Hay cosas que le marcan a uno tanto que, por mucho que pasen los años, se resisten a abandonar la memoria. Aún recuerdo la tarde en la que descubrí mi primer PES. O, como se llamaba la serie por aquel entonces, ISS Pro. Fue un verano, una época ideal para descubrir cosas como
Y es que el ISS Pro era una revolución jugable. Gracias a él descubrí el infinito placer que supone el clavarla de vaselina, un movimiento que, oh magia, se realizaba tan sólo presionando un botón. Era la primera vez en la que jugaba a un juego en el que se podía meter la pelota picadita por encima del portero y yo alucinaba cada vez que la metía de dicha guisa. Todavía me estremezco al recordar esas sensaciones.
Y qué decir de los pases en profundidad… Que pulsando únicamente el triángulo uno pudiera emular a Laudrup, meter la pelota entre la línea defensiva y ordenar un desmarque que, a no ser que mi memoria me juegue una mala pasada, nunca fallaba, era el acabose, lo nunca visto. Vale, los jugadores tenían nombres falsos y ni siquiera se parecían a los de verdad (salvo excepciones como Coliuto-Ravanelli), pero ese primer ISS Pro fue todo un amor a primera vista.
Por suerte para mi bolsillo – y salud mental- Javi era un gran colega, así que no le importó dejarme su ISS durante unos cuantos días, unos días en los que lo exploté y descubrí otro de los grandes placeres de ISS Pro: El regatear al portero. A Javi le sacaba de quicio que, una vez descubierta la viabilidad de la maniobra, siempre probara de escaparme del guardameta en vez de picársela o buscar un chute, pero es que yo no experimentaba mayor gozo jugando que cuando dejaba sentado al cancerbero tras recortarlo brúscamente.
Lo que me recuerda algo… No puedo evitar sonreir cuando rememoro la final de la primera liga que jugué al ISS Pro. Fue durante el tiempo en el que Javi me dejó el juego y, por casuísticas resultadístas, tan sólo podía alzarme con la victoria en el torneo si ganaba el último partido y se daban unos resultados concretos en el resto. Si ganábamos sería todo un acontecimiento, porque no sé porqué sospechábamos que al ganar se desbloqueaba algún modo hasta entonces secreto. Pobres ilusos. En cualquier caso, ese último partido lo jugamos a dobles Javi y yo no pocas veces, intentando que se produjera el feliz desenlace. Pues bien, en el que fue el partido definitivo, con España (nosotros) – Alemania (creo recordar), en uno de los últimos minutos, Javi me la pasa en profundidad, me planto sólo delante del portero rival y entonces…
Javi.- Pero chutaaaaaaaa!!!! Chutaaaaa!!!!
Kristian.- Y una pu&% mie$·»!!!!!!!!!!!!!!!!!
Perdón por ser tan literal, pero es que la cosa fue así. Y mientras renegaba, aguanté como nunca la salida del cancerbero, se la enseñé, me la llevé para el otro lado y, con el portero vencido, sólo tuve que empujarla al fondo de la red. Qué subidón, qué gran victoria. Luego, claro, vendría el bajón, al ver que nada se había desbloqueado, pero ese momento fue la consagración de mi experiencia con el ISS Pro hasta ese momento. Cuando se acabó el verano ese ISS Pro, en su edición platinum, fue el primer juego que me compré y quizá sea de las adquisiciones que he rentabilizado más en mi vida. Por 19.90 € un título que me resistía a dejar de jugar, a buscar nuevos matices, a explorar sus posibilidades de juego, a batir récords goleadores con esa táctica imposible que era el 2-3-5. Qué tardes de gloria controlando al combinado nacional, o a esa Italia casi invencible, o a esa Alemania irreductible…
Muchos juegos del KCET han pasado por mis manos tras ese ISS Pro, pero creo que nunca olvidaré lo que ese primer PRO, ese primer PES, significó para mis ratos de diversión. Pensaba que nunca ningún otro juego volvería a atraparme tanto, pero, por fortuna, estaba equivocado: Los ISS Pro Evolution no tardarían en llegar.
Foto de cabecera | f-sosa