Han pasado más de 32 años —casi nada— desde que emprendimos el primer viaje en busca de nuestra querida princesa a través del Reino Champiñón. Ha llovido mucho desde entonces, y son muy pocos los que han sido capaces de sobrevivir al inevitable paso del tiempo. Mario es uno de ellos; el más ambicioso de todos. Tanto, que ha decidido volver para desafiar a su propia historia.
El regreso más esperado
Cuando Nintendo inicia una nueva generación, son dos los nombres propios que figuran en todas las apuestas de cara a una más que probable aparición estelar: Link y Mario. El Héroe del Tiempo decidió congelar las manecillas del reloj el pasado 3 de marzo, día en el que Nintendo Switch llegó a nuestras manos. El resultado no pudo ser mejor, y es que The Legend of Zelda: Breath of the Wild nos conquistó a todos gracias a su reinvención del concepto de mundo abierto. Una aventura apasionante, un mundo de proporciones desorbitadas y unas cotas de libertad pocas veces vistas hasta la fecha. Un título revolucionario que nunca quiso olvidarse de sus orígenes.
En esta ocasión, nuestro fontanero favorito no ha querido faltar a su cita con la fiesta permanente en la que se ha convertido el presente año 2017. Una fiesta en la que la reina del baile se llama Nintendo Switch. Nueva consola, nueva generación y, cómo no, nuevo juego del buque insignia de la compañía nipona. Super Mario Odyssey ya es una realidad. Mario se ha enfundado su mejor traje, ha aterrizado en nuestras casas y ha decidido abordar el desafío más exigente de todos: superarse a sí mismo.
Una auténtica odisea
No es la primera vez que Mario emprende un viaje a través de diversos mundos. Tampoco es la primera vez que se pone a los mandos de una nave capaz de alcanzar los confines del universo, pero, a diferencia de lo visto hasta ahora, en esta ocasión Nintendo ha sido muy clara a la hora de promocionar el juego. Durante estos meses de espera, la idea de vendernos «un viaje» ha conseguido calar en todos nosotros, despertando nuestro interés —y expectación— por deducir a qué tipo de lugares podríamos llegar a bordo de nuestra nave, la cual recibe el nombre de Odyssey.
Si nos centramos en los títulos que la saga nos ha dejado a partir de aquel 25 de junio de 1996, fecha en la que Super Mario 64 marcó un antes y un después en la historia del videojuego, durante los últimos años hemos presenciado incontables debates a cerca del ¿nuevo? estilo de Mario: la exploración. Curiosamente, aquí no tenemos un lugar que actúe como nexo, conectando los diversos mundos que nos toca explora. De hecho, el punto de partida a la hora de emprender nuestra siguiente expedición resulta de lo más clásico, ofreciéndonos un sencillo menú en el que elegimos el destino deseado.
La lógica nos dice que un selector de fases es el primer paso hacia pensar que vamos a encontrarnos unos niveles abundantes en número, pero sencillos e ideales para partidas rápidas. Hay veces en las que las reglas están para romperlas, y Super Mario Odyssey es clara muestra de ello. Sí, seleccionamos nuestro destino mediante una escueta lista de ubicaciones, pero, sorprendentemente, resulta que estamos ante los mundos más extensos, complejos y cargados de contenido que hemos visto jamás en la longeva saga de Nintendo.
El tamaño sí importa
Una de las principales características del juego se encuentra a través de esa sensación permanente de que todo lo que hacemos, no es más que la superficie. Aunque más no siempre es mejor, aquí podemos afirmar que el tamaño sí importa, especialmente si se aprovecha con brillantez. El Talón de Aquiles de todo juego que apuesta por la extensión siempre acaba formulándonos una pregunta inevitable: ¿qué podemos hacer con ella? En esta ocasión, la respuesta es la primera de las grandes virtudes de Super Mario Odyssey, y es que podemos —y debemos— hacer muchas, muchas cosas.
