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Splatoon 2: dónde acierta y falla la nueva apuesta competitiva de Nintendo

El nuevo Splatoon 2 (Nintendo, 2017) es una entrega harto continuista pero necesaria, y la mejor manera de vislumbrar las intenciones de Nintendo en el terreno competitivo, para bien y para mal.

Un cambio en la Gran N

Si uno echa la vista atrás y repasa los lanzamientos de Nintendo, en líneas generales la compañía siempre trata de buscar una vía intermedia entre experiencias más enfocadas al jugador tradicional o al casual. Lo vemos en títulos como los recientes Pokémon Sol y Luna, Pokken Tournament, Mario Kart 8 Deluxe o incluso Breath of the Wild.

Son juegos accesibles para todo tipo de públicos que, sin embargo, ofrecen una capa de profundidad ideal para aquellos que deseen sacarles más jugo. Sin embargo, no ocurre lo mismo con Splatoon 2, un juego nada amable con los recién llegados que premia a los más asiduos hasta límites crueles. Y eso es maravilloso, porque deja claro que en esto de competir Nintendo va en serio.

Los que jugamos al primero nos sentimos como en casa nada más arrancar el programa. Todo es conocido, incluida la propia Cromópolis, esa suerte de menú interactivo y 3D que a primera vista no es precisamente claro. No nos engañemos, en algún momento he llegado a pensar que ese 2 del título se le venía grande al juego, pero cuando empiezas a indagar descubres que los desarrolladores se han centrado en hacer honor a una marca que merece popularidad con un más y mejor de altura.

Un viejo conocido con mejor aspecto

Un más y mejor, por cierto, muy habitual en todas las sagas de renombre que hoy reinan en los shooters en general y FPS en particular. Quizás la inercia nos llevará a lo que hacen títulos como Overwatch, esto es, continuas actualizaciones que amplían el juego sin necesidad de secuelas. Pero este es otro cantar.

Lo cierto es que una de las novedades que más ganas tenía de probar es el nuevo modo Historia para un jugador. El Splatoon original recibió no pocas críticas por el hecho de centrarse tan descaradamente en el multijugador (otro debate de actualidad en la Industria), dejando el modo para un jugador relegado a un mero tutorial.

Y los fans fueron escuchados, pues la nueva Historia se ha convertido en una experiencia sobresaliente que busca sacar punta a los principales puntos fuertes del juego. De esta forma, es de agradecer la gran variedad de situaciones que nos presente el juego en forma de misiones mientras aprendemos a dominar el variado armamento. Además, tratándose de un juego portátil, la inclusión de un modo offline era una condición sine qua non.

Nintendo se acuerda de los que jugamos solos

La batalla contra los octarianos no ganará ningún premio a mejor guion pero es simpática y guarda algún que otro guiño al original. Además, y esto sí que es relevante, el despliegue artístico del juego se luce como nunca antes, con unos niveles perfectamente diseñados para hacernos creer auténticos héroes inklings y aprender técnicas que en el terreno competitivo vienen mejor que bien (las volteretas con el Difusor Dual me han salvado de más de una).

Mención especial merecen los jefes finales, que salvando las distancias me han recordado a algunos bosses de Super Mario Sunshine. La manera de vencerlos va en la línea de cada nivel, para que apliques lo aprendido, y lo cierto es que, esta vez sí, el modo offline sirve para enseñar al jugador mientras disfruta de una entretenida aventura.

¡Fight!

Ahora sí, hablemos del competitivo. Lo cierto es que el juego te pide que te pongas a lanzar tinta cuanto antes y te ofrece varias formas para hacerlo. Para noveles lo aconsejable es dejarse caer por el modo Historia antes descrito, pero al final la fórmula consiste en progresar en los combates, subir de nivel y conseguir puntos con los que invertir en nuevas armas y equipamiento que te hará más letal en el campo de batalla. Competición, competición, competición.

Échale horas y serás el rey, pásate de vez en cuando y te aplastarán. He de reconocer que aun viniendo del original (aunque tampoco le dediqué muchas horas), es impresionante la superioridad de los que sí saben jugar. El hacerse con un arma con el que te sientas cómodo es fundamental, además de saber aprovechar las secundarias y las habilidades que ofrezcan.

No obstante, el control de los tiempos es capital. He aquí el quid de la cuestión en la experiencia hardcore que supone Splatoon 2. Hacerse con el control de la retícula de disparos a través del movimiento del pad es imprescindible. Si bien mucho serán reacios (y el juego ofrece la opción del control tradicional a través de ambos joysticks, uno para personaje y otro para retícula), lo cierto es que la fluidez que ofrece el otro sistema es sorprendente. Una vez nos hayamos hecho a ello claro.

Practicar, practicar y practicar

La segunda clave recae en el sistema de “coberturas”, que va entrecomillado porque en esta saga adquieren una dimensión más. Me refiero a la posibilidad de bucear en la tinta de nuestro equipo para cruzar el mapa a gran velocidad, recargar, escondernos o incluso emboscar al rival.

Todavía no he podido hacerme a los mapas, pero una vez mi cerebro calamar se despertó y comencé a tener en cuenta esta variable (disparar a lo loco es un suicidio asegurado), las victorias o por lo menos mi rol en el equipo empezaron a cambiar.

Por cierto que es digno de mención lo bien diseñados que están los mapas, cada uno con diferentes rutas y posibilidades estratégicas para ganar; desde controlar la zona centro para apretar en el último minuto en el lado rival, hasta el acoso por los laterales para flanquear a los contrarios. Si bien es fácil sentirse más perdido que un pulpo en un garaje, cuando juegas con compañeros organizados es muy gratificante.

Consciente de que no son pocos los elementos a tener en cuenta para salir airoso, Splatoon 2 cuida mucho tu progreso, ofreciendo combates amistosos territoriales hasta alcanzar el nivel 10, donde se abren las puertas del competitivo con más modos de enfrentamiento y el verdadero ladder. Una vez más el juego sigue pidiéndote que inviertas horas y horas como en cualquier título competitivo que va en serio.

Un gran juego con alguna pega

Y terminan aquí mis impresiones jugables porque no he probado aún ni el nuevo sistema cooperativo Salmon Run (el modo Horda de Splatoon) ni el modo Torneo. Sin embargo, con todo se puede decir que los desarrolladores han dado en el clavo con respecto a lo que pedían los fans: más modos, más posibilidades, más personalización, más profundidad… En la apuesta competitiva de Nintendo solo le veo un pero, y uno importante: el poco margen que ofrece a los jugadores.

La compañía quiere tener tan controlado el terreno que hasta los mapas van rotando, sin posibilidad de elegirlos, por no hablar del sistema de chat online que plantea el título. La inclusión de una app para dispositivos inteligentes en la que centralizar la interacción entre usuarios es, creo, un atraso que no hace más que obstaculizar la frescura del juego.

Las cifras de descarga de la app quizás inviten a los de Kyoto a la reflexión, porque el hecho de que ni siquiera se pueda usar la aplicación en segundo plano convierte la experiencia en un esperpento. Resulta extraño tener que pedir a gritos un sistema de chat de voz e interacción online tradicional hoy por hoy, pero el juego es tan bueno que lo merece. No lo quieras controlar todo, Nintendo, y déjanos disfrutar de nuestra propia tinta.

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