parece gastar un día de tu vida esperando a que la cosa se anime.

Final Fantasy XIII, hasta donde yo he visto, tiene mucho de película. Y de pasillero (el concepto de perderse pierde todo el sentido aquí). Se gusta en los primeros planos, se regala en los diseños, se luce en los matices de la trama. Hasta los personajes protagonistas, aparentemente faltos de carisma en un principio, acaban revelándose como ricos en matices y personalidad.

Porque Final Fantasy XIII es una superproducción, nadie lo puede negar. Un Final Fantasy como no se había visto hasta el momento. Algunos dirán «Y aún suerte». Yo digo que Square Enix ha reinventado la serie, aprovechar la potencia de las máquinas de esta generación y ha convertido la decimotercera entrega en un producto de incuestionable valor, al menos cinematográfico. El problema es que las ideas se han quedado en la presentación y no en el propio juego. Y claro, eso ha levantado ampollas entre los que no han sabido – o no han querido, simplemente – aceptar que lo que propone Final Fantasy XIII puede ser entendido como un nuevo género.

De juego, en la concepción original del término, lo concedo, hay bien poco, al menos, repito, durante las dos primeras decenas de horas de juego. La experiencia jugable se reduce a los combates en los que únicamente controlaremos directamente a un personaje e, indirectamente, a 2 más, como mucho. Combates por turnos, premiados, por cierto, con un sistema de experiencia enfocado a las habilidades y no al personaje. Los combates, por otra parte, no están mal, aunque sus carencias se hacen más evidentes al ser el único habitat de la jugabilidad en el juego.

Final Fantasy XIII deslumbra, pero no como estábamos acostumbrados a que lo hiciera. Es una evolución del concepto de Dragon’s Lair, de esos juegos de MegaCD que intentaban impresionar al personal con sus inacabables vídeos en imagen real, de Escape From Cyber City. No es un producto para todos los públicos pero a mi me está gustando como superproducción. Como juego, prefiero esperarme a acabármelo para emitir un veredicto, porque hasta ahora he visto más bien poco. Y eso que llevo un día entero de juego. Ouch.

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