Ahora que he atrapado tu atención y la de tu banda de enanos borrachos y elfos colocados hasta las cejas de pociones de LSD y habéis destrozado la puerta de la taberna, déjame que aclare algo.
Carlos González, Pediatra muy famoso en nuestro país, es un tío legal. No le va lo de ignorar a los niños que lloran o lo de obligarlos a comer si no tienen hambre. Así, en casa somos muy de Carlos González, y para nada de Estivill, su alter ego maligno, cuyos dogmas parecen extraídos de Wolfenstein (dramatización). Es por ello que no quiero que parezca que este es un post de ataque al pediatra. En absoluto. Es más bien una oportunidad de enseñarle algo a los que, como González, opinan que los Videojuegos no pueden ser educativos.
Estas declaraciones están realizadas a Imagine Elephants, en una entrevista en la que Carlos enumera algunas prácticas desaconsejables, como dejar que los menores de 3 años vean regularmente la televisión o que el plantarse delante de la caja tonta sea la actividad familiar preferida de muchos hogares. En ese contexto, Carlos ha sacado el tema de los Videojuegos, declarando que «Los Videojuegos no pueden ser Educativos».
No puedo entender esta declaración más que el haberlas realizado desde la ignorancia. No pasa nada, todos hablamos a veces de temas de los que no tenemos ni idea. El problema es que una persona de la credibilidad y del impacto social que tiene Carlos González diciendo estas cosas crea opinión. Es decir, padres y madres que no tengan contacto con los Videojuegos asumen que lo que González está diciendo es una verdad incuestionable.
Por si, por esas casualidades, uno de eso padres o madres se pasan por este post, me gustaría explicar algunas cosas. La primera es que es innegable que el principal cometido de los Videojuegos – no ya de los títulos creados con aspiraciones educativas, con mayor o menor acierto – no es enseñar. Son juegos, su objetivo es entretener. Pero hay muchos títulos con una estructura que permite el ofrecer un contenido con una carga cultural lo suficientemente importante como para considerarse no trivial.
Empezaré por lo objetivo pero no por ello menos importante: los Videojuegos son Cultura. En España, al menos, así es, de forma oficial. Esto, más allá de equipararse al Cine a efectos fiscales, debería ser un indicador de que lo que uno puede encontrar en un Videojuego va más allá de marcianitos o marines cachas.
Por poner algunos ejemplos del potencial de la Cultura Interactiva, una de las sagas más importantes de los juegos de estrategia, Civilization, es un claro ejemplo de la carga educativa de la que puede estar provista un Videojuego. La base histórica que sustenta su propuesta es innegable. O ese maravilloso acuario virtual que es Abzû (Giant Squid, 2016), una experiencia submarina imperdible en la que podremos identificar a cientos de tipos de animales acuáticos. Pero no solo conocimiento masticado es el que los chavales pueden extraer de un videojuego.
Crítica social, como en Papers, Please (Lucas Pope, 2013), o distopías futuristas como The Last of Us, permiten al jugador, más allá de asumir los controles, realizar una reflexión sobre la sociedad en la que vivimos y a la que nos dirigimos.
Pero los Videojuegos van mucho más allá de la oferta actual o pasada. Son un medio en el que los autores de todo el mundo pueden expresarse y sacarse de la manga obras de arte digitales como Flower (ThatGameCompany, 2019) o experimentos de conducta como The Stanley Parable (Davey Wreden, 2011).
Así, afirmar que los Videojuegos no son educativos sería como afirmar que en la Televisión no es posible encontrar contenido educativo, como pueden serlo los documentales o determinadas series, como Érase una vez… la Vida. Trivializar las obras de un medio determinado tan solo por pertenecer a dicho medio deja en evidencia al que realiza tal aseveración.
Y tú, ¿Qué opinas?