Cuando soñamos, la representación del mundo que nos rodea se torna extraña, distinta a lo que percibimos en el mundo real. Personas que ya no están con nosotros, lugares sin pies ni cabeza y, muchas veces, horrores que representan nuestros temores e inseguridades. Un mundo onírico solo para nosotros como el que construye el título del que voy a hablar hoy: Onirike.
Bienvenidos al circo
La última aventura del estudio alicantino Devilish Games es una que mantiene la estela que siguieron con su experimental (y muy interesante Path to Mnemosyne), con juegos que fácilmente podemos asociar a David Férriz, la principal mente creativa detrás de la idea de Onirike. Abrimos el telón y un mundo evocador, insólito y original es lo que nos encontramos; uno donde interpretar aquello que más nos evoque el escenario, siempre atentos a la estrella del espectáculo: nosotros.
Prieto, pues así nos llamamos en este mundo, será nuestra encarnación a lo largo de este viaje. Un habitante del circo mudo y misterioso que busca escapar de una rutina un tanto especial, pues al llegar el alba, todos sus recuerdos desaparecen, así mismo mundo que lo rodea. Por suerte, las piedras de recuerdo nos permitirán sobrevivir durante el día al transportarnos a los campos de gypsophila, una planta silvestre que crece solo en determinados lugares y que es lo que permite a los seres como él mantener su forma visible y no desaparecer.
Es interesante el significado de esta flor para entender el contexto del juego. La gypsophila representa el amor puro y la dedicación, así como la pureza e inocencia. Prieto tiene un sueño que quiere cumplir y solo manteniéndose constante y plantándola por todo el mundo podrá recuperar la pureza de una tierra asolada por las pesadillas, seres oscuros con aspecto aceitoso similar al alquitrán que no dudarán en acabar con nosotros en cuanto puedan vernos.
Flores de yeso
En este contexto podemos comenzar a hablar de como Onirike juega con la narrativa para convertirlas en mecánicas. Las pesadillas atacan a aquellos seres cargados de esperanza y dedicación, por lo que solamente podremos pasar desapercibidas a su lado cuando abandonemos este sentimiento y caigamos en el olvido, invisibles. Sin embargo, no podemos mantenernos de esta forma mucho rato, pues si cedemos al olvido deberemos volver a la anterior piedra del recuerdo, el último momento en el cual hayamos visitado los campos de gypsophila y recargado fuerzas.
Para evitar caer en la desesperación, esta planta jugará un papel crucial: al visitar los campos recogeremos esporas que nos permitirán hacerlas germinar en cualquier lugar que queramos. Solo las flores que nazcan nos brindarán esperanza en un mundo casi desolado, por lo que deberemos tener en todo momento en cuenta cuantas tenemos encima para no desaparecer del mapa. A su ver deberemos manejarnos en la fina línea entre la esperanza y la desesperación para poder sobrevivir en el mundo. Dos caras de una misma moneda a la hora de alcanzar nuestro objetivo.
Stop-motion en el videojuego
Más allá de estas metáforas jugables e interesantes, lo que nos encontramos en Onirike es mucho más discutible en sus formas. Me gusta la historia y como juega con ella utilizando metáforas en sus personajes y situaciones: miedo, angustia, avaricia, desidia… pero posee algún que otro problema de ejecución en cuando a determinados momentos con los diálogos (que se repiten cuando pasas por algunos sitios concretos siempre que lo haces).
Lo mismo me ocurre con los gráficos. Imitando un aspecto de plastilina, el mundo que construye Devilish Games es muy interesante y no puede evitar recordarnos joyas de la animación stop-motion como Los mundos de Coraline o clásicos de Tim Burton, por lo que el resultado general es bonito y casa muy bien con lo que el juego nos está tratando de transmitir. Sin embargo, y por lo menos en la versión de Nintendo Switch, en ocasiones las texturas no terminan de cargar y se producen momentos con muy poca resolución en objetos o personajes (no en el juego entero). Además, el rendimiento en modo portátil deja que desear, pero por suerte esto no ocurre mucho en sobremesa.
Pero, si tengo que destacar algo que me ha enamorado del título, es el espectacular trabajo de Stela Muñoz a los mandos de la locución del juego. A modo de narrador omnisciente, su voz será la que nos guiará durante toda la aventura y nos contará no solo lo que nos digan los otros personajes sino también todo lo que a Prieto se le pase por la cabeza. Podríamos interpretar esta voz como la voluntad de los sueños, la persona detrás de todo este mundo, como un tramoyista invisible que mueve los hilos de todos los personajes y nos acompaña sin nosotros, encarnando a Prieto, podamos percibirla más allá de la voz extradiegética que nos llega como jugadores que somos.
En resumen
Onirike es un título muy interesante al que en ocasiones le pueden las carencias del propio juego. La cámara, de la que no hemos hablado, será en ocasiones nuestra mayor enemiga junto a unos controles que me han recordado experiencias traumáticas de mi infancia con plataformeros de finales de los noventa. Lo que denota que es el primer título tridimensional de la empresa y un paso adelante muy valiente, todo sea dicho. Sin embargo, esto, junto a los problemas que he mencionado antes, provoca que el juego no termine de despegar y convertirse en una revelación para los amantes de los plataformeros. Pese a todo, no hay que despreciar el increíble trabajo artístico y de worldbuilding que este estudio oriundo de Villena ha sacado adelante y que, en mi opinión, terminan dejando un producto notable que merece la pena jugar… si somos capaces de dejar a un lado estos problemas y sumergirnos en esta fantasía onírica. Por eso, la puntuación que creo se merece este título es un [70].
Buena pinta, y me encantan este tipo de juegos. Quiero verlo en movimiento, pero es posible que caiga. 😀