Aunque nuestro viaje comienza en Reino Sombrero, el auténtico punto de partida en el que comenzamos a vislumbrar la que se nos avecina tiene lugar en el Reino de las Arenas. Se trata del vasto desierto que Nintendo nos enseñó durante la revelación oficial del juego, y es la primera evidencia de que estamos ante algo grande, muy grande. Si echamos la vista atrás y nos remontamos a cualquier entrega tridimensional de la saga, estamos acostumbrados a visitar una serie de mundos cuyo tamaño se modifica en aras de focalizar nuestra expedición hacia el punto donde se desarrolla nuestra misión actual. Aquí no es así; se ha optado por ofrecer un desarrollo argumental durante nuestra primera visita.
Cuando llegamos a un nuevo reino, automáticamente sabemos el número de energilunas (atrás quedaron las inconfundibles estrellas) que necesitamos para volver a poner en marcha los motores de la Odyssey. Nuestra misión principal es clara: debemos alcanzar a Bowser, una vez más. Para ello, necesitamos obtener el combustible necesario para volar más lejos, siguiendo el rastro de su imponente barco volador. Como no podía ser de otra forma, mientras buscamos energilunas no son pocos los acontecimientos que se suceden, y es aquí donde encontramos otras de las grandes novedades del juego: los mundos que exploramos cambian conforme cumplimos ciertos eventos pertenecientes al arco argumental.
Una vez un mundo alcanza su «forma final», las posibilidades que se abren ante nuestros ojos resultan abrumadoras, y es que al considerable tamaño del que goza cada reino hay que sumar la ingente cantidad de cosas por hacer, secretos por encontrar y, por supuesto, retos por superar. Aunque es probable que Super Mario 64 y Super Mario Sunshine sean los nombres más acertados a la hora de buscar exponentes similares con los que comparar, la realidad es que Super Mario Odyssey va mucho más allá y nos ofrece algo nunca antes visto en el género, algo extremadamente ambicioso.
Una fórmula que resulta familiar
Aunque el debut del fontanero en Nintendo 64 añadió mecánicas de exploración al género plataformero, el gran impulsor de dicha fórmula fue la malograda Rareware, compañía que ayudó a que la consola acabara teniendo un gran catálogo. Los creadores del fantástico Banjo-Kazooie siempre serán recordados por fundir aventura con plataformas gracias a su idea de concebir mundos enormes, mecánicas de exploración, backtracking y personajes con los que interactuar para atender sus encargos… La fórmula funcionaba a las mil maravillas, pero, lamentablemente, se fue perdiendo con el paso de los años.
Super Mario Odyssey apuesta por dicha fórmula, quedándose con lo mejor de ella, al mismo tiempo que, por suerte, se niega a olvidar sus propios orígenes. ¿Queremos exploración? La tenemos. ¿Queremos retos plataformeros? Los tenemos. El juego pone a nuestra disposición un sinfín de mecánicas, y lo hace sin renunciar a las cotas de calidad habituales en la saga, rozando la perfección y haciendo que resulte prácticamente imposible encontrar un defecto. Escribir estas líneas me deja un sabor de boca idéntico a cuando apago la consola a la espera de la siguiente sesión, y es que sé que dentro de un rato tendré muchas cosas nuevas por decir.
Se ha especulado mucho con el número total de energilunas que podemos recoger. No voy a desvelar cuántas hay, pero sí os anticipo algo: más de las que cualquiera en su sano juicio alcanzaría a imaginar. Si cambiamos dichos objetos por las clásicas estrellas, cualquier seguidor de la saga puede hacerse una idea de lo que supone reunir 70 de ellas, ¿no? Pues bien, aquí esa cifra es prácticamente ridícula. De hecho, 70 energilunas apenas equivalen a desbloquear el tercero de los diversos mundos que visitamos. Os digo esto para que os hagáis una idea sobre el tamaño de lo que tenemos entre manos.
