Todos tenemos que ganarnos la vida de alguna forma. Hay trabajos más o menos aburridos, pero todos ellos son honrados, incluido el de segador de almas. Al menos, alguien tiene que hacerlo y ensuciarse las manos, o las alas, en este caso. Con esta premisa, Death’s Door arranca y nos presenta una propuesta que puede convertirlo en uno de los tapados del año.
Perfeccionando la técnica
Puede que haya a quien Acid Nerve le suene a chino, pero si hablamos de Titan Souls es muy posible que la cosa cambie. El llamativo indie souls-like de 2015 se convirtió, para muchos de los que lo jugamos, en una de esas pequeñas joyas dentro de su campo, uno de esos títulos que brillan con luz propia y presentan una propuesta realmente interesante. Si Shadow of the Colossus tuviese un hijo píxel-art con Dark Souls, ese hijo se llamaría Titan Souls, si me permitís la hipérbole. Porque Titan Souls tiene sus luces y sombras, sí, pero las hace suyas y no se aleja de esa capacidad de sorprender y enganchar que forma parte de su esencia.
Ese mérito del que ya podéis intuir que estoy hablando sólo puede multiplicarse exponencialmente al descubrir que Acid Nerve es un equipo de dos personas afincado en Manchester. Dos personas que, no contentas con presentar una propuesta que maravilló a muchos jugadores y jugadoras hace ya 6 años, han decidido ir un paso más allá con Death’s Door y perfeccionar lo que ya comenzó con su ópera prima para dar forma a uno de los que me atrevo a decir, sin miedo a equivocarme, se va a convertir en uno de los juegos del año.
Death’s Door se presenta como una propuesta de acción y aventuras con elementos hack-n-slash y metroidvania. En serio, es la mejor forma que se me ocurre de describir lo que he vivido en las alrededor de 8 horas que he invertido en terminarlo. Casi 10 horas que me han ido abriendo los ojos ante el mimo, el cariño y el detalle puestos en un título que cuida su gameplay tanto como su historia. Y creedme cuando os digo que cuida ambos con un amor de ese que es capaz de hacer juegazos.
Salir, segar almas, el rollo de siempre
Puestos ya en materia y con el trasfondo claro, toca ya meterse en materia y hablar de lo que Death’s Door es y significa realmente. Y qué mejor manera de empezar a hacerlo que hablando de su propuesta jugable.
Las primeras sensaciones que tuve cuando cogí mi mando por primera vez y me puse en la piel del simpático cuervo al servicio de la empresa SIEGA (sí, la localización al castellano hay que reconocer que está muy bien llevada), fue la de estar jugando a lo que saldría si Hades tuviese un hijo con Hob. Y, para los que no me conozcan, estos dos juegos son dos de mis favoritos de los últimos años, aunque haya sido el primero de ellos el que haya acaparado todas las miradas a lo largo de los últimos meses.
La acción de Death’s Door es rápida, rítmica y dinámica, para que os hagáis una idea de por dónde tira su gameplay. No esperéis un juego tan difícil y desafiante como los Dark Souls o Super Meat Boy de turno, por poner dos ejemplos, pero tampoco un paseo por el campo. Es muy probable que muráis más de una vez, pero nunca va a ser porque el juego sea injusto o “malo” con el jugador o jugadora, sino porque habéis sido un poco avariciosos con los golpes o porque habéis esquivado demasiado tarde ese espadazo. En ese aspecto, Death’s Door está esculpido hasta el más mínimo detalle para que el jugador se sienta único responsable de sus progresos o fracasos. Y creedme, esto es algo muy difícil de conseguir en un juego.
Además, en Death’s Door nos encontraremos con múltiples formas de vivir el gameplay y la experiencia que supone de principio a fin. Podremos invertir los puntos que vayamos ganando en mejorar diversos aspectos de nuestro simpático cuervo y combinarlos con las diferentes armas que podremos encontrar repartidas por los niveles. Esto, unido a las cuatro habilidades especiales que también iremos desbloqueando, da al jugador una infinidad de posibilidades para enfrentarse a los enemigos bajo sus propios términos. Death’s Door piensa en nosotros y nos da libertad de movimiento, y no sólo por el backtracking en sus niveles, sino también por todas las posibilidades jugables que se presentan ante nosotros.
El ciclo sin fin
Por otro lado, por si el título no lo dejaba ya suficientemente claro, Death’s Door trata sobre la muerte y, además, esconde un mensaje bastante humano: todos morimos y todos tenemos que aceptarlo. La muerte es parte de la vida, y así queda reflejado, sin spoilers, tras cada combate con cada uno de los bosses. Esto hace que el excelente título de Acid Nerve no destaque únicamente en lo jugable, sino también en lo narrativo, y lo haga con una sutileza y una seriedad maravillosas de las que pocos juegos (muchos de ellos con muchos más recursos) son capaces de hacer gala.
La narrativa gira en torno a la muerte, ya que somos, hablando claro, un verdugo, y en torno al misterioso Señor de las Puertas que comunican los diferentes mundos o niveles presentes en Death’s Door. El porqué hay una especie de ente que controla el ciclo de la vida en los mundos y qué es lo que nos llevará a buscar determinadas almas a lo largo de nuestra aventura es algo para vivirlo en primera persona, pero, tal y como hace el gameplay, la narración se va creciendo conforme pasan las horas para que ambos elementos vayan de la mano y hagan de Death’s Door el David entre Goliats.
Hay poco que reprocharle al juego, de verdad, y una de las pocas “pegas” que se le pueden poner es la de querer dar tanta libertad al jugador que no lo explique todo o que no marque el camino a seguir, queriendo hacer gala de ese backtracking del que ya he hablado pero pudiendo hacer que algunos jugadores y jugadoras más inexpertos o menos acostumbrados a este tipo de títulos se sientan más perdidos. No obstante, como ya he dicho, poco más hay que se le pueda reprochar en su gameplay, su narrativa o su banda sonora.
Conclusiones
Death’s Door es uno de los tapados de este 2021, y eso es algo que puedo asegurar sin miedo a equivocarme. Sin tener el alcance o el marketing de una gran producción, tiene una calidad desmesurada y un planteamiento llevado a cabo casi a la perfección. Todos sus elementos casan perfectamente entre ellos y crean un producto final con pocos peros y muchas luces. Además, destila alma por todos sus costados y esconde más de un mensaje importante en torno a la aceptación y al ciclo vital. Death’s Door, a pesar del aspecto y tamaño de su protagonista, es un gigante. [95]