Esta semana he cogido un par de aviones en vuelos de aproximadamente 4 horas cada uno. Normalmente paso ese tiempo viendo series descargadas de Netflix, pero en esta ocasión le he dado a la Switch bastante duro. Tenía una buena excusa: jugar a Diablo III.
Diablo III en Switch es un port bastante digno del juego de ordenadores. Gráficamente no chirría en absoluto, y tan solo el control puede hacer que eches de menos tu compatible, para echar mano de ratón y teclado. Pero el beneficio de poder jugarlo en cualquier lado, y más con la pantalla de Nintendo Switch, es un verdadero lujazo.
Las excelencias de Diablo III siguen estando ahí, y la adicción que el looting de este juego me dispara es absolutamente insano. Es cierto que el títulos de Activision Blizzard no sabe a nuevo, pero mantiene el tipo y ha pasado a convertirse automáticamente en uno de mis juegos favoritos para meterle horas cuando estoy de viaje. Solo tengo que decir que las 8 horas que me he pasado en avión en esta semana, más unas cuantas más en el aeropuerto, han literalmente volado. La única pega es que la duración de la batería de Switch es infinitamente inferior a la capacidad de Diablo III de mantenerte enganchado.
Si esperabas algo eminentemente nuevo Diablo III te va a decepcionar. Pero si nunca te cansaste del blockbuster de Blizzard, esta es una nueva oportunidad para jugarlo hasta que el cuerpo aguante. Y, en esta ocasión, en cualquier lugar. Si Skyrim merece jugarse hasta en una nevera, Diablo III no merece menos suerte. Un robavidas inmortal.