Dark Souls 3 aún no ha llegado a nuestro país, pero, para el que os va a escribir estas líneas, se ha convertido en un auténtico clásico en las pocas semanas en los que lo he devorado o, más bien, él a mí.
En los últimos días he podido disfrutar, como un crío, de esta gran experiencia que supone el morir una y otra vez presa del enemigo, quizás no por sus habilidades, sino por nuestros fallos, y es que allí donde muchos dicen que Dark Souls es difícil yo aclaro que no es así, sino que quizás estamos ante el juego que más castiga los fallos del jugador de la historia de esta industria, que ya es bastante larga.
En otros Dark Souls podíamos decir que esta dificultad se debía en parte, a que el control en ocasiones era un poco torpe (sobre todo en Demon y en el primer “Dark”) pero esto es algo que no es real en Dark Souls 3, el título más ágil y con mejor control de toda la saga, algo que notaréis muchísimo si venís de Dark Souls 2 o que percibiréis como una clara evolución de Bloodborne si venís del exclusivo para PS4.
Y es que el juego de From Software y Bandai Namco para la consola de Sony le ha hecho mucho bien a la saga estrella de la compañía que ahora logra alcanzar niveles, a nivel jugable y de ambientación, que hace bien poco eran solo un sueño para los aficionados a Dark Souls. Como os digo, la primera mejora la encontramos en cuanto al control y a la fluidez del personaje, que responde ahora mucho mejor a lo que le mandamos con nuestro mando y que cuenta con mejores transiciones entre movimientos, ya sea ejecutando golpes con las armas, esquivando, corriendo o parando ataques de nuestro enemigo. En este aspecto caben destacar también los ataques especiales que tienen ahora cada arma y que causarán gran daño consumiendo, eso sí, algo de nuestra mana.
Otro aspecto positivo que me he encontrado es el de los escenarios. La llegada de las nuevas consolas también le ha venido genial a Souls, mostrándonos ahora sitios mucho más amplios, con más enemigos, efectos y objetos en pantalla que realzan la belleza, a nivel artístico, del juego. Eso sí, a nivel gráfico, pese a que mejora, tampoco sigue siendo un portento, con algunas bajadas de frames en Xbox One que están lejos de los tremendos bajones de la pasada generación pero que siguen estando ahí, aunque ahora sin impacto alguno a nivel jugable.
Además, quizás sea por el número de enemigo, por el control del que os hemos hablado, por este mayor detalle a nivel artístico o por un poco de todo, pero os aseguro que Dark Souls 3 es el que más me ha enganchado de toda la saga, explorando cada rincón, cada detalle y prestando más atención que nunca a la historia del juego que, sigue siendo, de lo más enrevesada.
En cuanto a dificultad, el título es más difícil que Bloodborne, aunque quizás menos que las anteriores entregas de Souls. Puede que esto, también, sea bastante subjetivo, ya que no es lo mismo jugar a los primeros episodios de una saga que habituarte a ella, a su dolor y a sus mecánicas, pero lo cierto es que, esta vez, pese a que he sufrido, lo he pasado menos mal que en entregas anteriores. También puede que esto se deba, una vez más, al control refinado, o quizás Dark Souls ha conseguido algo tan maravilloso como hacerme mejor jugador, no lo sé.
Aun así, el juego sigue siendo un desafío, no os equivoquéis, moriréis muchas veces, pereceréis por el golpe más terrible de un poderoso enemigo, o simplemente por tener un mínimo e insignificante, en cualquier otro juego, descuido. Dark Souls 3 sigue siendo una prueba de dolor, de fuego y de habilidad para todos los jugadores, aunque, tortura tras tortura, dolor tras dolor y juego tras juego, hayamos aprendido mejor a caer derrotados y a comprender lo que cuesta, en este juego, una victoria.
Y es que esa bendita sensación de recompensa cuando matamos a un enemigo final, cuando superamos una zona en la que estábamos atascados o ese alivio y paz que nos alcanzan cuando encontramos las ya míticas hogueras para guardar nuestro progreso sigue más que presente, pero esta vez acompañada de mejoras mecánicas que hacen que sean más satisfactorias que nunca y que conviertan a Dark Souls 3 en el juego más redondo de toda la saga, que no ha parado de evolucionar y mejorar entrega a entrega, primero como Demon Souls, luego como Dark Souls, puliéndose con un título “ajeno” como Bloodborne y llegando a su máximo exponente con Dark Souls 3, un reto, un desafío plagado de sufrimiento y de grandes sensaciones que hacen que el juego sea el sufrimiento más maravilloso de la historia del videojuego. [97]