Aunque mis expectativas con este juego siempre han estado por las nubes, he de confesar que, viendo el número de energilunas que había obtenido tras apenas cinco horas de juego, comencé a temer ante la monotonía, pérdida de frescura o falta de ideas que supuse que podrían aparecer tras ver que todo lo que había logrado no era más de un 5% del total. Por suerte, me alegra deciros que no tenéis nada que temer, y es que Nintendo ha esquivado dichos peligros, concibiendo algo que siempre va de menos a más. Cuando parece que todo está inventado, Mario es capaz de darle una nueva vuelta de tuerca.
Para quitarse el sombrero
Llegados a este punto, es hora de dar un breve repaso a todo lo que nos propone Super Mario Odyssey. Como la cantidad de contenido disponible —y su forma de conseguirlo— resulta prácticamente inabarcable, he optado por centrarme en un mundo concreto: el Reino de las Arenas. Así, además, evito destriparos otros lugares del juego, puesto que, tal y como Nintendo ha querido grabarnos a fuego, uno de los grandes alicientes de este fantástico viaje es descubrir nuestro siguiente destino. Como ya sabéis, el Reino de las Arenas nos lleva a través de lo que parece un poblado mejicano, ubicado en mitad de un mar de dunas. Hay mucho —mucho— que hacer en este lugar, más de lo que podéis imaginaros tras la primera incursión.
Hace calor, la arena nos resta visibilidad y hay muchas energilunas esperándonos, así que es hora de ponernos manos a la obra. Podemos visualizar un poblado, una especie de fortaleza más alejada y varios puntos de interés en los confines del desierto, como un pequeño oasis, un estanque ponzoñoso y una gran pirámide flotante que a buen seguro aguarda no pocos secretos. ¿Por dónde empezamos? Tenemos total libertad para recorrer cada escenario, algo que ayuda a no caer nunca en la monotonía. Muchas energilunas están a simple vista, pero, si queremos explotar las posibilidades de cada mundo, tenemos una ingente cantidad de horas por delante.
Puertas misteriosas que llevan a lugares ocultos, pequeños rompecabezas que resolver y un sinfín de retos que afrontar. En Super Mario Odyssey no es posible caer en el aburrimiento, y es que siempre hay algo pendiente por hacer. Si me paro a recordar cómo fue mi primera experiencia a lo largo y ancho del desierto, no puedo olvidar mi primera incursión al poblado mejicano: charlé con varios de sus habitantes, encontré una energiluna sobre un tejado, descendí a través de una tubería verde hasta llegar a un sótano en el que me esperaba un juego bastante peculiar… y acabé galopando a lomos de un león de piedra hasta cruzar un pozo de veneno y dar con mi preciada recompensa.
Al igual que vemos en títulos como Banjo-Kazooie o Donkey Kong 64, entre otros, hay muchos personajes con los que debemos interactuar para poder atender sus peticiones. Algunos nos ofrecen pistas, nos proponen búsquedas e incluso nos invitan a participar en diversas pruebas (¡maldita comba!) en las que debemos superar la máxima puntuación para obtener una jugosa recompensa. Teniendo en cuenta lo tímido que siempre ha sido nuestro fontanero favorito, aquí no tiene problema alguno en relacionarse con todo tipo de razas… ¡Incluso con personas humanas!
La incursión de Cappy, el amor a la saga y un derroche de talento
Uno de los elementos más novedosos se encuentra en la llegada de un nuevo compañero para Mario. Se llama Cappy, es una gorra parlante y es capaz de poseer a cualquier enemigo. Apenas han pasado unos días desde el lanzamiento del juego, pero muchos ya consideran que Cappy es el mejor Power-Up visto en la saga. Meternos en la piel de un enemigo no solo es divertido; es necesario. Si encarnamos a un adorable Goomba, podemos montarnos sobre otros de nuestra especie hasta formar una torre y alcanzar elementos situados a gran altura. Si hacemos lo propio con una rana, su capacidad para ejecutar saltos de varios metros puede venirnos de maravilla. Son solo un par de ejemplos, y es que hay muchas criaturas —y otros objetos— a las que podemos poseer.
