Ayer pude marcar como completada una tarea que tenía marcada como pendiente desde hacía casi 5 años: completar The Last of Us (Naughty Dog, 2013), el considerado como uno de los estandartes del catálogo de PS3.
Nota: este texto de opinión incluye IMPORTANTES SPOILERS sobre la historia de The Last of Us. Si no te has pasado el juego y tienes pensado hacerlo, tenlo en cuenta antes de seguir leyendo.
El videojuego ganador de más de 100 premios GOTY, incluyendo el de la Comunidad de esta santa casa, no me había entrado particularmente bien con su propuesta jugable de infiltración y survival, aunque sin duda sus argumentos narrativos, desplegados desde su mismo inicio, me dejaban claro que Naughty Dog había creado una obra que, como jugador, debía experimentar. Aunque fuera a costa de sufrir una jugabilidad que no me llamaba la atención. Al contrario.
Recuerdo un caso bastante similar, aunque bastante más extremo. To the Moon, un RPG indie que demandaba al jugador una participación que rozaba lo surrealista pero que contaba con una historia maravillosa, de esas que te hacen sacar el pañuelo porque se te meten cosas en el ojo. En The Last of Us, por supuesto, la jugabilidad está mucho más trabajada. Pero en mi opinión la brillantez narrativa del juego de Naughty Dog está varios escalones por encima de sus mecánicas de esquivar enemigos o acabar con ellos, a pesar de que ambas facetas están implementadas perfectamente.
«He estado en ambos bandos» Joel
Sobre la narrativa de The Last of Us puedo aplaudir muchas cosas. La primera y principal es su estilo oscuro, decadente, realista. Un estilo que se lleva hasta las últimas consecuencias y que, al más puro estilo Game of Thrones, hace que uno tenga la sensación todo el rato que cualquier personaje, hasta los protagonistas, pueden abandonar prematuramente la historia. La segunda es la relación entre los diferentes personajes, sumamente creíble, pintando un cuadro complejo en el que las amistades y hasta los lazos familiares sucumben a la desconfianza y al imperiante deseo de sobrevivir.
Joel, como uno de los dos protagonistas principales de The Last of Us y al que más rato controlando, es quizá el antihéroe más claro que he visto en un videojuego. No tiene dilemas morales. Quizá por estar en el marco de un apocalipsis, sus escrúpulos brillan por su ausencia y sus dudas nunca son por valoraciones morales, como su última víctima, una mujer desarmada que pretende salvar a la humanidad con la que parece ser su única esperanza, el sacrificio de Ellie, lo demuestra.
«Todo lo que he hecho, no puede ser en vano» Ellie
Es fascinante todo lo que sucede en el hospital en el que transcurre el desenlace del juego, incluso en las propias inmediaciones del mismo, con la trascendental secuencia de Ellie en la que deja clara su voluntad de ponerlo todo de su parte para cumplir con el papel que la naturaleza parece haberle otorgado, una decisión que quizá, me pregunto, nace en el hecho de que la niña no ha conocido otro mundo que el que se ha ido a la mierda. La historia cambia de velocidad y casi se atropella en un final sin concesiones, sin más sorpresas que el confirmar a Joel como un personaje con una sola cara: la de un hombre que ha perdido demasiado ya como para renunciar a lo que le ha vuelto a dar una razón para vivir.
En un plumazo Joel borra cualquier esperanza de encontrarnos con un personaje trascendental, reflexivo, que se llegue a plantear que la muerte de Ellie quizá no sea un precio demasiado alto para salvar la raza humana. Quizá su aspecto no sea el de un chasqueador, pero parece evidente que el protagonista masculino de The Last of Us hace tiempo que perdió la mayoría de su humanidad, aunque Ellie es capaz de despertar en él el recuerdo de su hija asesinada.
Así, la madurez narrativa de The Last of Us, con Joel a la cabeza, es un regalo para cualquiera que quiera disfrutar de una distopía perfectamente elaborada. Un retrato de un futuro desolador protagonizado por personajes tan creíbles que asusta más que una emboscada de infectados. Si con la saga Uncharted Naughty Dog es capaz de evocar al mejor Hollywood de aventuras, con The Last of Us demuestran que los Videojuegos, como medio, son capaces de albergar obras que, como poco, no tienen nada que envidiar a las mejores cintas del Cine, a pesar de que el peaje jugable quizá sea excesivo para más de uno, incluyendo a jugadores habituales no fans del género Survival.