Frima Studio y Gropupe PVP, estudio independiente y productora audiovisual, respectivamente, nos presentan Illusion: A Tale of the Mind, una aventura narrativa que nos traslada a un cabaret parisino de los años 20. Una experiencia tan bella como perturbadora, que trae consigo un mensaje muy potente.
Los lazos que nos unen
The Last of Us, RiME, Gone Home, Journey, el reciente God of War…
Los lazos familiares han protagonizado grandes historias a través del videojuego. Una temática que, para bien o para mal, siempre es capaz de tocarnos la patata —a unos más que a otros— en función de las vivencias de cada uno. Un cabaret de los años 20, una joven y su inseparable conejo de peluche, los tres ingredientes necesarios para protagonizar una auténtica tormenta de sentimientos. En ocasiones, la maldad más recalcitrante no es otra que la del ser humano .
La influencia de Alice resulta evidente: una chica perdida, un conejo de peluche parlante y un lugar que irradia belleza y desolación a partes iguales. Nuestra protagonista, Emma, no necesita mucho para conquistarnos gracias a su admirable forma de ser, siendo la máxima expresión del dicho popular que reza eso de «al mal tiempo, buena cara». Su acompañante, Topsy —un conejo de peluche—, representa a las mil maravillas a ese «osito» que todos tuvimos de pequeño, ese que vigilaba nuestro sueño una vez se apagaban las luces de casa.
Illusion: A Tale of the Mind depende completamente de su historia. El ritmo de la narrativa es muy elevado y el triángulo —nunca mejor dicho— que mantiene unidos a todos sus protagonistas hace las veces de piedra angular del juego. Siendo así, no me atrevería a fastidiaros ninguna sorpresa; estamos ante un título muy sensible a los spoilers. No obstante, sí que hay algunos aspectos que me gustaría destacar: las virtudes y los defectos del guion.
Sin entrar en excesivos detalles, conviene destacar el tono triste de la historia, algo tan comprensible como evidente que comprenderéis perfectamente en cuanto comencéis a vislumbrar por dónde van los tiros. En la vida, hay veces en las que las cosas no salen como uno/a quiere, hay problemas a los que debemos hacer frente y hay otros con los que, directamente, tenemos que aprender a convivir. Emma y Topsy forman una pareja implacable; ella es firme y él le da el impulso que necesita para armarse de valor.
Depresión, pérdida o desamor son solo algunos de los elementos que nos envuelven durante un viaje en el que —al menos durante los primeros compases— nada es lo que parece. Un viaje en el que, sorprendentemente y rozando la frivolidad, la principal afectada es la primera en dedicarnos su mejor sonrisa. Illusion: A Tale of the Mind es triste, pero también es bello. Deprimente, pero esperanzador. Cruel, pero bondadoso…
Atando cabos
Al igual que sucede con Emma y las revelaciones que el destino tiene para ella, nosotros vamos resolviendo cada situación buscando una serie de fragmentos que actúan como llave para pasar a la siguiente pantalla. Aunque algunos de estos elementos están a la vista de todos esperando a ser recogidos, acceder a la mayoría de ellos requiere sacar a relucir nuestro ingenio para superar los muchos rompecabezas que nos esperan en un lugar plagado de formas imposibles. Un lugar que hará las delicias de cualquier seguidor de Tim Burton, el excéntrico creativo californiano.
No es mentira que los puzles terminan repitiéndose más de lo que nos habría gustado, pero, no obstante, la incursión de los momentos narrativos y lo ágiles que resultan estos rompecabezas logran dotar de equilibrio a un conjunto que llega a tambalearse en algún que otro momento. Girar estatuas hasta proyectar la sombra correcta al más puro estilo Resident Evil VII, interactuar con mecanismos de colores que cambian la estructura del escenario, jugar con la perspectiva hasta formar una figura o recomponer espejos partidos en pedazos son algunas de las mecánicas principales del juego.
También tenemos alguna que otra sección plataformera que, si bien no están demasiado inspiradas, logran cumplir su cometido, que no es otro que ofrecer cierta frescura en esos momentos en los que venimos de superar varios rompecabezas consecutivos. Por su parte, el componente de exploración está muy lejos de ofrecernos algo especialmente profundo, aunque sí que nos lleva por varios emplazamientos con los que inicialmente no contábamos, ubicaciones en las que aguardan objetos necesarios para que la historia continúe avanzando. Al final, todos los elementos del juego acaban en un embudo que desemboca en el siguiente fragmento narrativo.
Illusion: A Tale of the Mind tiene una duración que ronda las cinco horas. Una cifra, a mi juicio, más que correcta, teniendo en cuenta el tipo de propuesta que tenemos entre manos. Historia, exploración y puzles están perfectamente integrados entre sí, dando forma a un circo cuyas luces no brillan en exceso, pero todas permanecen encendidas. Si valoramos cada uno de los elementos —y su protagonismo— que conforman el viaje de Emma y Topsy, lo único que podemos achacarle es la decisión de anticipar ese clímax que a todos nos gusta disfrutar cuando nos sumergimos en una gran historia. Sin lugar a dudas, la inclusión de un momento rompedor, de esos que se graban a fuego en la memoria del jugador, habría sido el broche de oro a una travesía inolvidable.
Período de reflexión
Las apariencias engañan. En ocasiones, un bello rostro no es más que una ilusión capaz de ocultar la mente más cruel. A veces, el circo irradia belleza, luz y color… a veces. Frima Studio y Groupe PVP han concebido una pequeña gran obra que, si bien no destaca especialmente por el apartado jugable —aunque lo intenta—, brilla con luz propia en su principal objetivo: hacernos partícipes de una historia capaz de hacernos reflexionar sobre varios aspectos con los que, en ocasiones, nos toca lidiar durante el día a día. Illusion: A Tale of the Mind ha resultado ser una grata sorpresa. [80]