Esta nueva mecánica abre un abanico de posibilidades a la hora de explorar, aportando frescura al desarrollo y permitiéndonos superar los desafíos de varias formas diferentes. Además, las habilidades de Cappy van más allá de este curioso poder: podemos lanzarle y crear una plataforma sobre la que impulsarnos, usarle como arma realizando sacudidas con los Joy-Con, interactuar con elementos que solo responden a los golpes de nuestro simpático amigo… Cappy es mucho más que un actor secundario, cuatro ojos ven mejor que dos y, en ocasiones, hasta se atreve a darnos consejos.
Una de las cosas por las que Super Mario Odyssey ha logrado hacerse un hueco en mi corazón es la continua muestra de amor que Nintendo destila hacia su obra. De hecho, voy a poneros los dientes largos: el juego cuenta con uno de los mayores homenajes nunca vistos en la historia del videojuego. Ese tipo de cosas que te mueres de ganas por contar a un amigo, pero, obviamente, no le vas a arruinar la sorpresa antes de que éste la descubra por su propio pie. En serio, es una genialidad. Uno de esos momentos que justifican la compra de una consola.
Como resulta evidente, no voy a contaros nada, pero, no obstante, sí que voy a destacar algunas decisiones con las que Nintendo rinde un permanente tributo a todas y cada una de las entregas de la franquicia. Uno de los elementos que más me han gustado son las secciones en dos dimensiones, especialmente la transición en tiempo real que se sucede en cuanto atravesamos una tubería. Para muestra un botón:
Otra de las variantes a tener en cuenta reside en la posibilidad de enfundarnos un buen puñado de trajes. Generalmente, cada reino tiene un par de «modelitos» acordes al lugar (en el poblado mejicano podemos comprar un poncho, por ejemplo) que sirven para acceder a varias zonas en las que nos aguardan diversos desafíos. La ropa se compra pagando con la divisa local, unas monedas especiales que debemos encontrar explorando a fondo cada reino. La búsqueda de estas monedas es uno de los elementos que potencian el componente de exploración. Hallarlas todas termina convirtiéndose en un auténtico desafío.
Lo mejor es que todo esto no hace más que sumar a una variedad de mecánicas sin precedentes, perfectamente ensambladas en un conjunto equilibrado. Da igual si se trata de una misión principal o de un pequeño juego a modo de guiño; todo funciona a la perfección. Sé que puedo parecer un poco exagerado con semejante cantidad de elogios, pero, es que pocas veces hemos visto tal derroche de talento. Exploración, plataformas, diseño de niveles, precisión del control, ideas que aportan frescura incluso pasadas las 30 horas de juego… Es un juego incombustible, en el que nadie podrá parar hasta conseguir la última energiluna restante.
Un regalo para los sentidos
Como siempre, la dirección de arte del juego es fantástica. A estas alturas, resulta difícil que alguien se sorprenda, y es que Super Mario Galaxy dejó el listón muy alto gracias al derroche de imaginación que dio forma a los numersos planetas que visitamos. En esta ocasión, Nintendo se ha esmerado en concebir unos mundos mucho más ricos que de costumbre, y es que los reinos son enormes, variados y capaces de cambiar su aspecto —y tamaño— conforme progresamos en la historia del juego. Además, aunque todo el mundo ha visto cómo lucen Reino Sombrero, Nueva Donk o el Reino de las Arenas, estoy seguro de que nadie que no haya jugado sería capaz de imaginar lo que le espera en algunos lugares… especiales.
Mención aparte merece la ciudad de Nueva Donk, ubicada en el Reino Urbano. Desde que el juego fue anunciado, fuimos muchos los que dudábamos sobre cómo encajaría Mario en un entorno realista, habitado por seres humanos. Ver al fontanero recorriendo las calles de la urbe a bordo de una Vespa nos resultaba chocante, ¿no? Finalmente, la integración de Mario con la ciudad, la dirección de arte y la ingente cantidad de contenido que oculta dicho reino no solo han hecho de Nueva Donk uno de los mejores mundos que hemos visto jamás en la saga, sino uno de los más divertidos de explorar en Super Mario Odyssey.
