Alguno aún se anda preguntando qué cojones presentó Nintendo durante su conferencia en el marco del reciente E3. ¿Sacaba pecho Miyamoto por haberse comprado un iPad 2 de segunda mano? ¿Era acaso una Nintendo 3DS XXXXXL? Pues no, según parece la Gran N – y no me refiero a esta – estaba enseñando al Respetable una nueva máquina llamada Wii U, aunque sin enseñar la consola en sí – oh, iluminados – , centrándose en la nueva niña mimada de la compañía de Donkey Kong: un nuevo – y revolucionario – controlador.
Sí. Revolucionario. Llamadme fanboy, nintendo-bitch o lamebotas de Link. Con todos los respetos, me la pela. El mando es revolucionario. NUNCA, y lo digo así, en provocativas mayúsculas, se ha visto algo parecido ¿Jugar en Streaming? Ponme dos tazas. Todo mola en la Wii U. Una consola – se rumorea – 50% más potente que la PS3 y la Xbox 360 juntas que se controle con los Wiimotes y el nuevo mando tiene un potencial por descubrir. Y por explicar.
El principal problema de la Wii U es que Kinect se come a los Wiimotes. El empujón desbocado de Microsoft podría haber sido definitivo si la compañía de Redmond se hubiera animado a crear una consola sólo para hacer de pareja florero de Kinect. Pero decidió lanzar el gadget como simple complemento de Xbox 360 y por ahí se va a salvar Nintendo.
La compañía nipona sí que se ha atrevido a lanzar una consola por acompañar a un mando novedoso, básicamente porque ya lo hizo con Wii y la cosa le salió redonda. Aunque hay cosas que cambian, claro. Wii U no apela al massmarket, pues corre el riesgo de no sorprender, como sí lo hizo a su predecesora, a los casuals que alucinaron pepinos con eso de que moviendo un mando pasaban cosas en pantalla. Porque la capacidad de asombrar de la Wii U, según parece, se reduce a su mando. Y su controlador no apela a los casuals sino a los applebitches que babean con los relucientes cachibaches que gente con jersey de cuello alto anuncia, incluso autoparodiándose, con tanto orgullo como si sus bebés hubieran recitado a Neruda a modo de primeras palabras.
Wii U y su mando tendrían un lugar reservado en mi sala de estar… si realmente tuviera una sala de estar. Si saliera hoy mismo tendría que luchar a muerte con el resto de mis máquinas, apilotonadas todas ellas en un mueble diminuto, ahogándose de calor, coqueteando con las 3LR y demás muertes poco honorables de las que la Super Nintendo y la Megadrive se reirían a carcajadas. De lo que no se reirían, claro, es del mando de la Wii U, un mundo nuevo, una dimensión paralela, pero que ha venido a este planeta acompañado por una consola que existe sólo por exigencias del guión. De un guión conservador que no contempla el protagonismo de un periférico, quizá recordando aquellos tiempos en los que dos lacras llamadas Mega-CD y MegaDrive 32X comenzaron a cavar la tumba del principal rival de Nintendo. Cuando ves las barbas de tu enemigo cortar…
Me hace especial ilusión acabar con un vídeo que simboliza lo que es el mando de Wii U y todo lo que revuelve en mi interior. No quiero evocar el destino de la plataforma que lo corría ni al mando de control de la misma y su horrenda ergonomía, sino a la aureola de Diamante en bruto que se jugaba a la Old School y cuya jugabilidad era más previsible que el discurso de Roncero. Pero, a la vez, te hacía suspirar por un futuro que parecía haberse colado en el presente, por una ventana abierta a algo que creías que no ibas a ver nunca. Eso es Wii U. Eso es su mando: una ventana al futuro hecho presente, al lujo hecho videojuego, a un sueño húmedo del Rey Sol, si hubiera sabido que un día iban a existir algo como los videojuegos.