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Forza Motorsport, el amor por los coches es contagioso

A mi no me gustan los juegos de coches. Esto es así, soy muy malo y no tengo la motivación ni de ponerme el cambio manual para cambiar de marchas. Tampoco me llama el sumergirme en los ajustes mecánicos pre-carreras, o el aprender a dominar un coche de tracción trasera.

Pero eso no impide que sea incapaz de negar la excelencia. Y Forza Motorsport es excelente.

Lo de crear un videojuego tributo al mundo de los automóviles ya no es coto privado de Kazunori Yamauchi y su equipazo de Polyphony Digital. La gente de Turn 10 ha alcanzado un nivel de excelencia que le permite pavonearse como el estudio first party de Sony y añadir esa capa de molarse mucho a si mismo para sacar pecho.

Y lo hacen porque pueden.

Lo mejor de todo es que Forza Motorsport juega a otra cosa que Gran Turismo 7. O, al menos, con otro estilo. Si uno es tiki taka, el otro te aplasta a la contra. Obviamente los dos son grandes juegos de coche y cuentan con una capa de simulación y recreación de los vehículos muy destacable, teniendo en cuenta que son títulos, después de todo, con aspiraciones mainstream.

Victor, desde el Podcast Reload, que me flipa, consideraba que en Forza Motorsport los protagonistas no son tanto los coches como sí los circuitos. Yo creo que tiene razón, inclusocreo que quizá se queda corto. Y es que mientras que Gran Turismo 7 parece centrarse en el espíritu, en la liturgia, si es que esa es la forma de describirlo, en Forza Motorsport parece centrarse más en la competición en si.

Por ejemplo, las pantallas de carga son las presentaciones del circuito, presentando sus curvas, en un ejercicio mucho más elegante que las secuencias de celebración de victorias. Un contraste evidente con la propuesta de Gran Turismo.

Solo así se explica que antes de cada carrera haya un entrenamiento casi obligatorio para que conozcamos los circuitos. O que las diferentes climatologías – qué maravilla, qué bien que están implementadas – afecten a la conducción de una forma tan variada. O que las carreras en si suelan tener una climatología diferente a la del entrenamiento, forzando al jugador a enfrentarse a ese contraste.

Este regreso a los orígenes, si nos fijamos en la inexistente numeración, de Forza Motorsport, es un lanzamiento potentísimo, casi un juego generacional. Un título de esos que te obligan a pasar por caja y comprarte la consola de turno o actualizar la gráfica. Así de bien hecho y acabado está.

Puestos a alabar cosas que me han gustado, tengo que empezar por cómo los circuitos y los coches, junto a la brutal climatología, se combinan en un cocktail explosivo de gráficos conectados a la jugabilidad. Suena a topicazo, pero qué diferentes que son las sensaciones conduciendo con lluvia, con viento, de noche, sintiendo el movimiento del coche, las salidas de pista, Y todo está creado de forma conectada, para que cumpla una función en esa comunión visual-jugable.

Desde el Ray-Tracing (como curiosidad, comentar que lo estoy jugando en PC con RTX 3070 con bastante solvencia, aunque dependiendo del circuito, la climatología o del número de vehículos en pantalla el rendimiento es muy variable), que es una locura y que, a la vez, sirve para conectarnos con el circuito, reflejando luces, focos, gradas…

A todos los ajustes de dificultad que podemos toquetear en cualquier momento para reflejar nuestros progresos a los mandos del coche y nuestra renovadas ganas de desafío, incluyendo penalizaciones por chocarnos con otros coches o salidas de pista, juzgándose ambos eventos teniendo en cuenta diferentes factores de la carrera. Obviamente no es lo mismo si el choque se produce por culpa nuestra que porque un loco se nos ha echado encima…

Pero si algo me está enganchando son los puntos de nivel del coche, que se traducen en nuevas piezas exclusivas para el vehículo que estamos pilotando, disponibles para ir mejorándolo, y que se consiguen al completar secciones del circuito, de longitud variable. Dependiendo de la trazada, velocidad, limpieza y otros factores, el juego nos recompensará con puntos que irán rellenando una barra de nivel. Estos puntos, a la postre, son independientes de la competición en si. Es decir, no es necesario ganar para conseguirlos, lo que crea un desafío paralelo contra nosotros mismos, independiente de nuestros rivales.

Al completarse la barra, subiremos un nivel y conseguiremos puntos con los que adquirir las piezas, tanto las nuevas, recién desbloqueadas, como las ya existentes. Antes de cada cita podremos reasignar los puntos conseguidos, cambiando el setup del coche, algo que también podremos automatizar si no queremos trastear demasiado en el menú, un menú que, por otra parte, es sumamente intuitivo y no requiere de conocimientos mecánicos. Además, la sensación de notar que los cambios realizados a nivel mecánico se notan es una gozada.

Todo, así, se combina en un paquete de acabados magistrales, en toda la extensión de la expresión. Forza Motorsport es una gozada, un monumento a los juegos de coches. Si hasta ahora Forza Horizon se consideraba el spin-off para los jugadores a los que los juegos de coches no les gustan, Forza Motorsport viene a poner en duda que sea necesario mantener una saga spin-off para ello. Qué maravilla de juego, aunque no me gusten los juegos de coches. [95]

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