En cuanto a la banda sonora, el juego nos ofrece una experiencia en la línea de lo que habitualmente vemos —mejor dicho, oímos— en la saga. Canciones pegadizas, alguna que otra memorable, varias piezas orquestadas y un buen puñado de pistas que ya conocemos desde hace muchos años, modificadas para la ocasión. Por supuesto, el tema principal no es otro que Jump Up, Super Star!, al que pone voz Kate Davis. La canción, inconfundible a estas alturas, ha sido empleada durante toda la campaña de promoción, llegando a ocupar el primer puesto en las listas de iTunes en algunos países.
https://www.youtube.com/watch?v=g4xW9aCg2zY
Para concluir con la faceta técnica, no conviene olvidar que el juego corre a 60 imágenes por segundo —casi— estables. En algún que otro momento sufre leves ralentizaciones, algo que en ningún momento llega a ser molesto. Las diferencias entre jugar en modo portátil o en una televisión mediante el dock residen en la resolución: 720p para el primer caso, 900p para el segundo. Sea como fuere, el conjunto audiovisual es muy sólido y comparte el trono de Nintendo Switch con The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
Disfruta de los créditos y prepárate
En los tiempos que corren, el concepto de «Postgame» se ha hecho más popular que nunca. Cada vez son más los títulos que nos permiten seguir jugando después de finalizar la partida, añadiendo extras que prolongan la experiencia o, simplemente, desafiándonos a emprender una segunda vuelta disfrutando de ciertas modificaciones. No se trata de algo nuevo en la saga, pero la forma en la que se ha implementado resulta más ambiciosa que nunca, haciendo de Super Mario Odyssey un título capaz de mantenernos pegados a la pantalla durante semanas.
Si echamos la vista atrás, hay un par de valores numéricos que cualquier seguidor de la franquicia conocen muy bien: 70 y 120. La primera cifra refleja el requisito para encarar por última vez a Bowser y ver los créditos. La segunda es el auténtico reto que esconde el juego, esas estrellas —o soles— más escondidas de lo habitual, que requieren una segunda visita a los diversos mundos del juego con la intención de encontrarlas. Con Super Mario Galaxy 2, Nintendo decidió doblar el número final, desafiándonos a encontrar otras 120 estrellas. En esta ocasión, la cosa se les ha ido de madre…
Alcanzar los créditos en Super Mario Odyssey es bastante accesible, pero, si sois jugadores completistas, de esos que no descansan hasta exprimir el último rincón del juego, comprobaréis que hallar todas las energilunas ocultas es una tarea titánica. Nada es lo que parece, y cuando suméis un puñado de horas y creáis haber logrado un gran avance… descubriréis que apenas habéis rascado un poco de la superficie. Cantidad y calidad se dan la mano y dan lugar al juego más extenso, duradero y variado que ha protagonizado Mario. Un poco más arriba dije que no voy a desvelar el número total de energilunas por encontrar, pero sí que os voy a dar una pista: hay un nivel que esconde más de 70 de ellas…
Gracias, Nintendo
Como digo al inicio del texto, Mario no podía faltar a su cita con la nueva consola de Nintendo. No estoy en posición de valorar si una entrega es mejor que otra, si el estilo de Super Mario Galaxy es mejor que el de Super Mario 64… Me parecen debates estériles, así que me limitaré a concluir este humilde texto con una simple frase: Super Mario Odyssey es uno de los mejores videojuegos de todos los tiempos.
Hay ocasiones en las que nace un elegido llamado a trascender en el tiempo. Algo cuya valoración como producto resulta ridícula si se pretende resumir con una palabra, y creo que estamos ante algo así. Mario no lleva más de 30 años haciendo historia por casualidad. Nadie le ha regalado nada. Nintendo no tenía nada que demostrar a nadie, pero, aun así, ha vuelto a hacerlo. Sé de alguien que, allá donde esté, se sentiría muy orgulloso de semejante oda a la diversión.La perfección no existe, pero si hay algo que se le parezca, se llama Super Mario Odyssey. [99]