Entre PS4 y Xbox One han vendido unos 55 millones de consolas en poco más de dos años de vida. Tiempo en el que ambas deberían tener ya el culo pelado ¿no? ¡Ay! si no fuese por las third parties… Entonces ¿qué es lo que hoy nos ofrece la presente «Next Gen» de consolas?
Pues principalmente lo que ofrece son juegos multiplataforma e indies. Bueno y también ediciones remasterizadas, reboots, secuelas, downgrades, parches, descargables… básicamente lo que obtenemos es continuidad a lo que ya conocíamos, con una mejora gráfica que por ahora no cubre totalmente las expectativas. Nos guste o no, los juegos de éxito en su mayoría son repeticiones de la misma fórmula o ediciones anuales continuistas con un aspecto muy similar a lo que teníamos hace una década. En definitiva, son un salto muy discreto para lo que venía siendo hasta ahora. Ok, el salto técnico es el que es y no esperamos mucho más, pero llegados a este punto tanto a Playstation 4 como a Xbox One se les debe exigir un catálogo mejor. Sí, se echa en falta un buen puñado de juegos exclusivos que justifiquen realmente la compra de una nueva consola.
No siempre fue así. Echemos una mirada al pasado.
Desde la época de los 16 bits cada salto generacional acostumbraba a ser mucho más palpable y cada nueva consola pronto quedaba respaldada con una cantidad más que decente de títulos exclusivos de calidad contrastada. Los juegos de consola evolucionaron fuertemente influenciados por las máquinas recreativas arcade, que eran su principal referencia y fuente de inspiración. Nuestras consolas se veían obligadas a apretar el culo para exprimir sus limitadas posibilidades técnicas y ofrecer así una experiencia semejante a lo visto en los recreativos.
Resultaba apasionante ver cómo año tras año los sistemas domésticos estiraban sus posibilidades logrando adaptaciones muy cercanas al juego original de recreativa. Conversiones muy meritorias de juegos arcade corriendo en máquinas de andar por casa. Sucedió en la época de los sprites 2D y también más tarde con los gráficos poligonales. El lujo que representó el jugar a Ridge Racer, Sega Rally o Tekken en nuestra propia casa fue algo indescriptible, algo sólo comparable al impacto que supuso en su día la llegada a los hogares del mítico Street Fighter II.
Podría decirse que muchos jugadores crecimos buscando la versión pixel perfect de nuestra coin-op favorita en una escalada de gráficos que parecía no tener fin. Pero con la llegada de los 128 bits y del juego en red llegó un momento en el que encontrar fuera de casa un videojuego que nos llegara a sorprender era realmente difícil. Tras ese punto de inflexión y sobre todo tras la debacle de Sega, llegó el día en que las máquinas recreativas amanecieron completamente olvidadas. Los gráficos poligonales hacía tiempo que habían abierto un sinfín de posibilidades y nuevas formas de jugar. El límite, aparentemente lo ponía la imaginación.
Entonces llegó la generación HD. Un salto que permitió dar rienda suelta a toda la creatividad de los desarrolladores sin las limitaciones de antaño. Los gráficos en alta definición representaron un cambio realmente vistoso y la conexión a Internet de banda ancha permitió explotar nuevas posibilidades sociales cambiando por completo el concepto de multijugador. Fue una época gloriosa, de la que aún se nutren descaradamente PS4 y Xbox One (remaster, remaster everywhere) y es que desde entonces prácticamente estamos viviendo en El Día de la Marmota.
La escasez de ideas, el conformismo y los efectos de la crisis económica o la piratería han lastrado durante años a grandes como Capcom, Sega, Konami o incluso Nintendo, quedando ésta marginada pese a sus esfuerzos frente a una corriente falta de identidad. Nintendo, cuyo catálogo se basa sobre todo en juegos de su propia cosecha, dándose aquí la paradoja de que la compañía que menos se lo está currando en ese sentido (Sony) es la que más consolas está vendiendo.
Posiblemente esta falta de ambición se deba a que hoy no existe una referencia clara que sirva de motivación para crecer y superarse. No está nada claro donde está el foco. Quizás el mundo del PC, NX o la realidad virtual sean en el futuro próximo esa referencia, quien sabe… En cualquier caso, esperemos que 2016 sea el año en que despertemos del letargo y arranque por fin la octava generación de consolas tal y como debería ser.