Cuando leo en alguna red social que alguien se declara sonyer o xboxer, me pregunto, entre otras cosas, si son términos excluyentes. De hecho, si fuese así yo no tendría sitio en ese mundo dicotómico. Claro que, por otra parte, nos hemos dejado a los nintenderos o los peceros. ¿Siempre hay que escoger?
Afortunadamente todo esto se interioriza y se normaliza, pero hay otras áreas donde la elección es tan libre como la consecuencia de la misma. Dicen que en esta vida se puede cambiar de amistades, de pareja e incluso de partido político, pero nunca de equipo de fútbol. Curiosamente, el fútbol es otro paradigma de las filias y las fobias. Si eres del Real Madrid, no puedes mostrar ni un ápice de simpatía por el Barcelona o el At. Madrid; en el mejor de los casos mostrarás indiferencia. Algo más identificativo con del movimiento de masas que con el propio deporte en sí, ya que los casos de intercambio de camisetas antagónicas son por todos conocidos. Situación, por otra parte, que no deja de tener su punto ridículo ya que, de alguna manera, todo se reduce a un tema económico.
Servidor reconoce abiertamente su condición de culé desde que tengo uso de razón, a la par que no me genera ningún problema reconocer que si me pagasen lo mismo que cobro en mi trabajo actual por trabajar en el Real Madrid, lo haría sin problemas. Evidentemente si hablamos de formar parte de la primera plantilla cobrando una morterada, avísenme cuando llegue la prensa que beso el escudo mientras digo aquello de que desde bien pequeñito siempre quise jugar en el Real Madrid. Sirva esta recurrencia al deporte rey como ejemplo de que al final, siempre se puede elegir.
Retomando, tras este paréntesis futbolero, lo de sonyer y demás, les confieso que cuando era un adolescente, llegué a construir argumentos variopintos para defender mi NES no solo en la comparativa con Master System, sino con Mega Drive. Ese era mi nivel de fanboyismo acérrimo. Aunque la realidad era bien distinta. En aquella época no pude permitirme tener ambas plataformas. Este convencimiento por defender un producto o marca me llevó a vincularme exclusivamente con Nintendo. No quería saber de otras, porque solo podía permitirme una, así que escogía Nintendo más por devoción y fidelidad que por un análisis objetivo. Y así fue hasta Nintendo 64. No voy a negar las bondades de esta consola, pero la irrupción de Sony con su PlayStation la relegó a un segundo plano; algo, por otra parte, que los consumidores de Nintendo experimentamos por primera vez. Ver que los videojuegos más interesantes no tenían cabida en tu consola, en tu apuesta personal, a pesar del pasado reciente lleno de éxitos, era frustrante. Buscas argumentos, te escondes detrás de Link o Mario, e incluso empiezas a mirar hacia el futuro incluyendo en tu discurso Project Dolphin, primer nombre con el que se presentó Game Cube. Pero en el fondo sabes que algo ha cambiado. Que el mercado evoluciona y las grandes compañías deben adaptarse para sobrevivir. Y que tú, al fin y al cabo, eres el último eslabón de la cadena, pero sigues teniendo la opción de escoger. Una reflexión que te lleva a entender que ha llegado el momento de probar otras opciones de forma natural e intentar valorar cada producto por lo que es, huyendo de comparaciones absurdas.
Actualmente no dispongo de ninguna consola de nueva generación. De hecho, me esperaré posiblemente a 2015 cuando el catálogo de videojuegos sea más amplio. En este sentido, de momento, mi apuesta será por PlayStation 4, sin perder de vista a Xbox One. En cuanto a Wii U mi idea es hacer lo mismo que con Wii. Esperar a que Nintendo conforme un catálogo de exclusivos de calidad, un ejercicio en el que históricamente, a pesar del relativo éxito de algunas de sus consolas, no ha tenido rival. Bayonetta 2, The Wonderful 101 o ZombiU ya marcan el camino a seguir para Wii U.
Raul Factory
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