Nunca llueve a gusto de todos, y a mí Final Fantasy VII Remake no solo me parece un regreso innecesario; también me parece un mal videojuego. Reflexiono sobre varias claves que me han llevado a la decepción. Sobre por qué no me gusta el título que conquistará a mucha gente.
Peligrosas similitudes
Huelga decir que las siguientes líneas están libres de spoilers en lo que al guion se refiere. Eso, y que estas reflexiones no dejan de ser una apreciación íntima y personal, compatible con las de cualquier usuario o compañero que, probablemente, está —o estará— disfrutando del juego mucho más que yo. Esto no es un análisis; es el delirio de un jugador cualquiera. Uno que lamentó lo que hizo Claire ‘Lightning‘ Returns, y que ahora lamenta lo que acaba de hacer el nuevo Cloud Strife.
Final Fantasy VII Remake es, posiblemente, uno de los proyectos más complicados de abordar que hemos visto jamás. Porque no es fácil ejecutar el regreso de un mito más de veinte años después; los tiempos cambian, y con ellos, el público y los grandes desarrolladores. De lo bueno no necesito hablar, ya que serán millones de usuarios los que lo hagan durante los próximos días. De hecho, en AKB ya lo hemos hecho a través de Cristian y sus impresiones tras doce horas. Y me alegro por ellos. Y es que estoy seguro de que no serán pocos los que no puedan contener sus emociones cuando caminen por ciertos lugares, cuando se deleiten con esas piezas musicales que todos conocemos.
La nostalgia
De hecho, no os voy a engañar: yo mismo he sentido «cosas» al vivir de nuevo ciertas situaciones de la obra original, ahora representadas a la perfección gracias a los impresionantes valores de producción del título que a lo largo de esta semana —y desde hace unos días debido a su venta anticipada— comenzará a llegar a todo el mundo. Entonces, ¿cuál es mi problema con el juego? El propio juego. Porque yo no me dejo envolver por un sentir tan traicionero como la nostalgia. Y porque, en mi modesta opinión, los feels no son suficiente para que el título escape de una mirada crítica.
De lo que sí voy a hablar es de todo lo malo. Eso que me ha llevado a posicionarme en un lado en el que soy consciente de que no tendré demasiada compañía. Tampoco me explayaré demasiado, porque esto no es un análisis y porque no pretendo emitir un juicio en aras de condicionar a nadie. Yo solo doy mi opinión sincera, de manera clara y concisa. Cortita y al pie, como se suele decir. Y empezaré por afirmar algo por lo que más de uno me llamará loco: Final Fantasy VII Remake es el juego más similar a Final Fantasy XIII que he visto en la última década.
Siempre me ha hecho gracia cuando un diseño de niveles tan simple como un par de líneas rectas con algún que otro recoveco se ve representado en un minimapa. Hace años que lo entiendo casi como un trolleo al propio jugador. Y sí, aquí en Midgard hay pasillos, no son pocos y su diseño es más que cuestionable. «El original también era pasillero», me dirán. Ya, pero las palabras linealidad y pasillero tienen diferentes significados. El diseño de niveles de las aventuras protagonizadas por Tidus y por Lightning no son especialmente distintos, pero ¿cuál de las dos se llevó más críticas en cuanto a posibilidades jugables?
A mí no me importa si tengo que recorrer un pasillo. Lo que realmente me interesa es lo que puedo hacer en él. Y si darme la vuelta o doblar una esquina va a desembocar en un cartel de «dirección prohibida», pues mira, no. Eso prefiero verlo en un videojuego de conducción cuando tengo un accidente y trato de avanzar en contramano. En una aventura que me vende mecánicas de exploración, finalmente resumidas en un par de secciones en las que trabajo a tiempo parcial como chico de los recados, no lo perdono.
Y hablando de recados, ese tipo de encargos carentes de inspiración fueron duramente criticados en la decimoquinta entrega de la saga, y aquí no son mejores. De hecho, algunos son incluso peores. Un lastre habitual del videojuego moderno, que ha terminado apoderándose del nuevo Cloud como si de cualquier otro título se tratara. Porque los recuerdos imborrables de 1997 no se crearon a partir de buscar cuatro objetos tirados en un callejón, ni de acabar con siete ratas en un descampado.
Volviendo a los pasillos, porque conforme escribía estas líneas he recordado algo que durante un buen puñado de horas ha llegado a desesperarme, ¿qué me decís de esas acciones contextuales que se repiten hasta la saciedad? Vas por un pasillo y un icono azul te indica que tienes que cruzar por un tronco, pasar por debajo de unos escombros o encaramarte por una grieta. Lo que viene a ser un tiempo de carga encubierto de toda la vida. No pasa nada si es una vez. Dos. Incluso tres. Pero si es cada cinco minutos, a mí al menos me molesta. Mucho. Porque me parece que da lugar a un ritmo terrible.
Por otro lado, tenemos el combate, que me recuerda ligeramente a lo visto en Final Fantasy XV: un conjunto de ideas tan interesante como desaprovechado. Y es que, más allá de algunos jefes finales o de algún enemigo molesto, lo cierto es que no he necesitado realizar demasiadas acciones para superar la gran mayoría de batallas. El ataque básico, una vez se encadena un combo, es más que suficiente. Cierto es que los hechizos, habilidades y límites aportan variedad y aligeran la duración de las peleas, pero es que su único fin no es otro sino eso, dar celeridad a combates protagonizados por enemigos-esponja, cuya dificultad reside en aguantar varios minutos debido a su elevada resistencia. No es un desafío; es un tedio alargado en exceso.
Por un futuro mejor
Podría seguir, pero creo que ya ha sido suficiente. Por supuesto, respeto y me alegro por la ingente cantidad de aficionados que van a disfrutar de Final Fantasy VII Remake. Aprecio el trabajo de Square Enix por ofrecer la posibilidad de disfrutar una vez más de la leyenda, pero como halagos no van a faltar, incluyendo los de Kristian, quería explayarme confirmando que la nostalgia no ha surtido efecto en mí. Tal vez sea cuestión de mala suerte. Tal vez habría preferido dejarme llevar por la nostalgia y hacer la vista con sus errores. Pero es que no son ni pocos, ni precisamente leves. Le seguiré la pista a la continuación de una historia que debe continuar, a la que solo le pida una cosa: que sea mejor videojuego que esta primera incursión en Midgard.