Siempre hay algo mágico cuando llega ese chute de adrenalina que da sentido a todo. Nada como saborear el momento mágico en la que, con tu habilidad, la de tus compañeros o por puro azar, te encuentras de cara con la victoria. La dulce, dulce victoria, y por ende, la derrota de tus contrincantes. Bendita sea la competición, todo sea dicho.
La competición como motor
La competición, el enfrentamiento de dos o más rivales, dos o más equipos, por la victoria. Algo que acompaña al ser humano desde que comenzamos a caminar y ser lo que somos. Siempre ha existido el concepto de juego, que deriva en la competición. ¿Y por qué competimos? Porque nos gusta sentirnos bien, nos gusta la tensión del ambiente, la lucha de voluntades que ello provoca. Y porque nos gusta ganar, que coño.
La victoria es la parte esencial de toda competición. Vale, si, esta muy bonito decir que lo importante es divertirse, pero el objetivo es claro y conciso. Hasta con A, mete una pelota en B, corre más rápido, piensa más deprisa, ¡cuidado!, ¡arriba!, ¡derríbalo!… Es evidente que nos gusta esto, nos gusta ser los mejores, y no importa donde ni cuando, siempre estamos dispuestos a ello. ¿O acaso los piques eternos con el Mario Kart de SNES se pueden olvidar a día de hoy? ¿O jugar a dobles al Probotector? ¿O quizás conectarte a echar un combatito en el Pokémon Rojo (o Azul) contra tu primo para ver quien es el maestro?
Los inicios de una pasión
Las cosas no han cambiado mucho a como eran por aquel entonces, solo que las magnitudes que estos fenómenos alcanzan son mucho mayores. Si, bueno, por supuesto que existían cosas como la Nintendo World Cup del año 90 o el señor de Twin Galaxies, Walter Day, que se dedicó recolectar las puntuaciones de 100 salones recreativos diferentes para colocarlas en el suyo propio, pero al final, lo que avanzan son las tecnologías y las facilidades para crear competiciones.
Dudo yo mucho que los que aquí me lean no le hayan dado nunca jamás a algún juego competitivo actual, esos sustitutos de los arcades en su esencia, ni que sea por probar. VALORANT sería lo más moderno, quizás Quake el fenómeno más antiguo, pero tenemos multitud de ejemplos que van desde el League of Legends, Counter Strike, FIFA, Overwatch, Fortnite, Raimbow Six: Siege, Heartstone, Magic the Gathering, Tekken 7… y sinceramente, podría rellenar el resto del artículo solo con ejemplos, pero mejor que no vaya por ahí.
La emoción del momento
Todos los juegos ahora mencionados tienen algo en común, y es su capacidad de crear competición entre jugadores de distintas partes del mundo, o por lo menos, dentro de una misma región. ¿Qué hay mejor que vencer a un absoluto desconocido que amenaza con arrebatarte lo que más ansías? Esa sensación de mirar frente a frente a la pantalla, cada uno con un objetivo, una misión, una estrategia en mente. Un ajedrez virtual donde todos somos piezas en un tablero, cada una independiente, cada una única.
Jugadas imposibles, demostraciones mecánicas espectaculares, coordinación y ejecución perfectas. ¿Acaso existe algo mejor? Bueno, quizás sí, pero la adrenalina es lo que tiene. Solo o acompañado, nunca se puede decir que no a una buena partida. A algunos les gusta jugar con amigos, tomándoselo con humor, a otros les gusta darlo todo en el campo de batalla, pero al final todos obtenemos lo mismo.
El paso lógico
Y al final, todo esto ha dado un fenómeno que es difícilmente obviable: los esports. Ahhh, maravilloso evento donde cualquiera puede disfrutar, a semejanza de los deportes tradicionales, de la competición virtual en todo su esplendor. Los mejores, la creme de la creme de nuestra afición electrónica. Los gritos que un servidor es capaz de proferir los descubrí en el Funplus Phoenix contra G2 esports, creedme.
Es emocionante cuando comprendes la acción, cuando la intentas llevar al terreno de juego. ¡360 quickscope, chavales! ¡Peeeeeentakill con Cassiopeia! ¡Ace y victoria! Adrenalina en estado puro. Un fenómeno que va a acompañarnos a lo largo de las décadas y que no acaba sino de nacer. Esto deseando ver los nuevos esports, las evoluciones de los actuales, más ligas, competiciones amateur¸ emoción y espectáculo. Porque al final, los deportes electrónicos son cosa de todos nosotros, jugadores.
Camino al mañana
Los esports jamás sucederán a los deportes tradicionales, eso quiero dejarlo claro, sino que los complementarán. Porque, al final, la diferencia única es el esfuerzo físico, pero lo más importante se mantiene: competitividad. Mano a mano comienzan a marchar, con incursiones de equipos como el Shalke 04 en el terreno del League of Legends, Real Madrid en el FIFA. Porque, como podéis ver, siempre han existido las competiciones dentro de los videojuegos y, tiempo al tiempo, surgirán más, mejores, más espectaculares e increíbles.
Y todo ello para que disfrutemos jugando y pasando el rato, ¿increíble, verdad?
Al final se acabarán imponiendo como una alternativa más a competir con otras personas en habilidad por ser el mejor, como ocurre con los deportes tradicionales. Sin embargo, tienen el handicap de ser algo que está en constante cambio. El baloncesto o el Ajedrez ha sufrido cambios mínimos en sus reglas desde su inicio, mientras que juegos como LoL o Fortnite (No tanto otros como AoE II) están en constante actualización, lo que hace un poco más complicado el equipararlos a deportes tradicionales.